𝗣𝗨𝗘𝗥𝗧𝗔 𝗕𝟯𝟭

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𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗬𝗼𝗿𝗸 (𝗝𝗙𝗞)

Una larga fila de coches recorría lentamente Hampton Avenue, en Brooklyn, haciendo sonar sus bocinas, mientras yo me desviaba hacia el carril derecho

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Una larga fila de coches recorría lentamente Hampton Avenue, en Brooklyn, haciendo sonar sus bocinas, mientras yo me desviaba hacia el carril derecho. Sobre la ciudad caía una fuerte lluvia, empapando a todos los rezagados que iban por las aceras e inundando todos los malditos desagües de la ciudad.

Miré por la ventanilla la dirección que Jeff me había dado. Marinette vivía en un edificio de ladrillo que parecía más un experimento de casa encantada que un bloque de apartamentos. Sacudí la cabeza.

No habíamos hablado desde que bloqueó mi dirección de correo electrónico, y las pocas veces que la había visto de pasada había hecho todo lo posible por evitarme. La última vez, cuando la vi subir a la lanzadera en Atlanta, me miró como si fuera a salir corriendo. Si no hubiera sido por el hecho de que tenía que pilotar un vuelo, habría ido tras ella.

Salí del coche desafiando a la lluvia y cerré la puerta. Subí las escaleras delanteras del edificio y pulsé el botón de su apartamento. El panel emitió un fuerte y chirriante sonido y luego cayó al suelo.

«Dios...».

Golpeé la retorcida puerta de madera, pero hubo una fuerte ráfaga de aire y cedió al instante. Subí las escaleras hasta el cuarto piso y me encontré con dos puertas, pero cuando vi las palabras «Dos chicas rotas» con las letras artísticamente enlazadas con pintura rosa, llamé un par de veces y esperé.

Pasaron dos minutos.

Volví a llamar, esta vez más fuerte.

—¡Ya voy! —gritó alguien—. ¡Ya voy!

La puerta se abrió, pero no fue Marinette quien apareció ante mí. Era una joven rubia cubierta con un albornoz y unos enormes rulos rojos en el pelo.

—¿Qué? —Se cruzó de brazos—. Son las dos de la madrugada, idiota. ¿Qué cojones quieres?

—Estoy buscando a... —Hice una pausa—. Soy Adrien.

—Ya sé quién eres. —Me miró—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—¿No está Marinette?

—No conozco a ninguna Marinette. —Se apoyó contra el marco—. Creo que te han dado la dirección equivocada.

—Y yo creo que es la correcta. ¿Está aquí o no?

La vi encogerse de hombros.

—Creo que en estos momentos está volando desde Los Ángeles.

—Su horario dice que llegó ayer de Los Ángeles.

—Oh, vaya... Imagino que puede ser —dijo—. Bien, supongo que ha tenido una cita. Ya sabes, eso que nunca tuvo contigo.

Puse los ojos en blanco.

—¿Cuándo va a volver?

—Dile que nunca —susurró Marinette con firmeza desde el interior del apartamento—. Nunca.

𝗧𝗨𝗥𝗕𝗨𝗟𝗘𝗡𝗖𝗘𝗦 | 𝗔𝗗𝗥𝗜𝗡𝗘𝗧𝗧𝗘 | +𝟭𝟴 𝗔𝗗𝗔𝗣𝗧𝗘́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora