𝗣𝗨𝗘𝗥𝗧𝗔 𝗖𝟱𝟭

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𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗬𝗼𝗿𝗸 (𝗝𝗙𝗞)

Cuando me desperté, tenía diez llamadas perdidas de Chloé, cinco de mis padres y tres de Alya

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Cuando me desperté, tenía diez llamadas perdidas de Chloé, cinco de mis padres y tres de Alya. Le di la vuelta al teléfono, pensando que era lo mismo que cualquier otro día. Más entrevistas, más trabajo que hacer.

Me acomodé en la cama y me puse otra almohada debajo de la cabeza. Cogí el mando a distancia y encendí el televisor para ponerme a hacer zapping por los canales. Pasé por Lifetime, Nickelodeon y CNN, y estaba a punto de poner un DVD cuando apareció la NBC. Jadeé al ver el titular. Cuando vi una foto de Adrien.

«¿Qué coño...?».

—Esto es todo lo que sabemos por ahora... —decía la reportera, y por la parte de debajo de la pantalla se repetía una y otra vez la misma línea: «Ha desaparecido el vuelo 491 de Elite Airways: el avión no tiene contacto con la torre de control desde hace dos horas. Hay doscientas ochenta y tres personas a bordo».

Vomité en el suelo.

Negándome a creer que la noticia era cierta, cogí el teléfono.

Llamé primero a Chloé, que intentó tranquilizarme mientras buscaba un
vuelo de regreso a Nueva York. Era medianoche cuando nos vimos obligadas a colgar, pero necesitaba seguir hablando. Que alguien impidiera que me volviera loca.

Llamé a Alya.

—Marinette, escúchame —me dijo en cuanto respondió—. Tienes que apagar el teléfono, y no entres en Internet. Solo deja el televisor encendido.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Hazlo. —Su voz era solemne—. Estoy de camino, así que si no lo has hecho cuando llegue, lo haré yo.

No me moví. —¿Marinette?

Gemí.

Mi pecho comenzó a subir y a bajar, y traté de decir algo, pero no fui capaz. En mi cabeza daban vueltas las teorías, los lamentos, y, aunque no quería creerlo, supe que Adrien se había ido.

Breves recuerdos de nuestras imprudencias pasaron ante mis ojos como una película: polvos contra la puerta del baño, la falta de cuidado en los vuelos internacionales, las citas..., y me sentí idiota.

Podía haber intentado con más ahínco que él me escuchara. Podría haber intentado con más tesón que lo nuestro funcionara...

No fui consciente de que Chloé y Alya estaban realmente en mi apartamento hasta las seis de la mañana, cuando me obligué a ir al cuarto de baño.

Tenían los tres televisores sintonizados en diferentes cadenas de noticias. Todas hablaban de lo mismo y, mientras Chloé se paseaba de un lado a otro hablando por teléfono, Alya escribía de forma febril en el móvil.

—Espera un segundo, Georgia... —Chloé pegó el móvil a su pecho y me miró—. ¿Cómo estás?

Sacudí la cabeza.

𝗧𝗨𝗥𝗕𝗨𝗟𝗘𝗡𝗖𝗘𝗦 | 𝗔𝗗𝗥𝗜𝗡𝗘𝗧𝗧𝗘 | +𝟭𝟴 𝗔𝗗𝗔𝗣𝗧𝗘́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora