Gulf tenía el día libre, hoy era completamente para la memoria de sus padres. Los vecinos de la colonia siempre lo acompañaban al igual que su abuela y, específicamente hoy, es el único día en el que Gulf no puede dormir solo y mucho menos en oscuras, porque siempre que cierra los ojos vuelve a ver aquellos orbes color miel acompañado de las pocas imágenes que recuerda del accidente.
La tumba de sus padres se llenaba de flores y arreglos cada año, no había persona, que los conociera, que no lamentara su partida y los recordara con cariño. Después de todo, eran personas extraordinarias. Y Gulf mantenía su legado.
Los Jongcheveevat partieron a su destino en Volterra unos minutos más tarde de la pequeña plática con la señora Rotter, pasaron por la casa de los Traipipattanapong y Mew se fijó en aquel pelinegro que regaba su jardín como todas las mañanas. El viento sopló y el olor de la sangre, metálica y apetitosa, llegó hasta las fosas nasales del castaño. Casi obligándose a mirar hacia el frente, Mew se alejó lo más rápido que pudo.
Los vampiros pueden percibir muy claramente el olor de la sangre, así como la pueden ver acumularse en las mejillas, pero muy irónicamente mantienen un autocontrol. Además de que sería un delito consumir sangre humana en otro lugar y no en la reunión anual.
Diez minutos transcurrieron y los vampiros de todos los rincones del mundo empezaron a llegar. Había clanes muy antiguos, incluso más recientes, así como también había clanes con nuevos miembros. Un clan solo puede agregar más personas a su familia cuando es por genética, es decir, si hay más descendencia directa, de lo contrario, es un delito.
Los clanes antiguos se refieren a los que están desde el inicio de los tiempos, los más recientes son casos especiales de Los Bianchi. Cada clan tiene su propio archivo, guardados bajo el castillo, solo los reyes tienen acceso a ellos y son utilizados en los juicios.
El salón principal abrió sus puertas para recibir a cada vampiro, las multitudes vestían sus capas y cubrían sus rostros casi en su totalidad, cerca de una de las ventanas altas, había algunos miembros de la guardia, que vestían de gris, renovando las marcas y el zumbido de las máquinas combinado con los murmullos inundaban el lugar.
La luz del sol atravesaba los ventanales y reflejaba en los candelabros de vidrio, las sillas de Los Bianchi estaban desocupadas y algunos sirvientes las estaban limpiando. Organizadas con una frente a ellas y una a cada lado, las sillas de roble se veían pulcras, igual que quienes las ocupan.
El turno de la renovación de la marca de los Jongcheveevat llegó, cada uno de los miembros se descubrió el brazo izquierdo mientras se sentaban en la silla de cuero frente a ellos, la aguja empezó a repasar las líneas desgastadas de sus iniciales y en cuestión de minutos ya había cicatrizado.
Un ruido sordo silenció el lugar, la puerta del otro extremo del salón se abrió y tres capuchas negras se hicieron presentes. Con dirección a sus sillas, Carlo y Dante se sentaron en las laterales y Fabrizio en la central.
—Bienvenidos, mis queridos súbditos. —habló Fabrizio y descubrió su rostro.
[...]
En la casa de los Traipipattanapong, Gulf recibía a cada uno de los vecinos con la vaga ilusión de que los recién llegados se aparecieran frente a su puerta. La tradición de esta reunión consistía en ir a la tumba de los padres del pelinegro juntos, y dejar algunos arreglos florales, después regresar y tener una comida en el jardín trasero mientras se daban ánimos entre ellos. Es algo que comenzó solo con Gulf y su abuela, pero con el pasar de los años los vecinos se unieron. Gulf se mostraba lo más fuerte que podía frente a todos, pero una vez que se quedaba a solas en la noche no podía dormir.
—Gulf, es hora de irnos. —anunció la señora Rotter —estamos completos. —La pelirroja se dio cuenta de que Gulf miraba constantemente la casa de los Jongcheveevat así que volvió a hablar. —Los invité, pero tenían un compromiso.
—Oh, es una pena. Era una buena oportunidad para convivir.
—Lo sé, pero tal vez en otra ocasión.
Todos subieron a las camionetas y se dirigieron a la tumba de Frank y Lenna, y a su regreso, almorzaron como una gran familia.
[...]
La noche había caído y era hora de volver. En punto de las doce de la madrugada, todos los vampiros partieron de regreso a sus casas, los Malve estaban por irse, pero la única hija de la familia quería hacer algo. Con la mirada buscaba al joven Mew, pero al parecer ya se había ido.
Alejados del castillo, los Jongcheveevat estaban, por fin, llegando a su hogar. Las únicas luces que iluminaban el lugar eran los postes de luz colocados frente a cada casa, Mew veía disimuladamente el balcón de Gulf esperando volverlo a ver, pero eso nunca pasaría. O bueno, eso pensaba hasta que lo vio salir de su casa con un abrigo.
Muy sigilosamente, Mew bajó de un salto, Gulf estaba tan distraído en sus pensamientos que nunca vio al castaño acercarse a él. La mente de Gulf estaba hecha un desastre, el recuerdo de sus padres seguía presente, pero sus voces ya se habían ido. No las recordaba, ya solo quedaban algunas imágenes con caras borrosas.
—Buenas noches, vecino.
La voz de Mew sacó a Gulf de su trance y se giró para responder con su voz menos quebrada.
—¿Siempre está despierto tan tarde? —inquirió.
—Mayormente, ¿y usted?
—De vez en cuando.
—¿Ahora ya puedo saber su nombre? —preguntó el castaño.
—¿Tanto te interesa? —contratacó Gulf.
—Para lo que quiero hacer, es necesario conocer tu nombre.
—Y ¿qué es lo que quieres hacer?
—Disculparme. —confesó Mew —lo siento por no poder acompañarte hoy.
—No te preocupes, tal vez el próximo año.
—Tal vez.
Mew sabía que eso no sería posible, porque el próximo año, y los que siguen, tendría que ir a la misma reunión anual. Aun así, decidió mantener esa ilusión en Gulf y, quizás, tratar de convencerse a sí mismo. Sonrió gentilmente y metió sus manos en los bolsillos de su chaqueta mientras se alejaba. Gulf lo vio caminar y, cuando Mew iba a entrar a su casa, lo habló. El castaño volteó a verlo y preguntó:
—¿Sí?
—Gulf, me llamo Gulf.
[...]
Capítulo editado.
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Blood
FanfictionMew es un vampiro que vive con su familia y constantemente se cambian de hogar para no levantar sospechas sobre su condición. Es en una de esas mudanzas donde conocen a Gulf, un simple mortal que se lleva bien con sus vecinos y siempre busca la form...