Capítulo 4

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El viento crujía por las hojas de los árboles, el frío que está haciendo cala por toda mi piel y hace tiritar mis labios una vez más. Debí ponerme un suéter antes de salir, pero no importa, de todos modos, solo será un momento y estaré de regreso en mi acogedora cama que me espera con una enorme cobija.

Deposito la basura en el cesto y doy la vuelta para regresar a la calidez de mi hogar, pero una voz resuena y me hace voltear en su dirección.

—Buenas noches, vecino.

Es él.

Ahí, sentado en el balcón de su habitación se encuentra el mismo joven con el que crucé una mirada algo extraña hoy cuando llegaron él y toda su familia. No hay una luz más allá que la misma que proyecta la luna sobre nosotros, es difícil verlo entre la densa oscuridad que cubre a la ciudad.

—Vecino, ya es tarde para estar despierto ¿no lo cree?

—Lo mismo digo, vecino.

—Tenía que sacar la basura, pero ¿usted que hace ahí?

—Digamos que no puedo dormir.

—¿Pesadillas?

—Como no tiene idea.

—Debería al menos estar dentro, está haciendo mucho frío.

—Una de mis maravillosas cualidades es que no siento el frío.

—Y una de las mías es que me congelo con cualquier brisa, así que me retiro. Buenas noches, vecino.

—Mew, dime Mew.

—Está bien, Mew.

—Ahora que me presenté, ¿puedo saber tu nombre?

Mis ganas de contestarle "Gulf" me invaden, pero enserio está haciendo un frío horrible y si sigo aquí podría contraer una enfermedad.

—Puedes, pero lo dejaremos para cuando no esté sintiéndome un cubo de hielo, hasta entonces. —me di la vuelta y regresé a mi casa.

[...]

Entró a su hogar y es aquí cuando leer mentes sirve de algo.

—Así que Gulf.

El aire volvió a correr por entre los árboles y varias hojas volaron por la calle. Ya es tarde para estar aquí sin hacer nada, así que me adentré en la oscura habitación que se me fue asignada.

[...]

El sol alumbra en lo más alto del cielo, pasé una noche más dando vueltas en la cama, si dormí dos horas fue mucho. Son las ocho de la mañana, mi hora para regar las plantas antes de ir al trabajo. La cafetería del centro es mi fuente de ingreso fija, además de ser mi hobby, me distrae y el aroma de los postres me alegra siempre.

Mi madre solía decir que las plantas nos escuchan, así que cada mañana les cuento historias bonitas para que crezcan tan hermosas como la persona que las plantó hace tantos años. La regadera está llena una vez más y riego el jardín mientras espero que sea la hora de entrada.

[...]

Otro día más de mierda en mi eterna y asquerosa existencia. Los vampiros no duermen, pero entramos en un modo de descanso al cerrar los ojos, es como soñar despiertos, nuestros sentidos están alertas ante cualquier movimiento, o luz. Olvidé poner las cortinas y ahora los rayos del sol invaden la poca privacidad que tengo en esta casa. Mi piel pálida odia el sol, y no, no es solo por ser vampiro, no brillo bajo los rayos cálidos y tampoco me convierto en cenizas, simplemente odio el sol y el calor. He viajado durante toda mi vida, la mayoría de los países que visité son fríos y me acostumbré a ello.

El olor a sangre llenó mi nariz, eso significa que mis padres acaban de cazar algo nuevo. Nuestra dieta se basa solo en sangre animal y, rara vez, un suplemento de sangre artificial diseñado especialmente para el veneno. Sí, el veneno. Por nuestro ser no corre sangre, solo hay un veneno letal que quemaría la carne humana y causaría un dolor infernal los primeros minutos, después te convertirá en vampiro, si tienes suerte. O simplemente morirás.

Si nuestro veneno no es diluido, ya sea con más sangre o el suplemento, podría acabar con nosotros. Nos consumiría igual que el fuego, debilita nuestra fuerza y poderes, nuestros sentidos se volverían inservibles y en cuestión de horas moriríamos de una sobredosis, por así decirlo.

La próxima semana tendremos que ir al castillo de Los Bianchi para la reunión entre vampiros, todas las familias viajan de distintas partes del mundo solo para estar presentes en la catedral de Volterra. Ubicado a unos diez minutos de nuestra casa, para un vampiro, la ciudad amurallada desprende colores cálidos que nos reciben con ironía por el frío de nuestra piel. Cada individuo se cubre con una túnica color vino y detalles en dorado, mientras que los reyes visten completamente de negro. Un bufet es requerido y es la única ocasión en la que nuestra familia consume sangre humana.

El banquete solo se basa en pequeños aperitivos y litros interminables de sangre. Siempre es un misterio el cómo la consiguen, y hay muchas teorías al respecto. La que yo quiero creer se basa en que la sangre que bebemos pertenece a criminales o malhechores detestables que no merecen vivir.

Desde el alba hasta el ocaso, bebemos sangre para honrar a nuestros ancestros. Nos alimentamos en nombre y a salud de aquellos que fueron descubiertos y perecieron. De igual forma, se nos renueva la marca familiar porque, según la ley, todo vampiro que no porte la marca renovada será condenado a muerte junto con todo su clan. Todo esto para recordarnos que ser vampiro te da inmortalidad, pero no inmunidad.

Y también es el único día en que mi ser siente una presión en el pecho combinado con un miedo insoportable. Sí, un vampiro con miedo es un fracasado. No sé por qué, pero es solo ese día en que mis ojos se tornan color miel y tengo que usar pupilentes para ocultarlo. He intentado controlarlo y aún no obtengo éxito.

[...]

La cafetería queda a poco más de quince minutos de mi casa y, si tengo suerte, puedo visitar a mi abuela en mi hora de almorzar. Jay, mi jefe, ya está aquí haciendo inventario mientras que Jane, su hermana y colega, está preparando algunos pedidos. Voy al reloj checador y registro mi entrada.

—Buenas días.

—Buenos días, G. —Jane es floja para hablar y solo me llama por mi inicial. —¿Cómo estuvo tu fin de semana?

—Bien, todo tranquilo.

—¿Enserio?

—Sí, bueno, solo que la casa de enfrente por fin fue comprada.

—¡¿La casa Stein?!

—Sí, ya no será más de los Stein, creo que se mudaron para nunca volver.

—Qué alivio, eran unos pésimos vecinos.

—Ya sé, al menos los nuevos no se ven tan desagradables como ellos.

—¿Algún motivo en especial?

—Para nada.

—Cierto, se me olvida que eres el mejor del vecindario. Nadie se resiste a ti.

—Que te puedo decir, soy una ternura.

—Bueno, ternura, necesito tres pasteles de crepa para hoy.

—Ya voy Jay.

Y este es el pan de todos los días.

[...]

Capítulo editado.

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