Capítulo 7

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—Bonito nombre. —y entró a su casa.

Gulf se quedó viendo la puerta que acababa de ser cerrada y una sonrisa se dibujó en su rostro. Giró sobre sus pies, caminó por el sendero de piedras e ingresó a la calidez de su hogar. Su abuela estaba en la habitación de invitados, así que regresó a su cuarto caminando de cuclillas para evitar algún ruido.

Su querida abuela Lina es lo único que le queda en el mundo, esa ancianita con olor a vainilla y cabellera ceniza es todo lo que tiene. Han pasado los últimos años juntos cuidándose mutuamente después de la muerte de su esposo, su abuelo Sean.

La habitación estaba sumida en completo silencio, solo había una pequeña lámpara encendida y los ojos de Gulf seguían viendo el techo, pero ya tenía sueño, así que decidió que era hora de dormir. Con miedo, cerró lentamente sus párpados y esperó ver una vez más aquel color miel que vive en sus pesadillas, sin embargo; eso nunca pasó. En su lugar, solo podía ver aquellos ojos color café y ese cabello castaño que vio hace unos minutos.

[...]

El sonido de su respiración lo puedo escuchar claramente, igual que el sonido de su corazón latir. Cuando lo vi a los ojos pude leer cada pensamiento que cruzaba por su mente, había miedo y tristeza disfrazado por una sonrisa falsa. De cierta forma me dolió ver como su mente divagaba sin sentido.

También pude oler su sangre, y juro que pensé que lo mordería en ese instante, cuando el viento sopló, su perfume combinado con ese característico olor metálico llegó hasta mis fosas nasales y mis colmillos se asomaron, por eso me di la vuelta y hui. Ahora estoy acostado viendo su balcón solitario, esperando que él vuelva a salir.

Tal vez es su sangre lo que me tienta.

Tal vez es la tristeza en sus ojos lo que me intriga.

Tal vez es el hecho de que ha sido el único que no se ha arrastrado hasta mí lo que me tiene pensando en él.

Porque siempre que conocía a alguien y lo veía a los ojos, podía leer lo mucho que les interesaba y que estarían dispuestos a todo por mí. Eso los convertía en presas fáciles, caían rendidos sin esfuerzo alguno, unos cuantos besos y su cuello estaba a mi merced. Así era antes, cuando bebía sangre humana, ahora solo lo hago por diversión. Me divierto con algún mortal de vez en cuando, un polvo y ahí se acaba.

No más colmillos, no más sangre de por medio, solo deseo y sexo. Sin compromiso, sin ataduras, sin amor. Porque no creo en ese estúpido sentimiento. No más. El amor no existe en mi diccionario. El amor murió el mismo día que ella cerró los ojos.

[...]

Los días seguían pasando y los Jongcheveevat permanecían en su hogar como siempre, para todos los vecinos era muy extraño no ver a algún miembro de la familia salir, ni siquiera a comprar víveres, y yo que me caracterizo por siempre buscar la forma de agradarle a todos decidí que era hora de hacerle una visita a mis, no tan nuevos, vecinos.

Golpeé la puerta unas cuantas veces y Mew la abrió.

—¿Gulf?

—Buenas tardes, Mew.

—¿Qué haces aquí? —inquirió —Y ¿Qué mierda es ese olor? —dijo arrugando la nariz.

—Un pay de manzana, mi especialidad son los postres.

—No quiero sonar grosero, pero te equivocaste de vecinos para traer un postre.

—No lo escuches, mi hermano es un idiota. —una nueva voz se escuchó al fondo. —Bienvenido, Gulf.

La rubia menor hizo su gloriosa aparición, unos jeans con un top negro y un par de tenis era lo que su delicado cuerpo portaba. El pelo lo tenía suelto y su maquillaje era muy discreto.

—Buen día... —me callé al recordar que no sé su nombre.

—Rose, mi nombre es Rose. —dijo extendiendo su mano para tomar la mía.

—Un placer, Rose. Me presentaría, pero al parecer ya sabes mi nombre.

—No es tan difícil saberlo, Mew no deja de repetirlo en todo el día.

—Oye, me costó saber su nombre, lo mínimo que puedo hacer es decirlo unas cuantas veces. —se quejó Mew.

—¿Unas cuantas veces?

—Sí, unas cuantas veces. —afirmó.

—Bueno, yo tengo que irme. Un gusto saludarte Gulf.

Rose se despidió, tomó su bolso y se fue dejándonos solos.

—¿Tanto te gusta mi nombre?

—Si. —Mew se acercó demasiado a mí y me inmovilizó con su maldita mirada.

—Entonces gímelo —me atreví a decir. ¿De dónde diablos saqué el valor para decir eso?

Su aliento golpeó mi rostro, por un momento creí que haría algo más, pero solo escuché el sonido de la puerta cerrándose y Mew volvió a hablar.

—¿Premio o castigo? —después de cerrar la puerta que Rose había dejado abierta y de ver que no respondí a su pregunta, volvió a hablar. —Entra Gulf, no te voy a morder. —se volteó y empezó a caminar mientras completaba su oración. —Aún no.

[...]

No sé qué es lo que pretendía Rose teniendo a Gulf dentro de nuestra casa, es demasiado peligroso si mis padres lo ven, no tardarán mucho en llegar. Tengo que sacarlo de aquí pronto, o mi adorable vecino será la cena. Aunque eso no me molestaría en lo absoluto. Bueno, tal vez unos minutos de convivencia no estarían mal.

—¿Vives solo?

—Sí, desde hace unos años.

Me quedé recordando lo que la señora Rotter le dijo a Rose. La muerte de sus padres fue un accidente trágico, y eso es lo que siempre ocupa la mente de Gulf. No sé si lo hace inconscientemente, pero la mayoría de las veces sus padres están en sus pensamientos y cuando no piensa en ellos, no hay nada. Literalmente nada. Aparta todo y puedo ver cuánto se esfuerza en ello.

—¿Tienes más familia?

—Sí, mi abuela. La visito una vez a la semana o cuando ella me lo pide.

Los ojos de Gulf se iluminaron mientras mencionaba a su abuela, el brillo de sus ojos es tan hermoso como su cara. La sonrisa genuina que cruzó por su rostro me hizo querer saber más de ella.

—¿Cómo se llama?

—Lina. Ella es todo lo que me queda. Y es lo que más amo en esta vida.

—¿Sólo ella? ¿No tienes pareja? Eso no lo puedo creer.

—No. Nada de eso.

—¿Se puede saber por qué?

—Digamos que no estoy interesado en esas cosas.

—O tal vez no has conocido a la persona indicada.

[...]

El aliento de Mew golpeó mi rostro una vez más, su cercanía hizo acelerar mi corazón y mis manos empezaron a sudar. El olor que desprendía su cuerpo estaba actuando como una maldita droga para mí. Sus ojos se mantenían firmes mientras me veían, sus manos empezaron a moverse lentamente y mi boca se secó. Mi cuerpo esperaba el siguiente movimiento.

—¿Qué haces? —logré preguntar.

—Intento llegar al punto de gemir tu nombre. —Y esa fue toda la advertencia que recibí antes de que sus labios besaran a los míos.

[...]

Capítulo editado. 

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