Capítulo 18.

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Nuestro momento se interrumpió gracias a mi teléfono, y nunca odié más a mi bebé como ahora.

Era un mensaje de mis padres avisándome que se irían a un viaje de negocios.

"Como si me importara, se han ido sin avisar por dos semanas y diez eones después les da por pasarme factura". ―Pensé mientras guardaba de mala gana mi teléfono y recibía una cálida sonrisa de Juliana.

―¿Todo bien? ―preguntó acariciando mi mejilla.

―Supongo. Era... Isabella, avisándome que le debía 10 dólares. ―mentí en parte. De verdad le debía 10 dólares a Isabella y solo los dioses y yo sabemos lo insoportables que se vuelve cuando me presta dinero y no se lo pago a tiempo.

Juliana frunció el ceño como si no recordara quien era, después de unos segundos su cerebro hizo click.

―¿La chica de ojos cafés? ―levantó una ceja algo insegura.

―La misma.

―Ella siempre está cerca de ti. No me gusta.

Sin poder evitarlo reí acariciando su mejilla.

―Las escenas de celos que sean después de nuestra primera cita, por favor. ―murmuré logrando que ella me acompañara en mis carcajadas.

―Yo fui la que te besó. A ti te corresponde lo de la cita.

―Haré lo que pueda. ―le guiñé un ojo y sin que ella lo viera venir la cargué en mis brazos hasta el carrito.

Juliana no paró de reír en todo el camino y cuando ya estuvo sentada nuevamente me robó un beso.

―¿A dónde me llevarás esta vez?

―¿Acaso importa?

Con un empujón volví a llevarnos por el camino hasta un puesto de salchichas donde tuvimos nuestra primera cita. Pude haberlo hecho mejor, pude alquilar una playa o un parque de diversiones solo para nosotras dos, pero eso a ella le encantó y allí me enteré de que, como yo, Juliana tenía una máscara.

Fingía ser una niña mimada a la que no le importaba nada más que la ropa de marca y verse bonita para que la miraran, la verdad era que a Juliana no le importaba ensuciarse las manos para ayudar a otros ni mucho menos le importaba comer salchichas en un puesto informal. Para serles sinceros, es mucho mejor comer salchichas mientras cae la noche con un feo uniforme puesto que comer en un lujoso restaurante donde no sabes ni siquiera lo que estás comiendo gracias a los nombres tan raros que le ponen y donde no puedes casi moverte por culpa de los incómodos trajes que te obligan a poner.

Llamé a mi chofer cuando terminamos nuestra "cita" y él nos llevó nuevamente a la mansión de la chica a mi lado.

―¿Puedes explicarme por qué tienes una Range Rove? ― levantó una ceja y yo sonreí con nerviosismo.

―Es un... Regalo de los Carvajal, para transportarme y todo eso. ―me encogí de hombros y Juliana miró el interior de la camioneta.

―Cualquiera se sentiría honrado de recibir un regalo de los Carvajal ¿sabes? ―comentó y yo solté un suspiro.

―¿Y eso por qué?

―Son los dueños de todo, son los socios principales. ¿De verdad acabas de preguntarme por qué?

Reí por mi estúpida pregunta y volví a verla a los ojos.

―Fue estúpido, lo siento. Pero la verdad es que los Carvajal no son tan... Poderosos.

Se sentía sumamente raro hablar sobre mis padres como si realmente no lo fueran.

―Los mayoritarios son sumamente poderosos, y pronto sus hijos ocuparan sus lugares. ―nuevamente los ojos de Juliana brillaron al hablar sobre los herederos... Mejor dicho, nosotros.

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