Capítulo 17.

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Mi mayor problema comenzó cuando entré en aquella mansión.

Estaba feliz de la vida aflojándome esa patética corbata y quitando el espantoso saco hasta que sentí unos pasos bajar por las escaleras. Cuando levanté mi rostro, Juliana estaba justo frente a mi campo de visión.

Intenté evitarla todo el día desde lo sucedido en la camioneta, muy valiente lo sé, pero no se atrevan a juzgarme. Estaba aterrada de pensar que Juliana me gusta, y no porque esté fea, Juliana__ era una diosa que descendió del Olimpo para volverme loca. Pero eso no quitaba el hecho de que me aterrara.

―Hey. ―fue lo más inteligente que se me ocurrió.

―Hola. ―dijo esbozando una pequeña sonrisa.

Pequeña o grande aquella sonrisa lograba darme la misma calma que un atardecer en una playa.

"Que cursi te has vuelto". ―Me dije a mi misma, pero ni eso logró que dejara de mirar como una idiota a la chica.

―¿Te encuentras bien? ―preguntó y yo fruncí el ceño.

―Claro. ¿Por qué?

―Porque me miras raro.

Sentí el calor subir por mis mejillas, pero aun así logré ver el tono sonrosado de sus mejillas.

―No tengo idea de que hablas. ―hice el amago de retirarme, pero su suave mano me detuvo.

―No te vayas, no quise decir eso. ―susurró apenada y yo allí volví a pensar seriamente en que Juliana tenía una gemela malvada.

―Todo bien, no te preocupes. ―contesté algo nerviosa.

Nos quedamos en un silencio incómodo, odio los silencios incómodos y eso provocó que una pregunta saliera sin siquiera pensarlo.

―¿Quieres salir de aquí? ―señalé la puerta.

―¡Vámonos!

Salimos de la mansión sin un rumbo fijo hasta la entrada vigilada.

―¿Qué te gusta hacer? ―pregunté metiendo las manos en los bolsillos de mi sudadera.

―Amo leer, salir de compras o estudiar.

―Supongo que eres una friki con estilo. ―le sonreí y ella me dio un ligero empujón.

―¿Y a ti que te gusta hacer?

―Lo que sea que se presente. ―me encogí de hombros pateando una pequeña roca.

―¿Y qué podría presentarse ahora? ―se detuvo y yo lo hice junto a ella.

Miré hacia ambos lados de la calle hasta que mis ojos encontraron algo sumamente divertido. Sonreí y empecé a correr obligándola a ella a hacer lo mismo.

―¿Qué haces? ―preguntó agitada y yo giré corriendo suavemente hacia atrás.

―Espéralo.

Llegamos a un supermercado al que algunas personas entraban y yo saqué un carrito de la fila de la entrada.

―Cuando te diga tres, subes. ―le susurré con una sonrisa divertida.

―¿Estás fumada? No quiero ir a la cárcel. ―respondió de igual forma, pero con sus ojos abiertos de la impresión.

―Ir a la cárcel por una noche está en la lista de deseos de todas las personas, arriésgate, Valdés. No te quedes con las ganas de saber que sucederá. ―intenté convencerla subiéndome a la parte trasera del carrito.

―Si me muero te juro que no te dejaré vivir en paz. ―aceptó y por poco empiezo a celebrar.

―A la una... Dos... ¡tres!

Juliana de un salto se sentó en el carrito y yo empecé a conducirlo colina abajo.

―¡¿SABES MANEJAR?! ―gritó mientras esquivaba un hidrante.

―¡NO!

―¡¿VAMOS A MORIR?! ―preguntó pero sonó más como afirmación.

―¡PROBABLEMENTE!

Obviamente no merecíamos morir por un carrito de supermercado, así que intenté mantener el control y maravillosamente salió perfecto. Cuando la colina se acababa, logré ver una especie de barranco y nos llevé allí para explorar.

―¿Conoces este lugar? ―Juliana se bajó del carrito y giró a verme.

―Me pareció interesante venir.

―¿Te parecen interesantes los barrancos? ―levantó una ceja y yo reí.

―Me parece interesante la vista que tienen. ―señalé a mi alrededor donde solo había montañas brillando gracias a la luz del sol que todavía no decidía esconderse.

―Me gusta como ves lo que otros no.

―A pesar de que Disney me decepcionó con que los animalitos del bosque vendrían a limpiar mi casa si cantaba... ―Juliana se echó a reír por mi comentario y yo no pude evitar unirme. ―Como te decía. Disney me enseñó que tienes que ver más allá de tu nariz... Siempre lo tengo presente.

―¿Cómo lo haces? ―preguntó y yo levanté mi típica ceja.

―¿Cómo hago qué?

―Eso. Ver más allá de tu nariz.

―No sabría cómo responderte, solo sé que cuando lo descubres no puedes parar de hacerlo.

―Me encanta tu mente, Achaga. ―susurró.

"A mí me encantas tú". ―Quise contestar, pero decidí guardármelo. Me limité a sonreírle y llevarla hasta el límite.

―Ahora tú vas a aprender, Valdés. Cierra tus ojos

Juliana hizo lo pedido esperando a que yo hablara. Me quedé unos segundos admirándola, efectivamente ella es una diosa que descendió del Olimpo para volverme loca.

―Ahora quiero que pienses en tus cosas favoritas, piensa en un mundo donde no haya maltrato, discriminación... Piensa en el mundo perfecto. ―susurré en su oído escuchando como un suspiro escapaba de sus labios. ―Ahora abre los ojos y mira al frente... Todo lo que pensaste puede volverse realidad, porque estás viendo más allá de tu nariz.

Juliana abrió los ojos y sonrió. Volví a mirarla como una estúpida sin preocuparme de que ella también me estaba mirando a mí.

Me niego a admitir que me gusta, que me encanta... Que me vuelve loca.

―Estoy segura de que, si yo no hago esto, tu no lo harás.

Juliana Valdés me estampó un beso en la boca, el contacto duró unos segundos y cuando nos separamos el brillo de sus ojos chocolate me incitó a dejarla sin respiración. Mi mano derecha fue a su mejilla la cual acaricié antes de atraerla hasta mí, sus manos acariciaron mis brazos y allí lo supe...

Supe que a pesar de que yo había dado muchos besos, siempre me hizo falta algo más. Juliana era lo que me faltaba.

Nuestras lenguas se acariciaron y allí el beso empezó un nuevo nivel. Mis manos bajaron hasta su cintura y las suyas se enredaron en mi cabello, nuestras lenguas exploraron lugares desconocidos y sin importarnos que el oxígeno era sumamente necesario para vivir, nos seguimos besando.

Cuando lastimosamente nos separamos, respiré profundo y me atreví a verla a los ojos. El mar chocolate estaba brillando, sus labios estaban rojos e hinchados y pensar que fui yo la que provocó eso me aceleró el corazón de una manera impensable.

Mi mayor problema comenzó cuando supe que estaba loca por Juliana Valdés.

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