Capítulo 05

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Desperté en la sala de inmersión con el pulso acelerado y un ataque de ansiedad tremendo. Pese a que no pudiéramos sufrir daños físico, las emociones eran capaces de desbordarse durante la aventura —en gran parte, ese resultó ser el objetivo de la simulación— y las mías estaban desbocadas.

Un grupo de científicos se ocupaba de monitorear y controlar nuestras constantes vitales en caso de que algo en ellas fuera mal. Los sujetos de experimentación, como escuché que nos llamaron entre ellos, éramos objetos valiosos y no podían permitirse que nada malo nos sucediera.

Curiosamente, en cuanto fui capaz de relajarme, eché un vistazo a mi alrededor una vez me quitaron las Gafas de RV. Como me esperaba faltaba un máquina de inmersión, y sólo una, por el joven que había sido derrotado...

La doctora Iosefka no se había vuelto a presentar desde el primer día y, en su lugar, su ayudante se encontraba dando órdenes. De nombre Savio Fiore, se trataba de un tipo delgaducho y excéntrico, oculto casi siempre detrás de unas gafas de culo de botella y con una voz varonil pero que rara vez entonaba demasiado alto. Siempre supuse que prefería no destacar demasiado.

—Tu digimon ha perdido una vida en combate y por lo tanto te has desvanecido. —Chasqueó los dedos para que le prestase atención—. Es normal que estés desorientado, tu salida ha sido demasiado abrupta; un aliciente para que os esforcéis en vuestro objetivo.

Escucharle me dio ganas de pegarle un puñetazo, pero ahí estaba yo, desnudo y lleno de tubos, nada podía hacer aunque quisiera.

Usuario #11B, mañana tendrás una nueva oportunidad de demostrar porque fuiste calificado como Apto para el proyecto. —Sonrió de una manera sombría y espeluznante.

Una chispa se encendió en mi interior e hizo saltar todas las alertas. La sensación de que quizás me había equivocado al venir aquí se apoderó de mí y comenzó a estrangularme lentamente mientras me desconectaban. ¿Tan poco parecían valorarme como persona? Sentí que para ellos sólo era datos —y no me equivocaba—.

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Al siguiente día regresé al Digimon World con las fuerzas renovadas y una actitud menos confiada. Assim llevaba razón cuando dijo que el término Videojuego estaba ideado para no asustarnos, pero a su vez representaba un impedimento ya que eso le restaba seriedad a nuestro cometido —como pasó conmigo—.

Lo primero que hice al despertar, curiosamente en una habitación de la posada, fue buscar a mi compañera Alraumon para disculparme con ella; por suerte se encontraba en el comedor. El sentimiento de culpabilidad me había azotado toda la noche y, aunque no hubiera muerto realmente, la sensación de perderla me dejó remordimientos que me azotaban sin remedio.

—¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? —La examiné minuciosamente en busca de alguna herida o magulladura—. Lo siento mucho, Alraumon, fue culpa mía, no debimos estar hasta tan tarde fuera...

—No hace falta que te disculpes, Echo, son cosas que pasan —respondió con una alegre sonrisa—. La próxima vez estaré a la altura del combate.

Escucharla me quebró el corazón. ¿Cómo era posible que, de alguna forma, pudiera tener sentimientos? —al menos a mí me lo parecían—. Los digimon que conformaban este proyecto no eran reales, sino datos acumulados e introducidos en un ordenador hasta donde pude leer en las instrucciones que nos habían facilitado...

—Ya sé lo que vamos a hacer. —Decidido clavé mi mirada en Gimnasio Verde—. Nos fortaleceremos antes de continuar.

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El gimnasio, liderado por Liollmon, era una zona de entrenamiento al aire libre a las afueras de la ciudad, pegado a ella, que constaba de diversas máquinas de entrenamiento para subir los diferentes Stats de los digimon. Al llegar allí pedí consejo el felino para organizar una tarea de ejercicios para mi compañera.

 Al llegar allí pedí consejo el felino para organizar una tarea de ejercicios para mi compañera

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Liollmon, digimon de Nivel Infantil y Atributo Vacuna

—Cada entrenamiento subirá unos valores diferentes y, dependiendo de qué valores mejores, tu digimon podrá variar su línea evolutiva —me informó con voz ruda el Liollmon—. Alraumon se apoya mucho en su PM, por ejemplo.

—Entonces comenzaremos por ahí. —Hice ademán de darle las gracias, pero el NPC no sabría identificar mi muestra de agradecimiento, así que me despide con la mano.

Sorprendentemente allí había más domadores de los que había imaginado —supongo que no era el único con problemas— y tuve esperar mi turno para entrenar en la Cascada  en el Guante de Boxeo, que mejoraba la Defensa de Alraumon al ser golpeada por el rojizo guante.

—¡Ahora podré resistir cualquier ataque! —Alzó sus cepas y movió las caderas para celebrarlo.

—Aún así nos tomaremos los combates con cautela, no debemos envalentonarnos ahora —dije con madurez efímera. Llevábamos un strike y no quería conseguir el definitivo—. Sigamos un poco más y vayamos a la Cascada, ya debería estar acercándose nuestro turno.

Al terminar allí, de camino, me sentí el centro de todas las miradas sin entender el por qué, algo que días después acabaría por comprender: como era de esperar Nélisse había elegido la misma opción que yo con Seadramon y a primera hora partió al otro lado de la orilla, sacando ventaja a los demás jugadores... Al parecer eso generó mucho recelo.

Algo que aprendí de malas maneras y que obviaré en mis narraciones, fueron algunas de las trabas o baches en el camino que me pusieron los, en teoría, mis iguales. Llegó un punto en el que la supervivencia se quedó a un lado a favor de la competición y fueron muchos los que perdieron el norte e hicieron cosas de dudable moralidad con tal de ser los mejores y, en contados casos, fruto de la envidia por el éxito de los demás.

—Está libre. —Sonreí a mi compañera—. Continuemos, no tenemos tiempo que perder.

Quizás el principal enemigo del ser humano sea precisamente el ser humano.

Digimon World (Project)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora