Capítulo 08

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Cuando me alisté en el proyecto nunca consideré como una amenaza a los demás participantes. Todos estábamos involucrados por una misma razón y el objetivo del Digimon World era claro... Tonto de mí, ese pensamiento me hizo subestimar el deseo de muchos por destacar por encima de los demás.

Apenas salimos de los manglares nos topamos con un hombre de mediana edad, robusto y con gafas estilo steampunk que se hacía llamar Josh. Le reconocí de inmediato de haberle visto en la posada, pero estaba seguro de que le conocía en la vida real —una vez tuve un encontronazo con él, mala gente, pero esa es otra historia—. A su lado estaba su compañero, que ya no se trataba de la ratita rosada que le rondaba días atrás.

 A su lado estaba su compañero, que ya no se trataba de la ratita rosada que le rondaba días atrás

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Citramon, digimon de Nivel Adulto y Atributo Virus

—Ah, eres tú —me dijo con desdén y una mirada falsa de inocencia—. Pensé que estarías aún en la ciudad, rezagado...

Le miré en silencio dilucidando si él también me habría reconocido. Una de las cláusulas que firmamos era sobre el anonimato: no podíamos revelar información personal nuestra del exterior. Kougamon se acercó a mí al percibir mi nerviosismo.

—Veo que has desbloqueado la misión de los objetos, good boy. —Toda su actitud rezumaba falsedad, como si quisiera transmitirme una confianza que no existía—. Citramon le derrotó de dos golpes, se ha vuelto muy fuerte.

—Bien por él.

Aún digitalizado, mi expresión delataba mi malestar en contra de lo que hubiera deseado. Aquel encuentro no me parecía fortuito y desde luego me inspiraba cualquier cosa menos confianza.

La tarde había comenzado a caer, aunque apenas se notaba por la frondosidad de los árboles. El zumbido de las libélulas era lo único que se escuchaba y una leve brisa acariciaba mi rostro. En otras condiciones habría disfrutado de tanta tranquilidad, pero tenía los nervios a flor de piel.

—Sé quien eres —afirmó. Su lenguaje corporal indicaba furia, incluso resentimiento—. Dañaste mi reputación, me dejaste en ridículo, si tú no... 

—Lo hiciste tú con tus propios actos —le corté con vehemencia—. Las cosas caen por su propio peso, sobre todo las mentiras. —Me le quedé mirando estoico con el desprecio que se merecía—. ¿A qué has venido?

—A destruirte. —Pausó—. Eres inteligente y eso es un riesgo.

Sin mediar palabra la aberrante naranja hizo aparecer una fruta verdosa que lanzó como si se tratase de una pelota en nuestra dirección. Rauda, mi compañera lanzó también varios shurikens para interceptar el proyectil, que explotó al contacto. Se trataba de una bomba.

Kougamon me miró sin saber qué hacer —de hecho yo tampoco sabía como maniobrar— y para ganar tiempo creó diversos clones suyos que comenzaron a moverse en rededor nuestro para confundir al adversario.

La mirada del robusto fue bastante reveladora: iba en serio en su afán por destruirme, por ende Citramon comenzó a lanzar más proyectiles contra los clones con la esperanza de dar con mi compañero. Su aspecto, desagradable, recordaba al del típico borracho de un bar tan orondo que su cuerpo parecía una gran bola.

La ninja, la cual se encontraba cómoda aún identificándose con el género femenino, esperó el momento adecuado para atacar con su espada y golpearle en la parte superior de la cabeza —no pude evitar reírme al ver como el tallo que allí le crecía se cortó por la mitad—, sin embargo Josh no había mentido al decir que su compañero se había fortalecido y la naranja aguantó el impacto.

Ambos digimon se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo. Citramon golpeaba con sus puños recubiertos por unos guantes rojos y a su vez Kougamon se defendía con su espada y provocaba pequeños cortes con sus shurikens. Era un combate bastante igualado.

—¿Por qué haces esto? ¡El verdadero enemigo es otro! —¿De verdad lo era?—. No tenemos que luchar entre nosotros. —Traté de hacerle razonar, pero una parte de mí sabía que eso era imposible. Josh sólo veía su realidad, por equivocada que estuviera.

—Por justicia. —Que realmente quería decir Venganza.

Nuestros digimon seguían enzarzados para defendernos en una pelea que para mí no tenía sentido alguno y a su paso dejaban un rastro de destrozos: las bombas habían roto ramas, derrumbado árboles y hecho socavones en el suelo; nada parecía importarle a la naranja más que llevar a cabo los designios de su domador. Entonces un hilo de seda surgió de entre las alturas y enredó al robusto haciéndole tropezar. Eso distrajo a Citramon y le dio la oportunidad a DoKunemon de saltar sobre él y clavarle su aguijón, que segregó una neurotoxina paralizante.

—¡Para que luego digan que la fruta es sana! —bromeó Assim al salir de detrás de un árbol.

Escuchar su voz me reconfortó y me sentó como una bocanada de aire fresco.  Estaba convencido de que Josh, que se agitaba en el suelo, no tenía intención de finalizar este encuentro de una forma pacífica.

—Ya no será un problema —dijo la larva, quien caminó hasta alcanzar al robusto—. Un movimiento en falso y tendré que paralizarte a ti también.

—¡Me las pagarás bichejo asqueroso! —gritó fuera de sí e incapaz de liberarse—. ¡Todos me las vais a pagar por este ultraje! ¡Nadie osa dejarme en ridículo!

El moreno de piel le dedicó una sonrisa mordaz y tuvo el desplante —bien merecido— de sacarle una peineta. Acto seguido se giró para dirigirse hacia mí... Sabía exactamente lo que me iba a decir.

—Le queda una única vida. Si acabas con su compañero, será descalificado. —La mente fría y calculadora de Assim contrastaba con su sentido del humor y cercanía—. Tú decides qué hacer.

Por un momento me planeé darle un escarmiento a Josh, acabar con Citramon y enviarlo de regreso a casa, pero eso sería rebajarme a su nivel y entrar en un juego zafio y sucio que no iba conmigo. Sólo necesité unos instantes para tomar una decisión.

—Marchémonos de aquí —suspiré—. Ya pagará por sus pecados.

—Es la decisión acertada—secundó Kougamon con la misma sonrisa que tenía cuando era una Alraumon.

A veces la vida nos plantea problemas inesperados, incluso peliagudos, que pueden hacernos tambalear... Si somos inteligentes, sabremos capearlos, y si somos afortunados, tendremos personas a nuestro lado que no dudarán en ayudarnos... Lástima de aquellos que son víctimas del rencor y que olvidan una de las cosas fundamentales de la vida: vivirla sin hacer daño a nadie. Sobre todo en la dificultad del Último Mundo.

Digimon World (Project)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora