Capítulo 12

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Estaba nervioso y lleno de adrenalina al mismo tiempo. Recuerdo que Nélisse me sacó de mi apartamento al acabar nuestra esclarecedora conversación y me condujo de inmediato a los laboratorios. La seguridad por la noche era mínima y tan sólo había un personal limitado trabajando en las instalaciones, por lo que ataviado con un uniforme blanco conseguí dar el pego y pasar inadvertido.

Nunca había visto más allá de los pasillos que conectaban mi habitación asignada y la sala donde nos sumergíamos en el Digimon World, así que me sorprendí al atravesar un ala llena de digimon enjaulados y alicaídos en el interior de sus frías y solitarias celdas. «¿Por qué el ser humano era tan terrible», pensé con un nudo en el estómago a causa de Kougamon. Imploraba que estuviera sana y salva.

Nell, como decidí llamarla en mi cabeza —sé que me hubiera matado de decirlo en voz alta, pero tras conocerla en persona no pude evitar sentir muchísima empatía y me nacía referirme a ella de manera cariñosa—, me explicó que cuando un jugador era eliminado, su compañero digimon era enviado a la sala de desechos. Allí realizaban un último estudio a los sujetos de experimentación antes de proceder a su eliminación —básicamente les asesinaban a sangre fría para generar un digihuevo con el que seguir investigando a futuro—. Mi corazón latía a mil por hora a cada paso que dábamos

Al llegar me quedé boquiabierto ante la aberración que vieron mis ojos: mesas manchadas de sangre, piezas metálicas por doquier con rasgos similares a los de un digimon y frascos que conservaban objetos como si fueran premios, como uno de los guantes de Citramon. Esa sala era un auténtico horror y en el medio, dentro de un tubo de cristal conectado a una máquina, estaba mi compañera.

—Debo desconectar el programa para que no despierte de forma traumática, pero necesito que rompas el cristal a la señal, Echo —me ordenó Nélisse—. He desconectado las cámaras de seguridad del complejo para que no descubran mi implicación, pero ha de parecer que lo has hecho tú mismo —explicó mientras tecleaba deprisa en el ordenador, con unos guantes de plástico, deteniéndose en silencio—. Es el precio a pagar por su liberación... Después podrás irte.

—¿Irme? ¿Y qué pasa contigo? ¿Qué pasa con Assim y vuestros digimon? 

—Debo señalarte como culpable para que todo salga bien. Sería egoísta pedirte nada más si lo piensas. —Los remordimientos hablaban por ella.

Me acerqué a su posición, le miré a los ojos y le dediqué una sonrisa. La entendía y no la culpaba por sus acciones pasadas, al contrario de lo que ella misma hacía.

—Viniste a mí, me pediste ayuda y yo acepté. —La guiñé un ojo—. Me comprometí a llegar hasta el final y eso es lo que tengo planeado hacer, no lo dudes.

El trabajo de Nell le requería muchísimo sacrificio. La situación desde el Cataclismo —el choque entre el mundo humano y el digital que dio origen al Último Mundo donde vivimos— era devastadora y jugaba en contra de la raza humana, por lo que apenas tenía vida social y mucho menos amigos con los que estrechar lazos. Eso daba sentido a su actitud.

Nélisse asintió con su característico rostro serio y continuó pirateando el sistema informático. Tenía todo calculado para cubrir su rastro: tan sólo debía hacer coincidir un protocolo errático con...

—¡Ahora!

Con todas mis fuerzas golpeé el cristal con una silla metálica que había amarrado. Una, dos y tres veces más hicieron falta para resquebrajarlo y conseguir hacer que explotara. Acto seguido miré mis manos arañadas y me apresuré a desconectar a la ninja de los cables adheridos a su cuerpo, la cogí en brazos y sequé su rostro hasta que despertó.

—¿E-echo? —Me miró atónita.

Gracias a Nell supe que desde su nacimiento Kougamon había estado dentro de la realidad virtual, donde ella misma se consideraba un programa más. Jamás había estado lúcida en el mundo real y además, tras su segunda derrota, su mente había sido sumergida en un coma profundo... Así sería dócil y manejable.

Digimon World (Project)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora