13: rompecabezas.

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La pequeña Yang Sunbyul temblaba de frío en aquella caja de cartón en la que la anciana la había encerrado desde su primer día ahí. Sólo la dejaba salir dos horas al día, para vivir su tortura física diaria. Comía carne cruda o alimentos vencidos como su única comida diaria, y al no poder procesarla, la anciana restregaba el vómito en su rostro y le hacía comerlo. La bañaba con agua casi congelada, y se tenía que secar con el aire, aquello incluso llegó a causarle principios de hipotermia. No eran precisamente los mejores días de su vida, y lo único que la mantenía viva era pensar en Jungwon y en su madre, en la promesa que le había hecho a su padre en su lecho de muerte de que cuidaría de ellos. 

Lo único que ella podía ver fuera de su caja era un pequeño rectángulo que le daba luz a su oscuridad, ya que aquella anciana quería convencerla de que ella sólo era "basura", por lo cual literalmente la había encerrado en una caja pintada y diseñada como un basurero, y lo cierto era que casi lo lograba. Mientras más pasaba el tiempo en el que ella no le veía principios ni finales a sus días, había empezado a perder esas efímeras esperanzas de que su familia la encontraría. Hasta que un día, mientras ella lloraba sin fuerzas por el hambre que tenía, pudo sentir algo cayendo sobre sus piernas. Era un pastelito con relleno de limón, envuelto aún en su cobertura de plástico. Suficientemente extrañada para que su llanto se detuviera momentáneamente, se asomó al orificio de su encierro, encontrándose con un par de comprensivos y tristes ojos negros.

— Por favor, no llores —le pidió en voz baja, señalándole el pastelito—. Come un poco, ¿okay? Te traeré todos los pastelitos que quieras.

Sunbyul lo miró confundida, sin entender quién era ni cómo había terminado ahí. Temió al pensar que se trataba de otra víctima como ella, pero a diferencia de ella, él estaba bien vestido. Peinado, bañado, olía como los chicos de la escuela cuando llegaban a clases, antes de sudar por las actividades físicas de sus días. Sin embargo, Sunbyul pudo notar algo en su rostro que no había visto en todo ese tiempo en el rostro de la anciana, o de aquel hombre al que ella le asignaba el deber de "bañarla". Algo que no debía pertenecer a esa inocente y dulce mirada.

Culpa.

¿Por qué se sentía culpable? Se preguntó a sí misma, pues no lo conocía ni lo reconocía como alguien que le hubiese hecho daño. Para intentar darle calma, abrió el pastelito y se lo comió de un bocado, su carita revelando la falta que le había hecho comer algo en buen estado. El chico soltó una lágrima con una pequeña sonrisa de ternura, ella no merecía vivir así. Se había enterado de su presencia el día anterior, al ver a su abuela alejarse de él en silencio y sospechar de su prohibición de ir al sótano. Sabía por su padre que su abuela estaba empezando a sufrir de demencia senil, y temía que uno de síntomas fuera recrear el abuso que había visto a los padres de su difunto esposo darle a su hijo. La señora, eventualmente, se convirtió en todo lo que prometió destruir.

— Toma —le dijo, entregándole un pequeño juguete—. Es un rompecabezas, te mantendrá distraída cuando lo necesites.

Ella tomó el juguete entre sus manos, una pizarra dividida en varios cuadros móviles, que pasabas de un lado a otro con un solo espacio libre hasta armar la imagen que se escondía. Guardó el juguete con aprecio, como su posesión más preciada, y miró al chico de nuevo.

— G-G-Gracias— le dijo, con una pequeña reverencia.

— Lo siento— le dijo, con la voz rota.

— N-No, no es tu culpa —le dijo Sunbyul, limpiando las migajas en las comisuras de sus labios—. N-No te s-sientas mal p-p-por mí.

El chico la sacó de la caja y la cubrió con su suéter al ver cómo temblaba de frío, antes de que pudiera decir otra cosa, su contacto visual se vio interrumpido, al igual que su silencio.

white day | jakehoon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora