14: policía bueno, policía malo.

128 8 8
                                    





— ¿Te queda tinta en tu marcador negro?

— Toma— le dijo Sunghoon, entregándole el marcador a Jaeyoon.

Los dos estaban dibujando en hojas que les había dado el maestro Park luego de que ambos terminaran su tarea mientras esperaban a que sus compañeros también lo hicieran. Sunghoon ese día tenía una bandita de oso en su frente puesta por Jaeyoon, ya que se había caído de una rama alta cuando fue a buscar su osito de felpa que había quedado atrapado en la rama de un árbol cuando los chicos mayores del orfanato lo lanzaron para molestarlo. Tenía un par de rasguños, pero ya había parado de sangrar. Había estado muy serio desde que lo vendaron y trataron sus heridas, lo que le hizo creer a Jaeyoon que estaba molesto, pero sólo Dios sabía que Sunghoon no podía molestarse con él.

— ¿Te duele mucho?— le preguntó Jaeyoon, algo avergonzado.

Sunghoon simplemente negó, aún concentrado en su dibujo. 

— ¿Estás seguro?— le preguntó, con la esperanza de escuchar por lo menos unas palabras de su parte.

Pero Sunghoon sólo asintió para luego suspirar, como si aquello le estuviese cansando —o al menos así lo interpretó su amigo. Jaeyoon lo miró un poco más, sintiendo cómo pequeñas lagrimitas se formaban en sus ojos, pues le daba mucho miedo pensar que había hecho que Sunghoon se enojara con él, sobre todo cuando Sunghoon era la persona más importante para él en todo el mundo. Por lo cual apenas sintió que ya no podría retenerlo, simplemente dejó el dibujo que había hecho sobre el de Sunghoon y salió corriendo del salón, sorprendiendo tanto a su amigo como al maestro Park.

— ¡Jaeyoon!

Sunghoon miró el dibujo de Jaeyoon, y entendió el por qué había huido. Le había hecho una adorable carta de disculpa por lo que había pasado, y en el fondo había un adorable dibujo de Sunghoon con una capa que decía "gracias por siempre ser mi héroe, Hoonie". Sunghoon corrió a él, encontrando al pequeño Jaeyoon en el baño, abrazando sus rodillas, llorando. Sunghoon se acercó a él con cuidado y lo abrazó, y cuando Jaeyoon notó que quien lo abrazaba era Sunghoon, se deshizo en sus brazos.

— Perdóname, por favor, Hoonie— le pidió, llorando.

— Jaeyoonie, no estoy molesto contigo —le dijo, escuchar los sollozos de Jaeyoon le rompía el corazón—. No importa lo que sea que necesites, voy a ayudarte, ¿okay? Porque tú eres todo lo que necesito.

— N-No quiero que me dejes— sollozó Jaeyoon, un poco más calmado.

— Nunca, Jaeyoonie —le dijo él, abrazándolo con más fuerza—. Nunca voy a dejarte. 

Y así fue, desde ese día a los siete años, siempre que lo tuvo cerca, nunca lo dejó solo.





















— Sunghoon, por favor, déjame conservar el respeto que tengo por ti y dime que estabas jugando.

A este punto de su conversación, Jay ya tenía una de sus manos en su cara masajeando el puente de su nariz intentando mantener su compostura y no explotar de risa. Sin embargo, la seriedad con la que Sunghoon le había hablado de los acontecimientos de la noche anterior no lo ayudaba mucho. 

— ¿Qué tiene de malo? —le preguntó, mirándolo a los ojos—. ¿Eso no es lo que haces con Heeseung?

— Por Dios, Sunghoon, para ser un chico tan maduro en serio eres un bebé —terminó de reírse, negando en sorpresa—. Claro que Heeseung y yo lo hacemos, antes de llegar a la parte buena. ¿En serio creías que el sexo era besarse sin ropa?

white day | jakehoon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora