Tregua

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–¿Me puedes acompañar? –le ofreció su mano para que caminarán juntos.

Ella lo miro con desconfianza. Gyuu entendió de inmediato que no fue bien recibido su gesto, todavía no se hacia la idea de que su esposa lo viera como un extraño.

–No tengo tiempo para salir de la finca –respondió reacia–. ¿Por qué no podemos hablar aquí?

–Es cerca y te prometo mantener la distancia –dijo alejando su mano–, te prometo que no te quitaré mucho tiempo –volvió a insistir.

Lo miró unos segundos antes de asentir y seguirlo en silencio.

Se debatía internamente, que podía decir para alivianar la tensión entre ellos.

Otra vez el sentimiento de angustia, Shinobu era la que tenía la capacidad de romper el hielo, siempre fue así desde el principio hasta cuando pensó que de verdad lo odiaba.

Se atrevió a mirarla de reojo, era como al principio no dejaba que pudiera verla más allá de su aparente sonrisa eterna. Por suerte ya la conocía demasiado y podía intuir sus estados de ánimo. Sin embargo, ella lo veía como alguien que solo era una carga. Trato de alejar esos pensamientos, no le servía pensar así si quería arreglar las cosas.

¿Y sí debía aceptar qué ya no volvería hacer las cosas como antes?

No podía obligarla a quedarse con el si no quería.

Sus ojos casi por inercia recorrieron su perfil y fuero bajando por su cuello hasta llegar al nacimiento de sus senos que terminaba para su frustración ocultos por la tela de su kimono. Decir que la anhelaba, era poco, esa mujer de apenas de un metro cincuenta lo estaba volviendo loco.

El crujido de una rama bajo sus pies lo hizo volver. Aparto la vista de inmediato estaba siendo demasiado notorio, para su fortuna ella se encontraba sumergida en sus pensamientos.

Tenía claro que si se daba cuenta era capaz de enterrarle un cuchillo, esa mujer siempre portaba uno. Además, lo que menos quería era que pensará que era un degenerado, menos después de la pelea de anoche.

Sin dudar se arrepentía de cómo había actuado no le era fácil expresarse, por eso cuando le dijo que lo dejaba libre entró en pánico y lo único que fue capaz de hacer fue impedir que se fuera, por un segundo pensó que si dejaba qué se marchara ya no habría vuelta atrás.

Pero, todo se salió de control ella lo golpeó y el término explotando, sabía que era una estupidez, pero disfrutó tanto poder besarla, si fuera por el la situación de anoche habría terminado de forma diferente.

Por lo menos se consolaba al ser ella quien lo besara primero, eso significa que no le era tan indiferente como pensaba. Aunque la conocí bien y pudo hacerlo solo para provocarlo.

–Ara, ara Tamioka-san –dijo para llamar su atención–. Me preguntó por qué es necesario venir al bosque para poder hablar.

–Pensé que te gustaría verlas.

–¿Verlas?

No pudo evitar sonreír le hizo gracia ver su cara de confusión, algo no muy común en ella, antes de recibir un represalia de su parte apuntó al suelo.

Aquí estoy, Shinobu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora