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Arizona Slowt

La falta de oxígeno me despierta a media noche, veo a mi alrededor, buscando indicios de que alguien me atacará pero no hay nada, veo a mi derecha y con manos temblorosas tomo las pastillas. Con un intento de paciencia, hago los ejercicios que veo en YouTube para controlar la respiración, siento como si algo fuera a estallar y el mareo se hace presente, pero, yo me concentro en el aire que está entrando a mis pulmones.

Me concentro en pensar que no voy a morir.

Pasan alrededor de ocho minutos, me he calmado pero aún tengo la sensación de molestia en mi pecho, no enciendo la lámpara de noche, no grito para que mi madre venga, solo me quedo mirando un punto fijo en la ventana. Ya puedo respirar bien pero el susto no pasa, clavo mi vista en la ventana. Me concentro en las ramas que forman una mano sosteniendo a la luna que está brillando con intensidad, las nubes a su alrededor no se atreven a opacarla.

Me levanto de la cama despacio y como si algo fuera a atacarme, camino con cuidado sin perder la vista de la luna.

–¿Me quieres decir algo? –Pregunto, mirándola.

No obtengo respuesta pero las ramas del árbol tiemblan, el viento se vuelve fuerte y la temperatura baja, así que, el frío se filtra por mis huesos cuando decido abrir la ventana. Suspiro. A veces sucede, ataques de pánico mientras duermo, pero, por alguna razón siempre es en mi cumpleaños o dos meses después. Como si la vida tratará de advertirme algo, como si quisiera decirme qué es mi fin. Mi cabeza duele pero me apoyo en la ventana, mi respiración es calmada, lo que hace que deje de oír a mi acelerado corazón, con los ojos cerrados meneo la cabeza, buscando la letra de una canción bonita en lo profundo de mis recuerdos.

–Dime luna, ¿algo no anda bien? –Vuelvo a susurrarle al centro de luz que está a millones de mi.

La luna. Ella siempre ha tratado de decirme algo pero simplemente no lo entiendo, quisiera gritarle para decirme que me enviará los mensajes con más claridad, pero, ella solo brilla con más intensidad. Ella solo brilla con más intensidad desatando el caos dentro de mi.

Un reflejo hace que baje la vista al patio, el reflejo de un rayo que ha tirado la luna. Me quedo quieta, no me muevo, solo lo observo, dejando que mis cosas nasales se inunden de su aroma mezclado con el viento que me arrebata lo poco que queda de el. Mi corazón se dispara y aunque quiera gritar, no lo hago, pero al final, retrocedo y niego con la cabeza, alejándome de la ventana pero sin cerrarla. Es una ilusión, el pánico hace que cree ilusiones, nadie está abajo. Yo puedo.

Pero lo viste por mucho tiempo, es real.

Niego con la cabeza y con seguridad, me vuelvo a acercar a la ventana y veo donde estaba la sombra. No hay nada, ni hay nadie, pero, ese olor... ese olor no se va. Niego quitando esos pensamientos de mi cabeza y suspiro aliviada al volver a ver que no había nadie, tampoco olía alguien. Sonrió incondicionalmente.

–Estamos locas, ¿no? –Le doy una última mirada a la luna, bajo la ventana y la aseguro. Vuelvo a mi cama y el efecto de las pastillas me dejan dormir nuevamente.

***

La oscuridad está en todo el mundo. Puedes ser la persona más amable, más amada, solidaria pero, la oscuridad siempre está ahí. Es tu defensa para protegerte del mundo exterior, es donde te escondes cuando la luz ilumina demasiado, tanto que te deja ciega. Y, a causar de esa ceguera; no distingues los bueno y lo malo.

Suelto un suspiro, mientras termino de hacerme una trenza. Molly me mira por el espejo.

–Mi turno. –Asiento y me levanto para que ella se siente. Me haré una trenza.

Secuestrada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora