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Arizona Slowt

–¡Bastardo! –Golpeó con fuerza la puerta. –¡Déjame ir, idiota! Estoy muy joven para morir y no dar lucha.

He estado toda la madrugada gritando y pateando todo lo que veo, haciendo ruido para estresarlo, sinceramente no sé qué ganó con esto, pero él ya me ha confirmado que voy a morir (qué ya lo sabía, pero no perdía nada intentando persuadirlo) así que ¿por qué no lo hace ahora? Me niego a seguir durmiendo aquí, prefiero que me coman los lobos a que ese malnacido vuelva a ponerme una mano encima.

–¡Vamos! ¿No es que me tienes mucho cariño? –Vuelvo a golpear. –¡Da la puta cara!

La puerta se abre de golpe, lanzándome al suelo, suelto un quejido de dolor cuando mis codos impactan al caer.

–¿Te has vuelto loca? –La furia emana de su cuerpo. –¿Qué no puedes dejarme dormir por una puta noche?

–¿Yo me he vuelto loca? –Me levantó y lo encaró. –Tú eres un enfermo, ¡vamos, mátame ahora! ¿No es que me tienes mucho cariño? Acaba con este maldito sufrimiento.

Su rostro refleja sorpresa.

–Estas loca.

–¿Yo? –Suelto una carcajada y golpeó su pecho. –Tú eres un jodido egoísta, un secuestrador, eres asqueroso... –Le digo. –Yo te ofrecí soluciones y solo las desechaste como si nada, ¡ni siquiera tomaste el tiempo de pensarlas! No estaba mintiéndote, no cuando mi vida está en juego. ¡Tengo una familia que me espera en casa! –Sigo golpeando su pecho. –¡Déjame ir, maldito asqueroso! Solo tengo dieciséis años, ¿te parece correcto ir secuestrando a chicas pequeñas?

–Ari...

–¿Te crees muy hombre? Lo que eres es un cobarde, cretino, asqueroso, te vas a pudrir solo por ser un maldito hijo de...

No logro terminar la frase porque su puño impacta con mi rostro, tirándome al suelo, escuchando pitidos y sin poder enfocar la mirada. Sé que un grito sale de mí porque puedo sentir la vibración del mismo, pero no logro escucharlo. Cuando intento decir algo, el aire se escapa al sentir como patean mi estómago, la confusión está ahí, pero se lo que está pasando, me está golpeando.

–¡... Y no paras, solo sigues y sigues! –Logro volver a escuchar. –Eres una puta niña, no tengo porque demostrar si soy hombre o no, ya has sacado tus putas conclusiones.

–Y-yo...

No me deja hablar, para de golpearme y enseguida siento como jalan de mi cabello y me arrastran por el suelo, toso intentando recuperar la respiración, la fuerza con la que aporreaba la puerta al principio, ha desaparecido. Mi cabeza impacta contra el piso cuando deja de arrastrarme de cabello, me siento desorientada y solo quiero cerrar los ojos.

–¿Ya me vas a dejar dormir? –Su cuerpo está encima de mí. –¿O buscas algo más de mí?

De un momento a otro, logro estar consciente de lo que está pasando justo ahora, pero no tengo más  fuerzas para apartarlo lejos de mí. Siento como quita la parte baja de mi buzo, como el frío suelo hace contacto con mi trasero. Me ha quitado la ropa. Puedo verlo todo con claridad, pero no desde abajo, lo veo desde arriba, como si yo me encontrará de pie, presenciando toda la escena.

Tirada en el suelo, llena de sangre, con una persona que se ha quitado su buzo encima de mí y forcejea conmigo, me grita, yo intento zafarme, pero no es suficiente.

–¿Esto es lo que querías? –El asco me inunda, el miedo me ahoga. –Solo siéntela, tu rabia solo logra excitarme más. –Puedo sentir como su miembro toca mi vagina y hace círculos con el mismo en ella.

–Por favor, no... –Suplicó.

–Yo no quería hacerte esto, me obligaste. –Dice. –Es tu culpa, no mía, tuya.

–No...

–Y no sabes cuánto lo deseo.

Terminando su frase, me penetra con fuerza y yo solo puedo soltar un grito debido al ardor que siento, solo puedo soltar golpes a ciegas y seguir gritando debido al dolor que me está causando.

–¡No, para! –Lloro.

Él sale y entra cada vez con más fuerza. Levanta mi camisa y toma mis pechos, pues sentir como los lame, como juega agresivamente con ellos y para ese entonces, yo he dejado de luchar, he dejado de hablar, solo puedo sentir el ardor y dolor que ha provocado en todo mi cuerpo. Sentir como mi alma se ensucia, como me arrebatan la inocencia, solo puedo cerrar los ojos y dejar de luchar. Lo caliente se siente en mi interior cuando él suelta su último gemido.

–Esto es solo tu culpa. –Logra decir entre jadeos, toma mi rostro y me da un beso en los labios. –Me provocaste, yo no quería hacerte daño de este modo. Tú te lo buscaste. –Se aparta de mí. Limpia su miembro en mi ropa, se levanta y sale por la puerta con la misma rapidez que vuelve y me tira ropa limpia al lado junto a una toalla. –Para que te bañes, luces asquerosa.

Quita la cadena de mi pie, pero no me muevo. No logro reaccionar, estoy aturdida, adolorida y diría que triste, pero no siento nada.

–Te dejó sin cadenas para que te bañes tranquila, descansa.

Una lágrima se desliza y lo veo, está agitado, me está viendo con asco, arrepentimiento... ¿con dolor? Las lágrimas no paran, pero no emito ningún sonido.

–Gracias.

Logro decir y él solo asiente, dejando de lado la sorpresa de que esa sea mi única palabra. Dejando de lado lo que acaba de pasar, él se va y me deja tirada en el suelo, golpeada, sangrando y recién violada.
Porque sí, él acaba de violarme.

Él ha terminado conmigo.

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