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Arizona Slowt

–No puedes estar enojada conmigo.

No le contesto.

–Ari, linda.

–Déjame sola. –Suelto después de una semana sin querer hablar.

–La soledad es muy mala, cariño. –Empieza a jugar con mi cabello, yo no me muevo. –Tú estas muy deprimida, imagínate lo que puedes hacer si te dejo sola, no queremos que te pase algo.

Me muevo incómoda, intentando alejarlo, pero no funciona.

–De quien me tengo que proteger es de ti, maldito monstruo.

–Tengo un nombre.

–Me interesa tanto...

Chasquea la lengua y siento como jalan mi cabello, él me ve con picardía y yo lo veo con desprecio, quizá ni eso, no merece que sienta algo por él.

–Estas muy alzada, ¿no crees? –Se acerca y me deja un pequeño beso en la mejilla. –¿Quieres que te eduque? –Me suelta y aprieta mi pierna. –¿Quieres que te eduque como lo hice la última vez?

Mi vista se vuelve borrosa por las lágrimas que se acumulan en mis ojos, mi corazón se acelera y por un momento me veo suplicándole que no me haga nada, que haré lo que quiera, que me portaré bien, pero eso nunca sucede, el miedo ha desaparecido y en su lugar, la resignación se hace presente. Lo qué pase ahora, realmente no me interesa. Estoy destruída.

–Haz lo que quieras.

Alza una ceja.

–Me rindo.

Termino y él suelta una risita maliciosa, me acerca a él y me abraza. Empiezo a llorar en su brazos sin darme cuenta y no porque me esté brindando consuelo, ¿cómo alguien como él podría consolarme después de hacerme daño? Lloro en sus brazos porque me hace temblar y porque es la única persona que está cerca, es con la única persona que tengo contacto. Él es la única persona que me abraza y que tarde o temprano acabará con mi vida.

–Oh, Arizona... –Besa mi cabeza. –No quería nada de esto para ti, lo sabes ¿no? –Yo asiento, no hago nada más que asentir. –Quizá todos me vean como un monstruo que te arrebato la vida, pero dudo mucho ser el villano en tu vida.

–Dices estupideces, me has arruinado.

–Si, tienes razón, pero es la consecuencia de tus actos. –Me suelta mientras se para. –Tus actos tienen consecuencias y yo me encargo de que pagues.

–Solo soy una niña, ¿qué te debo?

–Eres mi niña.

Asco, asco, asco.

–¿Cuándo me librarás?

Camina hacía la puerta y ríe mientras niega, voltea y me ve con esa sonrisa que logra confundirme y darme esperanzas de que saldré pronto, aunque o sea así:

–Pronto tu cuerpecito estará colgando como murciélago en el parque que tanto amas.

Desaparece y cierra la puerta.

Pronto.

***

¿Es mi culpa?

Esa pregunta no para de resonar en mí. Todo lo que está pasando ¿es culpa mía? Si alguien me hubiese dicho que salir a correr está mal, juro que no hubiera salido a correr, pero yo no era la única que iba a correr. Quiero entender todo, en mi casa hay un hombre que me respeta y me ama con todo su ser y él no es un monstruo, ¿por qué entonces las otras personas si lo son? Aparte, ¿qué hice yo para cruzar camino con este loco?

Jed, se supone que es mi amigo ¿no? ¿Entonces por qué me vendió? ¿A quién tenía que recuperar?

Maldita sea, maldita sea, maldita sea.

¿Cómo este mundo puede estar tan podrido? Porque ¿cómo le explicas a una niña que no debe usar su prenda favorita porque se le marcan los pechos? ¿Cómo le dices sin hacer saltar las alarmas que si alguien le dice "juguemos al papá y a la mamá" debe decir que no y huir de ahí?

¿No se supone que las autoridades nos protegen?
Pero si un hombre dice "yo te protejo" ¿de quién nos protege? ¿De otros hombres?
¿De quién debemos protegernos? ¿De esas amigas falsas que solo hablan mal o de la chica que planea dejarme inconsciente con su amigo drogado, viceversa?

Solo quiero salir de aquí, solo quiero estar en paz.

Secuestrada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora