Arizona Slowt
Me pregunto si las demás chicas y chicos han sentido el mismo miedo que siento yo. El no saber qué ocurrirá después, la ansiedad de escuchar el sonido de la madera crujir bajo los pies de nuestro captor. Me pregunto si pierden la esperanza el primer día o mueren con la esperanza viva, "mi familia me encontrará", aunque el corazón ya no palpite.
Yo miraba los casos y siempre compartía información por internet de cómo hay que cuidarnos, quizá eso los atrae a nosotros, quizá las personas que más queremos vivir somos las desafortunadas. Ya saben, a los que les detectan un tumor a temprana edad, los que nacen sin poder caminar ¿no son ellos los que más aman la vida sin ni siquiera comenzar a vivirla?
Es triste ver cómo algunas personas somos muy saludables y nos quejamos hasta de lo más mínimo, que triste.–¿Me golpearás con esa botella? –Le preguntó, él niega y sigue jugando con ella. –Bien.
Con los días, mi actitud se ha vuelto menos agresiva, yo ¿qué ganó si me portó mal? ¿Una muerte más rápida o torturas lentas? Prefiero ceder y no es que me haya rendido, pero el sentir como quema mi cuerpo con cigarros, como pone una toalla en mi cabeza y luego intenta ahogarme con litros de agua, como me toma fotos echa mierda, no es lindo... Quizá ceder es de cobardes, pero ¿me hace una cobarde tenerle miedo a alguien que no me deja dar más de tres pasos cuando ya pone un cuchillo en mi garganta? No, yo he sido muy valiente.
Y hasta ahora, he sido una sobreviviente.
–¿En qué piensas? –Pregunta, mientras se sienta a mí lado y me ofrece una botella con agua, la tomo con rapidez y tiemblo al destaparla. –Tranquila, no te la quitaré.
Por alguna razón, sus últimas palabras logran tranquilizarme y dejo de temblar, estoy muy deshidratada, destapó la botella y bebo lentamente de ella, aunque mi cuerpo quiere bebérsela de un solo. Antes... cuando él se sentaba a mí lado, temía. Siempre terminaba con un corte en la pierna o una quemadura de cigarro, ahora creo que estoy acostumbrada a que se acerque, hable, se altere, me ataque y se vaya.
Porque eso es lo único que hace, irse, dejándome con muchas alucinaciones. Quizá este momento sea una alucinación y ya no esté aquí junto a él.
Quizá yo ya esté colgando de un puente.–¿Vas a responder? –Doy un saltito en mi lugar, al mismo tiempo que lo veo directamente a los ojos y mostró asentir. –Bueno, te cedo la palabra.
–¿Cuándo moriré? –Ladea la cabeza.
–¿Por qué la pregunta?
–Quiero saber para irme preparando mentalmente.
No dice nada, solo quita su mano de mi cuerpo. Rasca su nunca y echa la cabeza hacia atrás. Suelta un enorme suspiro, vuelve a mirarme.
–Eres a quien mejor he tratado y la que más ha durado, no es que hayan sido muchas... pero Arizona, creo que te he cogido cariño.
–¿Bromeas? –Suelto, él no titubea.
–No te diré cuando morirás porque no quería que eso se aflija, suficiente tienes con estar en esta pocilga. Te he cogido cariño, no me voy a engañar con eso y quizá esa es la razón por la que no te he matado. –No apartó la mirada. –Pero en algún momento lo harás, te lo aseguro.
Una sombra de tristeza pasa por sus ojos, el asombro en mi cuerpo es notable y por un momento, siento lástima hacia él. ¿Qué le habrán hecho para terminar así? No creo que toda su vida haya sido un mal hombre, pues, está joven.
–¿Por qué no me dejas ir? –Preguntó y él suelta una risa ronca.
–¿Para qué vayas a la policía? –Niega. –No, Arizona.
–Yo no iré con la policía, yo solo quiero vivir. –Le suelto más como una súplica.
Él acaricia mi rostro, mi cuerpo tiembla por la ansiedad del momento, el miedo me invade cada vez más y es que, en mi vida he sido tan sincera. En su rostro puedo ver la tristeza, la aflicción, pero ¿cómo puedo compadecerme del hombre que ha tratado de matarme y a acabado con la poca salud mental que me queda?
–Quizá en otra situación hubiésemos sido amigos... –Suspira, mientras se levanta. –La edad no sería un problema, correríamos en el parque mientras intentamos mejorar nuestro físico, tú me hablarías de cosas adolescentes y yo te aconsejaría. Creo que, en otras circunstancias nos llevaríamos muy bien.
Mi corazón se acelera y una lágrima cae por mi mejilla, se desliza lentamente hasta que otras le siguen.
–Podemos... podemos hacerlo aún, ¿bien? Puedes liberarme, dejar que me recupere y podríamos hacer todo eso, n-no hay necesidad de todo esto, por favor.
La duda se hace presente en él, puedo sentirlo, puedo verlo en sus ojos, pero, él niega. Aun dudando de mi palabra, él niega, aun con la duda en su cabeza, él niega.
–Me temes... –Dice.
–¿Es eso? –No pienso y solo hablo. –¿Es por qué piensas que te tengo miedo? –Preguntó. –Pues, lo podemos resolver, podemos hablar de eso, ¿no hacen eso los psicólogos? Podemos hablar y resolver nuestros problemas, solo tienes que sentarte y preguntarme, yo respondo y viceversa, ¿no? Y luego me dejas ir, somos amigos, lo que quieras, por favor, piénsalo.
La desesperación habla por mí, pero sí ser amigo del monstruo me hace vivir, lo seré. Él me ve fijamente y acerca su mano a mi rostro, donde limpia las lágrimas descontroladas que caen por este.
–Dices todo eso para poder irte, no debes tratar de convencerme. –Dice. –Porque no está funcionando.
–¡No trató de convencerte! –Retiró su mano y me levanto del catre, mis piernas fallan, pero logro mantenerme en pie. –No trató de hacerlo, estoy proponiendo soluciones, más de las que una chica de dieciséis años puede proponer y tú ¡solo te niegas! –Explotó. –¡No te estoy mintiendo, no lo hago y debes creerme!
–Por favor, basta. –Se levanta. –Solo estas empeorando las cosas.
Niego, sintiendo el corazón en la mano.
–¿Cómo puedes decir qué me has cogido cariño y me haces esto?
–No te miento.
–¿Cómo puedes querer a alguien y querer tirarla a los lobos? ¿Por qué yo?
–No lo entenderías, cállate la puta boca.
Sollozó tras sollozo, el aire me hace falta y el cuarto de hace aún más pequeño.
–¡Solo dame una respuesta!
Y quizá, solo quizá, pasa por mi mente el pensamiento de "no debí pedir eso", porque normalmente las respuestas duelen, arden y matan.
–¡Porque quiero matarte! –Grita furioso, tirándome contra la pared, suelto un quejido de dolor. –Quiero despellejarte lentamente y escucharte gritar del sufrimiento, ver cómo te vas quedando sin sangre, quiero arrancarte las uñas y los dientes, quiero matarte ¿no lo entiendes? –Mis latidos van de rápidos a lentos. –Solo quiero asesinarte.
Me deslizo por la pared sin parar de llorar, sintiendo como las esperanzas de mi libertad se van. Yo solo... lo veo.
–Puedes cambiar eso, podemos arreglarlo.
Él se agacha, toma mi mentón y su mirada se vuelve fría.
–No intentes cambiar a alguien que no dudará ni un segundo en clavarte una aguja en el ojo.
Me suelta bruscamente, se levanta y se va, cerrando con brusquedad, dejándome sin nada que decir, con las esperanzas rotas, con el corazón en pedazos.
Condenándome a un destino peor que la muerte y también a la misma muerte.
ESTÁS LEYENDO
Secuestrada
Mistério / Suspense"No tienes escapatoria, lo mejor que puedes hacer es resistir, resiste hasta que la muerte llegue por ti." Es para todas las personas que quieren volver a casa siempre. Para todas aquellas a las que le arrebataron la libertad.