~18~

680 25 3
                                    

Arizona Slowt

Hoy es un buen día para morir.

Suelto una risa.

–O para volverte más loco.

–Quizá para empezar cortándote la lengua.

Guardo silencio.

Carajo, es un maniático y no sé en qué momento caí en sus redes, tengo dieciséis años ¿como no pude darme cuenta de que algo andaba mal? ¿Cómo no me di cuenta de que aquel chico que conocí por casualidad en el parque no era bueno?

Pero su compañía me hacía sentir bien.

Soy una idiota y por mi descuido voy a morir, mi familia sufrirá y yo seré una más de la lista. Seré todo aquello que nunca quise ser y no sé qué es peor: morir por confiar o morir por amar.

¿Las demás...?

¿Por qué pienso en las demás? Debería pensar en mí, en lo que está pasando justo ahora, no sé nada de mi familia.

–¿Cómo está mi familia?

–Hecha mierda.

–Oh.

Es lo único que sale de mí, un "oh" porque no soy capaz de decir algo más, me duele saber que están así por mi culpa, pero ¿cómo iba a saber yo que no todos tienen mi mismo corazón?
Sé que en el mundo hay gente mala, pero ¿no se supone que la gente buena se lleva con gente buena y se suman?

Es caótico.

–No te tengo miedo. –Digo con más miedo que firmeza.

–No espero que lo tengas, Ari. –Dice. –Solo espero que te acostumbres o mueras, cualquiera esta bien.

–¿Crees que morir a mi edad está bien?

Hace una mueca.

–Pues todos morimos, ¿no es así? –Hace una pausa–. A tu edad mueren por sobredosis, suicidio, fallas en el corazón, ya sabes, cosas sin importancia.

¿Sin importancia?

–¿Te parece normal? –Preguntó.

–Obvio, todos estamos destinados a morir.

En eso tiene razón.

–Pero...

–Ya cállate, haces mucho ruido y debo concentrarme.

Suelto un suspiro y cierro los ojos, hoy me ha dado un baño y me trajo ropa limpia, también me puso a limpiar el cubo donde hago mis necesidades. Hoy está más calmado que otros días, quizá yo lo altero, quizá esto es mi culpa, pero ¿cómo podría culparme de estar encerrada en contra de mi voluntad?

¿Me culpó o no me culpó?

Tantas preguntas y ninguna maldita respuesta... me estoy volviendo loca en este lugar.

Hace frío, ese frío que cala a los huesos y hace doler la cabeza. Ese frío no solo físico, también emocional que te vuelve un poco más inestable cada día. Ese frío que se mezcla con la soledad, una soledad que ninguna persona debería pasar.

–Por favor, déjame ir... –Le susurró.

Él voltea a verme, se acerca y se sienta a mi lado.

–Arizona... –Toca mi pierna. –He sido el primer hombre en tu vida, pude sentirte cuando sangrabas y podía adentrarme a ti con más facilidad, quiero decirte que también fuiste la primera niña en hacerme querer cambiar, me hiciste sentir mejor y yo sé que quieres irte de este lugar... ¿quién querría estar atada a alguien que no ama? No me amas como yo te amo a ti. –Toma un suspiro. –Y nunca me amarás después de todo lo que te he hecho, tú y yo estábamos destinados a estar juntos, pero sé que ya no es así, sé que no podemos hacer esto y sería tonto de mi parte forzar a que me ames, a tener un nuevo comienzo.

Mi corazón se acelera.

–¿Dejarás que me vaya? –Preguntó en un susurro.

–Claro que sí, cariño... –Pone su mano en mi mejilla y por primera vez, siento que dice la verdad. –Dejaré que te vayas con gran dolor en mi corazón, dejaré que te vayas porque eso también es amor.

–Yo...

–Solo dame dos días para acostumbrarme a tu partida.

Y al finalizar esa oración, se levanta y se va, ni siquiera puso el candado, él... me dejará ir.

Solo dos días.

Secuestrada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora