~17~

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Jed Wint

No puedo hacer nada por ella.
Él no me deja hacer nada por ella.
Si voy a la policía me alejarán de mi hermana.
Soy cómplice del secuestro de una persona que no hizo nada.

Yo debía salvar a mi familia y eso es justo lo que estoy haciendo ahora.

–Manito.

La voz de mi hermana me saca del bucle. La veo con su muñeca.

–¿Sí, cariño?

–¿Por qué debemos irnos? Ya sé que mami no nos quiere, pero nosotros si la queremos mucho... manito, mami se pondré triste si nos vamos.

Su voz es suplicante, tiene miedo, está pequeña y no entiende lo mierda que es el mundo. Dejo de meter toda su ropa en la única maleta grande que llevaremos y me arrodillo para quedar a su altura, colocó un mechón de su cabello detrás de su pequeña oreja y le sonrió.

–Princesa, solo nos vamos de viajes ¿esta bien? Volveremos en tres días, mamá nos dio permiso.

–¿El hombre malo irá?

–No pequeña, no volverás a ver a ese hombre ¿está bien? Estaremos muy lejos de él.

–¿Lo prometes?

–Lo prometo.

Me da un beso en la mejilla y se acuesta en la cama. Nosotros tenemos muy pocas cosas, poca ropa, pocos zapatos, pero yo le daré una mejor vida a mi hermana. Yo nos sacaré adelante y ella nunca tendrá que pasar carencias. Ella estará muy bien. Termino de meter todo en la maleta, le coloco su suéter, tomo la maleta, la mochila y a mi hermana porque nos vamos de este estado, nos iremos lejos, comenzaremos de cero.

Salimos en silencio de la casa y no puedo evitar pensar "¿cómo viviré con el cargo de conciencia de qué Arizona ya no está?" Debo hacerlo, es por mi hermana.

Soy un cobarde por no entregarme, pero tengo una pequeña que cuidar, dejo todo atrás. El fantasma de Arizona seguramente me acechará toda la vida, pero... era ella o el amor de mi vida.
Y ella es solo una desconocida.
El amor de mi vida es mi hermana.

–Lo siento, Arizona...

Enciendo el coche, no sin antes asegurarme de que mi hermana esté bien atrás y con el cinturón de seguridad puesto. Ahorre mucho para poder irnos, tendremos un buen inicio.
Pongo el auto en marcha y el rostro de Arizona no me deja en paz, esta por todos lados ¡maldita sea! Debo guardar bien las apariencias, debo hacerlo bien.

–¿Por qué nos debemos aquí, manito?

–Porque tengo que dejar una carta, ya vuelvo.

Salgo del auto para poder poner la carta en la oficina de correos, no hay huellas, no hay nombre, no hay nada que diga que ese soy yo. La dejo en el cesto y me largo.
La carta es para la madre de Arizona, espero que le pueda dar paz, un poco de consuelo.

–¿Lista? –Le preguntó a mi pequeña, mientras enciendo el auto.

–¡Sí, sí, sí!

Sonrió.

–¿Quieres música?

–Quiero escuchar a Alex Turner.

¿Qué?

–¿Cómo sabes de Alex Turner? Eres una pequeña.

–Solo ponlo y vámonos, manito.

Y es así como me olvido de todo y de todos.

Un nuevo inicio.
Ya no hay fantasmas del pasado.
Nuevo Jed.
No me siento mal por nada.

Yo la tengo a ella y es la única que me importa.

Secuestrada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora