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Arizona Slowt

Oscuridad.

Dolor de cabeza.

Todo me da vueltas.

Miedo.

Inseguridad.

Oigo murmullos.

Tengo los ojos vendados.

¿Qué pasará?

¿Dónde estoy?

Lloro.

Esto es una pesadilla.

Esto no es real.

Tranquila.

Un sollozo entrecortado sale, ¿dónde estoy? ¿Me harán daño? Tengo miedo, estoy aterrada, esto es real porque puedo sentir los olores, el frío, puedo sentir el mareo y la sequía en mi boca, esto es real. ¿Cómo llegue aquí? Estaba en el parque con él...

"–Prometo buscarte y encontrarte, lo siento tanto."

Mi cabeza da mas vueltas de lo normal, todas las imágenes y las últimas palabras que le dije cuando me enteré de que, puso algo en mi agua. No, esto no es real. No puede ser real. Estoy en mi cuarto teniendo un ataque de pánico, tengo solo dieciséis años, no quiero ser una más en la lista.
No quiero ser una más en la lista de desaparecidas, no quiero ser un número más que tiene un caso sin resolver, no quiero ser una más.

–Por favor, no me hagan daño. –Silencio.

El desespero se apropia de mi cuerpo y me muevo hasta que caigo al frío suelo, un quejido de dolor sale de mi boca, no me rindo y me muevo, logro quitar la venda pero... solo hay oscuridad. Tranquila. Veo a mi alrededor pero en realidad no hay nada, solo la poca luz de la luna que se filtra por un orificio. No puedo gritar, me siento en shock, ¿qué se supone qué tengo qué hacer? Tengo miedo, no quiero estar aquí, nadie merece estar así, yo...

–¡Déjenme ir! –Lágrimas pesadas caen pero no me detengo. –Por favor, hablemos, ¡por favor! –Me empiezo a ahogar con mi saliva pero logro desatarme las manos.

Sin perder el tiempo, quito las ataduras que no socan -por alguna razón- mis pies, logro quitarlas pero el desespero me gana y cuando voy a pararme, caigo nuevamente. Mi cuerpo está débil, me siento adolorida y adormecida. Tengo que escapar de aquí. Tengo que escapar de aquí porque quiero vivir. Reaccionó lentamente y me doy cuenta de la situación grave en la que estoy, no debo hacer ruido ¿cierto? No tengo que gritar, así nadie se dará cuenta y podré irme, no sé dónde estoy pero podré irme.

Me levanto del suelo con cuidado, tomando una cuerda y sujetándola con fuerza, ¿dónde estoy? Mi corazón late desesperadamente cuando me acerco por donde se filtra la luz de la luna, una ventana, bien. Sujeto con más fuerza la cuerda y me acerco con rapidez para intentar abrirla, pero, no puedo. Esta trabada y tiene barrotes.

Joder, joder, joder.

–No tienes escapatoria.

La voz que escucho a mi espalda me deja helada, está aquí. ¿Qué me harán?

–Por favor, no te he visto, déjame ir. –No volteó pero puedo sentir como el miedo se apodera de mi. –Me están buscando, por favor. No diré nada.

Silencio. No me atrevo a seguir dándole la espalda, así que solo me volteo pero no lo veo, no levanto la mirada y aunque lo intentará, todo está oscuro.

–No quiero. Ahora estás en mi poder y haré lo que quiera contigo.

Mis piernas fallan.

–Por favor, no. Hablemos, no le diré nada a nadie, déjame regresar a mi casa para poder estar con mi familia. –Mi desesperación aumenta cuando él ríe. –Al menos déjame despedirme de ellos.

–Uhmm. –Camina por la habitación. –¿Qué haré contigo? Porque te digo que quiero divertirme, he estado muy aburrido desde la ultima chica... ¿Cuál era su nombre? ¡Zela! –No... –Supe que era tu amiga, seguramente en estos momentos está siendo violada por los hombres que la compraron.

–Por favor, no.

–¡Pero está viva! Recuerdo cuando me rogaba que la dejará ir, no la quería para mí. Así que tenía dos opciones; venderla o vender sus órganos. La vendí porque está joven y tiene mucho que vivir, ya sabes, disfrutar su nueva vida.

No quiero hablar, tengo miedo de empeorar las cosas.

–¿Por qué me haces esto? –Logró preguntar con voz temblorosa.

–Porque te quiero para mí. –Se acerca y es cuando logró verlo bien. –Te he vigilado durante mucho tiempo, te conozco mejor que nadie, me inspiras a seguir. –Suelta. –Pero la pregunta es, ¿con qué empiezo? Puedo torturarte, violarte ¡podemos divertirnos, ¿no lo ves? Te estoy dando una nueva vida.

Me lleno de valor.

–No quiero tu estúpida ayuda de mierda.

Se pone serio.

–Oh, veo que ya has decidido con qué podemos empezar.

–Vete al infierno.

–Ya estamos en el. –Sonríe con descaro. –Debiste hacerle caso a ese policía encubierto que se sentó contigo el día que te caíste de la banca. Él te iba a advertir pero yo sabía que no irías, no me decepcionaste. –Me alejo aún más de él. –Casi te salvas pero ya no tienes otra oportunidad.

–Por favor, ¡déjame ir! No me hagas daño. –Lágrimas caen y él se acerca sin darme la oportunidad de alejarme.

–No, no ¿cómo crees qué te haré daño? Compré tus medicamentos para que estés bien, tienes agua a tu lado. Chiquita, todo estará bien. –No digo nada y solo intento alejarme. –Vas a estar bien, nos vamos a divertir mucho. Estamos lejos de todo y todos, nadie molestará.

Y diciendo eso último, se va.

Lloro desconsoladamente, me pellizco esperando que esto no sea verdad, pero lo es. Mi amiga... Zela está viva pero este desgraciado la vendió, él le arrebató su vida como me está arrebatando la mía justo ahora.

Mi mamá.
Mi tío.
Molly.
El agente encubierto.

No pensé que esto me podía pasar a mí, tal vez porque nunca me había pasado nada malo. Miraba los casos, pero ¿yo? No, no hice nada malo. No me vestí provocativamente, no coquetee con nadie, solamente tengo dieciséis años, aun me falta mucho, quiero vivir, pero me están arrebatando mis sueños, la esperanza, mi adolescencia, me están arrebatando el derecho a ser feliz en este mundo.

Me están arrebatando la vida y yo no puedo hacer nada para evitarlo.

Secuestrada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora