Dumbledore dispuso un tiempo de descanso para las presentaciones. Decisión que fue aplaudida por la mayoría, salvo aquellos como Hermione, Harry y Draco, quienes se sentían impacientes por saber más sobre sus futuros. Algunos de los alumnos se reunieron en sus salas comunes, y otros pocos aprovecharon el tiempo para practicar en el campo de Quidditch; el resto se dispersó por todo el castillo de Hogwarts. Los profesores se reunieron en la oficina del anciano director, mientras que los representantes fueron llevados a la oficina de Severus Snape, dónde fueron encerrados bajo llave para la seguridad de todos. Por supuesto que no todo fue bueno, pues los señores Weasley, Andrómeda y su hija Tonks e incluyendo a Remus Lupin, también fueron llevados dentro. Solo se esperaba que la solución no fuese peor que la causa.
— ¡Dumbledore no puede meter a mis padres junto a esas víboras! —decía Ron a Hermione y a Harry, indignado. Ginny les acababa de dejar para irse a quien sabe donde junto a Neville y Luna.
— A tus hermanos no pareció molestarle —comentó Harry, sin verle. Iban por uno de los tantos pasillos que daban al patio principal, cuando su vista conectó con un par color oliva; la chica hablaba con sus amigos, y sin disimulo le observó hasta que él y sus dos amigos cruzaron a la derecha, directo a la cabaña de Hagrid.
— ¡Y eso es lo que más me enfada, Harry! —gruñó más vehemente el pelirrojo—. Pero si ellos no piensan hacer nada, pues yo sí lo haré.
— ¿Y crees que podrás convencer a Albus Dumbledore, o a la profesora MgGonagall? —inquirió Hermione, mirándole como si no fuera capaz de tal cosa. Luego añadió con una ceja enarcada—: ¿O a Snape?
La cabaña del semigigante se vislumbró abajo por la pequeña colina. Rodeada por calabazas grandes y pequeñas, y de enramadas vivientes que se enroscaban a lo ancho y alto de ella. Dentro de toda aquella peculiaridad, la calidez de la chimenea hacia dormitar a su morador hasta que los toques que anunciaban a las visita, le espabiló por completo.
— ¡Pues...!
— ¡Hey, chicos! —la voz ronca y potente de Hagrid les recibió, interrumpiendo a Ron. Se hizo a un lado, para que el trío de amigos pasasen, aunque por su proporción los chicos casi hicieron parte del marco de la vieja puerta de roble—. ¿Desean un poco de pastel de arándanos? —les preguntó con una amplia sonrisa, y sin esperar respuesta al segundo fue al rincón que llevaba cocina—. Yo mismo lo hice.
Hermione de inmediato miró a sus dos amigos, la última vez que aceptó un trozo de uno de los pasteles del semigigante, pasó dos días con indigestión. Por las expresiones de Harry y Ron, tampoco deseaban comer pastel, más no fueron lo suficientemente rápidos para negarse.
Tres rebanadas de pastel oscuro, de diminutos trozos violáceos que hacían constar que sí era de arándanos y no de otra cosa, fueron colocados con gran cariño delante de los tres jóvenes. Hagrid con una sonrisa tomó asiento y con expresión risueña esperó que Harry, Hermione y Ron, le dieran una probada a su suculento manjar.
Ron, olvidándose del motivo de su enojo, miró su pedazo. Le daba terror probarlo, pero más le horrorizaba lo que su amigo el semigigante pudiese decirle al no comerlo. Tragó grueso, y con expresión angustiada cortó un poco del pastel; de camino a su boca sus manos temblaban, y cerrando los ojos dio fin al recorrido. Masticó varias veces, aguantando la respiración. Ralentizando el siguiente paso, pero al final lo tragó.
Sus dos amigos le miraban le miraba expectantes; no con la expectativa risueña de Hagrid, no, la de ellos era de horror.
— ¡Vaya! —exclamó después de tanta odisea Ron, tomando el plato con el pastel en una mano y cortando otro poco—. Está muy bueno, Hagrid... Mmm...
ESTÁS LEYENDO
SIN LEY MÁGICA: TERCERA GENERACIÓN AL PASADO
FanficVeinticinco años después de la destrucción de Lord Voldemort, un narcisista sin escrúpulos que pretendía ser el Jefe de todo el mundo mágico, las cosas fueron tomando un rumbo más agradable para la vida cotidiana de magos y brujas. (...) (...) Al fi...