26. ¿Quieres entrar por la puerta del perro?

429 36 3
                                    

Carolina


— Mmm. — respondí, si es que eso se podía reconocer como palabra. 

Luego de disfrutar de su aliento amentolado en mi cuello, recordé un pequeño detalle:  

Estabamos en un supermercado, y me estaba mostrando afecto, y nos podía ver cualquier persona de la universidad que estuviese ahí, haciendo que lo denuncian porque esta conmigo y que el centro de estudiant...¡AY, CARAY! 

Asustada, le pegué una patada, para que se mueva, lo cual logré con éxito.  

— ¡MIERDA! — gritó, llamando la atención del todo mundo allí, tapando con sus manos su intimidad golpeada, lo cual, aclaro, con gusto golpeé. — ¿Y a tí que coño te pasa?  — 

Esbozé una sonrisa al ver que todo me estaban viendo, y terminaron por dejar de lado lo que habían escuchado. 

— ¡Adam, estamos en un supermecado! — susurré, mirándolo fijamente. — ¿Entiendes que pueden vernos? Y me refiero a alguien de la universidad. — 

Adam resopló, y asintió. 

— Cierto...Pero eres una perseguida. — afirmó, parándose erguidamente.  

Resoplé, y agarré la Coca-Cola que había dejado en el suelo. Ignorando la presencia de Adam, con mi canastito, empezé caminar hacia la caja.  

— ¿A donde vas? — preguntó, caminando detrás de mí. 

Al monte Everest, Adam.                                                                                                                       

 — A la caja, genio. — él rodó los ojos. 

Sin más, empezó a caminar a mi lado, con sus manos en sus bolsillos. 

— Me he peleado con Barbara. — replicó de la nada, serio. 

De alguna extraña manera, eso me causo un poco de felicidad, pero por otro lado me duele por ella, ya que al fin y al cabo es mi mamá. 

— Y...¿Han terminado? — pregunté, curiosa. 

Adam hizo una mueca. 

— Intentó hacerlo. — respondió, sin mirarme. — Pero no la dejé.   

Al escuchar ese "No la dejé", me paré en seco.  

¿Como que no la dejó? ¿Ella quería cortárle y él se lo impidió?  

El..¿Quería estar con Bárbara? 

— Carolina, dios. Déjame explicarte. — replicó, con un cansancio sin explicación. — No es lo que tú piensas. 

Me eché a caminar otra vez, lo que el también hizo, causándome ganas de que la tierra me trágue y que me deje de seguir. 

— Esta bién, Adam. ¡Es tu novia! ¿Que tiene que no quieras terminar con ella? — indiqué con sarcasmo. — Es muy normal, como besar a su hija y andar como si nada.  

Sin más, le entregué todo lo del canasto a la cajera, la cual lo pasó con agilidad y me dió el ticket, luego de pagar.  

— No empiezes con tu sarcasmo, lo pido por dios. — me regañó, ayudándome con algunas de las bolsas, sin previo aviso. 

Luego de tomar las bolsas restantes, saludé a la cajera y me eché a caminar hacia la salida. 

— No te entiendo, sinceramente. — confesé — Me besas y me demuestras que me quieres y luego haces lo mismo con ella, ¿Tanto te cuesta decidir, joder?   

No mires a Levine » HumorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora