28. Imán de miseria.

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Carolina

El domingo había pasado muy rápido, y el Lunes se hacía presente, arruinando la vida de cualquier estudiante.

Adormilada, caminaba los largos pasillos de la universidad, sosteniendo mi fiel mochila, soltando algún que otro bostezo. Multitudes de estudiantes corrían de aquí para allá, chocandose con más de uno en su veloz andar. ¡Oia! ¡Eso rima!

No había hecho la tarea de Matemática, pero Margo fue muy dulce y me la ha pasado, salvándome de ganar el odio completo de la vieja y gruñona profesora de la materia. Y tampoco hice el trabajo que me habían asignado para Música..

¡Eh! ¿Esa no es la tarea de Adam? Oh, diantres. Bueno, como decía, tampoco hice la tarea que Adam nos a ordenado y para rematar, tampoco hice el trabajo para las prácticas, es decir, mi concepto de hoy era una miseria.

Luego de subir las escaleras principales, observé que había un chico muy familiar sentado en canastita al lado de la varanda, concentrado en su inmenso Smart-Phone. Rubio, con unos increíbles ojos celestes, y una radiante sonrisa.

- ¡Hey! - exclamé, parándome frente a él. - ¿A caso eres Trevor?

El chico dejó el celular a su lado, y asintió, examinando mi rostro.

- ¡Ah, por cierto, soy Carolina! - me presenté, esperando que me reconozca.

Me miró sin entender mucho lo que decía, y luego chasqueó los dedos,

- Ah, ¿La de las prácticas? - preguntó sonriente.

Asentí, tambaleándome sobre mis talones.

- Esa misma, ¿Tu vienes al Royal Creek? - su celular vibró, pero Trevor lo ignoró.

Disimuladamente, observé mi reloj, tenía tiempo.

- No, no. Simplemente reemplazo a un profesor. - respondió calmo.

Che, ¿A caso todos mis amigos son prodigios?

- Entiendo. - respondí, sonriendo. - Me alegro por tí.

Trevor paso su mano por su rubia cabellera, y siguió sonriendo. Guardó su celular en su bolsillo, y se paró.

- ¿Sabes donde esta la comisión 10? - preguntó, observando hacia ambos lados.

Asentí, observando el piercing de su labio.

- ¡Uh! ¡Que mala suerte! - acoté, ya que eran el peor grupo de todos. - Por allí.

Señalé con el dedo el salón, temblando un poquito.

- Bien, ¡Un tremendo gusto volver a verte! - inquirió, depositando un beso en mi mejilla, y agitando la mano en forma de adiós.

Sin más, empezó a caminar al salón, perdiéndose en la distancia.

Me encogí de hombros, y me obligué a caminar a mi salón, en donde abrí la puerta e ingresé.

- Señorita Greenfield, ingresó tarde. - todos dejaron sus cosas para observarme a mí y a la vieja de la preceptora.

Mis manos empezaron a transpirar, y temblé mas que antes.

- Lo s..sé. Solo que..¡FUI A BUSCAR LA FOTOCOPIA! - respondí, intentando sonar enérgica. - La del libro de..in..¡Música!

Algunas de las putas del curso soltaron bufidos, y Margo casi se empieza a reir en mi cara.

- No hay libro de Música, mentirosa. - respondió cortante.

Soy una boluda, oficialmente. Asentí, sonriendo por no llorar.

No mires a Levine » HumorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora