CAPÍTULO 4. El club de caballeros y el prostíbulo.

2.6K 207 223
                                    

«Mucho puede la casualidad en nuestra vida, porque vivimos por casualidad»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Mucho puede la casualidad en nuestra vida, porque vivimos por casualidad».

Séneca

(4 a. de C-65 d. de C.).

—Ahora sí es vital que nadie sospeche de vos, dulce Caroline —John la previno cuando se hallaban en el West End, cerca del Pall Mall y del palacio Saint James—. Recordad enronquecer vuestra voz.

—¿A dónde nos dirigimos? —inquirió ella muy intrigada.

—Vais a conocer el secreto mejor guardado del mundo: mi club de caballeros. —John señaló un elegante edificio—. Es este. ¿Estáis preparada, milady, para ser testigo de cómo se ganan y de cómo se pierden grandes fortunas y enormes propiedades? Muchos aristócratas son adictos al juego igual que vuestro padre y que vuestro hermano.

—Estoy abierta a cualquier nueva experiencia, milord.

     El corazón de Caroline latió desbocado cuando atravesaron las puertas y les llegó el ruido de las voces, el olor a tabaco, el hedor a humanidad concentrada, el aroma de los perfumes cítricos, del sándalo y de la lavanda. Porque más allá de la zona donde había sillones, sofás y periódicos dentro de una especie de armazón, vislumbró mesas con manteles verdes sobre las que los asistentes jugaban a las cartas y a otros esparcimientos donde ganar dependía del azar y no de la pericia de los contrincantes.

     Caminaron entre los pasillos y apreciaron la desesperación en algunos rostros, pues familias enteras caían en desgracia por el amor al juego de los patriarcas. Y en otras caras veían la alegría que provocaba la avaricia, cuando era satisfecha por el rebotar de los dados sobre el tapete del color del musgo.

—El que está ahí es Charles James Fox, el político whig —John le susurró en el oído.

     Se trataba de un hombre de cabellos castaños salpicados de mechones blancos. Poseía un semblante rubicundo y entrado en carnes, con la mirada vidriosa e inyectada en sangre propia del trasnochador.

—Lord Nigellus siempre despotricaba contra él, milord, no le tenía ninguna simpatía —repuso la muchacha hablando bajito también—. Me dijo que el padre de Fox le había comentado que estaba encantado de que se casara, porque así iría a la cama a dormir aunque solo fuese una noche.

—Y decía la verdad, pasa la mayor parte del tiempo aquí o alternando con rameras, no me extraña que lord Henry, barón de Holland, comentara eso. ¡Es más, su hijo lo llevó a la tumba debido a tanta preocupación! —John le echó un vistazo rápido y añadió—: La semana pasada estuvo jugando sin parar durante dos días. Ganaba y perdía doce mil libras esterlinas. Después de eso, como es lógico, su discurso en el Parlamento fue bastante mediocre —y se cortó porque estaba a punto de largar una carcajada—. ¿Veis el hombre sentado justo enfrente de Fox, del otro lado de la mesa?

DESTINO DE CORTESANA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora