El duelo se originó en las prácticas ancestrales fenicias, que este pueblo llevó a España en sus intercambios comerciales y que impuso en los asentamientos que fundaron allí. También en los hábitos vikingos para resolver conflictos, que se transmitieron al resto de Europa a través de sus incursiones. Otro antecedente se halla en el «juicio por combate» —también llamado «juicio de Dios»— en el que un diferendo se resolvía mediante el enfrentamiento de las dos partes. La ayuda divina se ponía del lado del que tuviera razón y resultase vencedor, quien era considerado inocente para la justicia de la época, o, si el motivo era patrimonial, quien obtenía la sentencia favorable.
La Iglesia lo prohibió. En 1563 el Concilio de Trento impuso la excomunión para los duelistas y para los gobernantes que los permitieran. Al parecer nadie hizo caso de tal limitación porque, en 1592, el Papa Clemente VIII prometió a quienes participaran en estas prácticas la perpetua infamia. En consecuencia, los estados europeos incorporaron normas prohibiendo el duelo, pero en los hechos no se cumplían y se continuó llevando a cabo hasta entrado el siglo XX.
La forma moderna del duelo fue establecida por el jurista italiano Andrea Alciati (1492-1550), quien escribió un libro en el que definió qué era el honor y donde establecía las reparaciones en caso de agravio según la gravedad de las ofensas. Iba desde el duelo a primera sangre hasta el duelo a muerte.
Los duelos en el siglo XVII.
A comienzos del siglo XVII —en Francia— cerca de diez mil hombres murieron en duelos por cuestiones del honor. Estos enfrentamientos fueron habituales en París y en el resto de ciudades francesas. También en otros países de Europa eran frecuentes, pero en tierras galas había una verdadera fiebre por los duelos. La razón radicaba en la libertad que tuvieron los aristócratas durante las guerras entre católicos y hugonotes (1562-1598). También en la existencia de los gobiernos de dos reinas regentes: María de Médicis, entre 1610 y 1617, y Ana de Austria, entre 1643-1661. Basta recordar Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, novela ambientada en esta época.
Existían muchos tipos de duelo. En ocasiones constituían el resultado de un encuentro fortuito —lo que en francés se denominaba rencontre— y tenían lugar sin mayor preparación. Un ejemplo de ello lo constituye el de Guisa-Luz en 1613. El señor de Guisa coincidió una mañana en la calle de Saint-Honoré de París con el barón de Luz, que había hablado mal de su padre tiempo atrás. Guisa bajó del caballo, sacó la espada e invitó al barón a hacer lo mismo. Este último era una persona mayor y no tenía demasiadas fuerzas, de modo que Guisa lo atravesó de una sola estocada. Más que de un duelo, se trató de un asesinato a sangre fría.
A diferencia de este, los duelos se ajustaban a una serie de ritos. El primero de ellos era el desafío: en caso de ofensa a la honra el ofendido podía retar al ofensor a duelo mediante palabra o propinándole una bofetada o un guantazo o tirando al suelo el guante. También podía retarlo por escrito, mediante «carteles» o por medio de cartas. Después del caso antes reseñado el hijo del barón de Luz enterró a su padre y ordenó a su escudero que fuese a casa del caballero de Guisa a presentarle un cartel de desafío que decía: «Señor, os invito por este billete a hacerme el honor de verme con la espada en la mano para hacer justicia de la muerte de mi padre. Este gentilhombre os conducirá al lugar en el que me encuentro, con un buen caballo y dos espadas, de las que podréis elegir la que más os convenga». El enfrentamiento se efectuó y Guisa también mató al hijo.
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DESTINO DE CORTESANA.
Historical Fiction🔞ATENCIÓN, ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA🔞 No había demasiadas opciones en el año 1788 para lady Caroline, baronesa de Stawell, una joven viuda, hermosa y rica. El problema radicaba en que significaba un imán para los cazafortunas de la noble e hipó...