«No juzgue nada por su aspecto, sino por la evidencia. No hay mejor regla».
Charles Dickens,
(1812-1870).
Los caballos negros como la noche galopaban a la máxima velocidad mientras arrastraban el carruaje con el escudo del condado de Derby. Al arribar al club de caballeros frenaron en seco y los nobles que en ese instante se encontraban en la puerta clavaron la mirada en ellos. Sin embargo, lucieron mucho más asombrados todavía cuando John descendió del vehículo igual que si lo persiguiese un demonio y entró por el acceso saludándolos con una simple inclinación de la cabeza. El motivo de la sorpresa —más que en la actitud— radicaba en que no se hallaban seguros de que fuera un vivo o un fantasma, duda que provocó que muchos se persignaran.
El conde caminó con grandes pasos hasta la zona donde se hallaban las mesas de juego y se plantó delante del marqués de Winchester. Este analizaba, distraído, sus cartas y no reparó en los murmullos que retumbaban en la sala.
—¡Vos! —le gritó para que todos lo pudiesen escuchar—. ¡Os hablo a vos, Conrad Blake!
El aristócrata levantó de inmediato la cabeza, y, estupefacto, contempló a John. No tuvo la menor duda de su culpabilidad porque le costó un triunfo poner un rostro inescrutable —respiraba agitado, los ojos esmeralda perdieron el brillo y se hallaba pálido—, pero al final lo consiguió.
—¿Se puede saber por qué hacéis tanto escándalo y por qué me increpáis de este modo? —lo regañó con tono paternal—. Si es para que todos sepamos que estáis vivo, Derby, os felicito, lo habéis logrado.
—Pero no gracias a vos —le recriminó, las pupilas miel de John parecían echar llamas—. ¡Exijo una satisfacción inmediata!
—Estoy algo perdido. —El marqués levantó una ceja, puso los ojos en blanco y ni siquiera se molestó en pararse—. ¿Este berrinche es por el honor de la dama cuya amistad tenemos en común? Si es así, debéis saber que estaba dispuesto a casarme con ella y que aún lo estoy... Por supuesto, cuando comprenda que los verdaderos hombres no debemos limitarnos a convertirnos en meras marionetas en sus manos y que tenemos otros apetitos. Acostarme con una sola mujer hasta el día de mi muerte no entra en mis planes.
—Insultáis a mi esposa, Winchester, yo que vos no seguiría pronunciando ninguna palabra acerca de ella por esa mezquina boca. —Y la amenaza contenida en la frase era evidente para cualquiera.
—¡¿Vuestra esposa!? ¡No entiendo nada! Le estaba dando a Caroline un tiempo en solitario para que entrara en razón, esto no me lo esperaba. —Ahora sí el marqués se puso de pie y se plantó delante de John.
Pretendía imponerse del mismo modo que la noche en la que lo hizo bajar en el palacio condal —a continuación de la visita al prostíbulo— para quedarse a solas con Caroline en el carruaje y someterla a sus atenciones. No obstante, ahora tenían una estatura y una complexión similar. Y, lo principal: John ya no era aquel chico imberbe de diez años atrás, pues había ganado más soltura después de la experiencia militar y del sufrimiento de los años de prisión.
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DESTINO DE CORTESANA.
Historical Fiction🔞ATENCIÓN, ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA🔞 No había demasiadas opciones en el año 1788 para lady Caroline, baronesa de Stawell, una joven viuda, hermosa y rica. El problema radicaba en que significaba un imán para los cazafortunas de la noble e hipó...