«Se habla sin cesar contra las pasiones. Se las considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida de que también lo son de todo placer».
Denis Diderot
(1713-1784).
Caroline leyó por enésima vez la carta de John. Se hallaba arrugada, húmeda y despedía el aroma a almizcle de su perfume masculino. Y, también por enésima vez, un llanto desgarrador le cerró la garganta con un nudo imposible de desatar.
Lágrimas gruesas le brotaron sin control. Como si desearan sumergir por entero las islas británicas, o, peor todavía, ahogar a los habitantes del planeta y aunque aspiraba la bolsita de lavanda para calmarse la intensidad del tornado emocional no amainaba.
Mi amada Caroline:
Antes que nada, mi vida, quiero que recordéis que nunca en este mundo he querido algo o a alguien tanto como a vos. Vuestro amor me consuela y solo es comparable al resplandor del sol después del chaparrón. Creo que a estas alturas os he demostrado que mi adoración es una droga imprescindible en vuestra vida.
«Dudad de que sean fuego las estrellas,
dudad de que el sol se mueva,
dudad de que la verdad sea mentira,
pero no dudéis jamás de que os amo».
Porque el amor no mira con los ojos, sino con el espíritu: vos y yo somos almas gemelas en perfecta sintonía. Siempre hemos estado juntos y no podemos existir ni respirar si nos separamos. Por eso cortar el lazo que nos une, aunque solo sea de modo temporal, significa morir un poco porque nuestros corazones no saben palpitar en solitario.
Las órdenes han llegado. Me reclaman hoy mismo y no puedo ir a despedirme de vos. Parto con el recuerdo de vuestro cuerpo ardiente, de vuestros ojos plateados mirándome anhelantes y de vuestros besos calentándome el pecho. Veros en mi mente me reconforta ante la dura tarea que me ha impuesto el destino.
Prometo escribiros pronto contándoos el día a día. Disculpadme por la brevedad de esta misiva, mi hermosa Julieta, y de que una vez más le haya robado algunas frases a Shakespeare.
Vuestro por toda la eternidad,
John.
P.D. Recordad vuestra promesa: no renovéis con Somerset y firmad un acuerdo con Winchester. Solo la seguridad de que estaréis protegida me traerá la paz.
—¡Por qué me habéis traicionado así, cobarde! —chilló Caroline y golpeó el respaldo de la cama.
Luego lanzó un par de almohadones sobre el tocador, sin importarle que algunos de sus perfumes preferidos se desmoronaran como piezas de ajedrez al finalizar la partida.
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DESTINO DE CORTESANA.
Historical Fiction🔞ATENCIÓN, ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA🔞 No había demasiadas opciones en el año 1788 para lady Caroline, baronesa de Stawell, una joven viuda, hermosa y rica. El problema radicaba en que significaba un imán para los cazafortunas de la noble e hipó...