CAPÍTULO 17. El ritual.

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«En todos los ritos la sencillez es la mayor extravagancia»

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«En todos los ritos la sencillez es la mayor extravagancia».

Confucio

(551-479 a. C.).

—¿Es necesario que me disfrace de hombre? —le preguntó Caroline a lord Robert, perpleja.

     Se hallaban en Durham House, el punto desde donde partirían hacia la sede de la logia masónica para su iniciación. Él le acomodaba el chaleco y la chaqueta de tono azabache a la usanza masculina. Solo los guantes y la camisa eran del blanco más puro.

—Totalmente necesario, milady, no os olvidéis de que el príncipe de Gales y yo somos vuestros valedores y queremos que todo salga perfecto. Desde hace mucho os consideramos miembro oficioso de nuestra logia, pero hoy lo haremos oficial —le replicó el noble, sonriendo.

     La vio hermosa a causa de la tez rozagante, de modo que no se pudo controlar y le dio un beso en la mejilla.

—Os agradezco lo que hacéis por mí. —Lady Caroline le acarició el brazo—. ¿Debemos salir ahora mismo?

—Sí, tenemos que irnos. —Lord Robert suspiró.

—Os juro que os dejaré en buen lugar —le prometió la baronesa.

—Lástima que hoy el ritual sea lo primero, os veis demasiado tentadora. —Y le acarició la cabellera nórdica recogida en una coleta.

     Caroline lo abrazó con fuerza y le apoyó la cabeza en el pecho.

—Os agradezco infinitamente que me patrocinéis para que forme parte de vuestra logia. ¡Ser la primera mujer masona es un honor que siempre tendré presente!

—No me deis el mérito. Yo soy uno de vuestros patrocinantes, pero nuestro Venerable Maestro os conoce y decidió, con el consenso de todos, hacer una excepción a la regla acerca del veto de presencia femenina —le explicó, misterioso—. Pero no os diré nada más.

     Le tomó diez minutos reacomodarle la vestimenta, colocarle un mandil blanco, y, por encima, la capa negra. El delantal de lord Robert era mucho más elaborado, pues en él destacaban los bordados de rosetones azules, de cruces de Tau invertidas y de borlas plateadas. Al salir por la puerta principal del palacio, un carruaje los esperaba. Después se puso en movimiento y traqueteó por las desiguales calles de Londres.

—Me apetecería haceros el amor aquí dentro, hermosa Caroline, pero no sois mía —se lamentó el aristócrata—. ¿Habéis pensado qué vais a hacer cuando se cumplan los cinco años con Henry?

—La ropa de caballeros es muy práctica para tales menesteres, milord —musitó Caroline con voz sensual, pasando de largo sobre el otro comentario.

—Admito que pensar en la ceremonia que tendrá lugar en pocos minutos es lo único que me detiene de besar vuestros sensuales labios. —El noble retuvo el aire contenido como si le costara un triunfo resistirse.

DESTINO DE CORTESANA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora