Seis: Kim JongIn

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Habían pasado días cuando el Oscuro Señor de Mordor me vino a la mente.

Primero me sentí culpable por no haberlo contactado o dejado un mensaje para explicar mi ausencia, pero luego recordé que él mismo dijo que no podría dejar mensajes para mí, y me sentí más tranquilo.

Nosotros no teníamos una relación, no éramos pareja y no nos debíamos explicaciones. Nuestro acuerdo ni siquiera había comenzado; yo aún vivía en el piso de la casa de Baek, así que no tenía por qué preocuparme.

Sin embargo, apenas pensé en él, en sus ojos intensos y en la manera tan hermosa en la que sonreía, lo extrañé.

Su propuesta, de pronto, se me hizo mucho más atrayente.

Verlo cada noche después de trabajar, acostarnos juntos tras una agotadora ronda de sexo, envolverme en sus brazos olvidando todas las molestias del día y llenarme de su calor hasta el amanecer cuando tuviera que marchar.

Sonaba increíble.

Moría por verlo.

Sin embargo, al llegar el fin de semana, sin importar a qué club o bar fuera, no lograba encontrarlo.

—Ya, quita esa cara —dijo Dae pasando su brazo por mis hombros—, tu profesor dijo que duplicaría la nota del siguiente examen, estarás bien.

¿Cómo le explicaba que a quien quería tener desnudo sobre mí no era mi profesor?

—¿Qué dices si vamos a "Bonamana" para animarte? —Ofreció Baek con una sonrisa radiante.— Como en los viejos tiempos.

Le devolví la sonrisa recordando los días de Bachillerato, cuando escapábamos de la academia y nos colábamos en aquel bar fingiendo ser universitarios, experiencia que siempre terminaba con nosotros siento empujados a la calle cuando nos descubrían.

Acepté de inmediato y los seguí junto al Señor Park, quien no dejaba de observar a Baek con cariño, como en cada una de sus citas. Me preguntaba cuándo decidirían formalizar.

Salimos de ACE entre conversaciones y quejas de parte de JongDae, las cuales quedaron perdidas en el espacio cuando unos ojos intensos aparecieron entre las sombras, quitándome irremediablemente el aliento.

Pestañeé varias veces queriendo asegurarme de que no era una alucinación; pero él seguía ahí, frente a mí, observándome con una suave sonrisa que detuvo mi latido y estremeció mi alma. Mis recuerdos no le hacían justicia a su belleza.

—¿Kyung?

—Kyung, ¿estás bien?

No respondí, no podía: mis pulmones se habían dado por vencidos, pero mis piernas se mostraron fuertes y seguras cuando me llevaron hacia él, a Sauron, quien me recibió con los brazos abiertos en un sorpresivo pero anhelado abrazo.

Dios, olía delicioso.

—Te extrañé —susurró contra mi cuello haciéndome estremecer—. Ven conmigo —pidió estrechándome más fuerte.

Asentí, sin dudarlo.

Me aparté ligeramente con una sonrisa y regresé a lado de mis amigos para poder explicarles la situación; sin embargo, ellos no hicieron preguntas ni se quejaron por mi pronta partida, simplemente me desearon suerte y me pidieron que los llamara si llegaba a necesitarlos.

Todos los días le agradecía a la vida por darme amigos así de maravillosos.

El Señor Park se había ganado la lotería con Baek y el mundo entero no merecía a Dae, lo sabía.

Saludé al Señor Chofer con una sonrisa al subir al auto y me dediqué a observar al Dios Dorado en silencio, memorizando cada uno de sus rasgos.

—¿Por qué no me llamaste? —Cuestionó con voz áspera. Me tensé.

Entre sombras [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora