Once: ¿Sigues viéndote con él?

511 85 200
                                    

No sé cuánto tiempo estuve escondido ahí.

Pero no sucede como en las series y libros.

Nadie fue a buscarme. Ni siquiera Choi.

Cuando el llanto y la oscuridad finalmente retrocedieron, me puse de pie entre gruñidos y me apoyé en las paredes para poder movilizarme.

El dolor era mucho más fuerte, pero comenzaba a creer que el dolor físico era mejor que el emocional: podía pasarme una crema y masajear mis piernas para ayudar a relajarlas y en unos días estarían como nuevas.

¿Cómo sobreviviría si desgarraba mi pecho solo con el fin de sosegar mi corazón? ¿Qué pomada aplicaría entonces? ¿Sería suficiente?

Fui a la cocina por algo de agua al sentirme deshidratado, evitando todos los recuerdos de la noche anterior para concentrarme solo en comenzar mi día.

Sin embargo, cuando me senté en la alfombra frente a mis apuntes y mi computador, me encontré por completo en blanco.

Sin importar las veces que viera las grabaciones de los participantes o releyera los párrafos anteriores, no lograba avanzar, no podía siquiera formular una sola frase.

Tenía que entregar el trabajo en pocos días y todos los demás habían ya terminado; yo no era la clase de persona que se quedaba atrás, era uno de los más responsables sin importar lo ocupado que estuviera. ¿Qué mierda me pasaba?

Los pensamientos negativos seguían rondando mi mente como pequeños y horripilantes duendecillos que se turnaban para insultarme y hacer un recuento de cada una de las estupideces que había estado pensando, haciéndome sentir aún más miserable.

Golpeé la alfombra con mi puño y me dejé caer contra esta, deseando poder llamar a BaekHyun y a JongDae para pedirles consejo o al menos solicitar su compañía hasta que me sintiera mejor; pero cómo hacerlo cuando habían muchas cosas que les había ocultado, empezando por el lugar donde vivía.

Me acurruqué en posición fetal, sintiéndome empequeñecido y, por primera vez en muchos años, pensé en la mujer que me crió.

En como me había acogido entre sus brazos cuando los idiotas de mis compañeros se burlaron de mí por no tener padres; recordé lo suave de sus caricias en mi cabello mientras le narraba lo horrible que me había sentido cuando uno de ellos dijo que me habían abandonado por ser ojón y feo.

Ella se había reído en ese momento por los insultos poco originales, y me había abrazado con fuerza hasta que dejé de llorar, prometiendo entonces comprarme el helado que quisiera e incluso ordenando conos para todos en La Calera, recordándome que tenía un amplio grupo de personas que se preocupaban por mí a pesar de no tener mi sangre.

Justo como ella.

Qué no habría dado por tenerlos nuevamente conmigo.

A ella, a quien juré darle el mundo.

Y ahora el mundo me sofocaba con mi propia miseria, recordándome que estaba solo con cada gramo de su peso, y todo por mi propia culpa.

No importaba cómo lo viera, seguía siendo el patético y débil niño que necesitaba cuidados y atención, pero ahora no había nadie que me protegiera, ni viera por mí.

Inundado en lágrimas que secaron por sí solas en mis mejillas, volví a quedarme dormido.

No noté el sonido de la puerta, pero cuando sentí el suave tacto de unos traviesos dedos recorriendo mi rostro, sentí renovadas ganas de llorar por la calidez del gesto.

—¿JongIn? —Pronuncié abriendo mis ojos, temeroso de estar soñando.

El mayor me dedicó la sonrisa más hermosa de su arsenal y me levantó en brazos en dirección a la habitación. No aparté mis ojos de su hermoso rostro.

Entre sombras [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora