Dieciocho: Ya terminé

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Horas tras la partida de KyungSoo, mientras leía una y otra vez lo que había apuntado de sus respuestas, Jennie salió de la oficina con la sonrisa más amplia que le había visto lucir desde hace cuatro años.

—¡Terminé su casaca! —Exclamó levantándola con orgullo para que la viera.

—Es preciosa —susurré sonriendo al imaginarla en él.

—¿Volvieron a pelear? —Preguntó ella caminando hacia mi.

—Creo que volví a molestarlo.

—Pero si ese es tu encanto —se burló—. Aún no se conocen bien, por eso siguen malinterpretándose; pero un día, ni siquiera recordarán lo que era dudar del otro.

—¿Era así con Lisa? —Pregunté suavemente, sus ojos brillaron por la ligera humedad mientras asentía.

Era obvio que aún tras cuatro años de la muerte de su novia, ella no había logrado superar el dolor de la pérdida.

La abracé a modo de consuelo y quise enviarla a casa para que descansara un poco, pero se negó.

—Si llego allá caeré en la piscina del recuerdo y me romperé en pedazos; prefiero quedarme y trabajar —suspiró dando una vuelta al rededor de los empleados para revisar sus avances, en lo que yo guardaba la casaca en una de las cajas especiales de la marca.

Cuando amaneció y TaeMin y Key llegaron luciendo más frescos que el día anterior, me ofrecí a dejar a Jennie en su casa, mas ella negó y me pidió ir hacia el que era originalmente mi departamento, pero en el cual se estaban quedando los menores, dispuesta a entregarle la casaca a KyungSoo antes de que salieran de regreso a Seoul por la tarde.

—Aquí te espero —le dije apagando el auto.

—¿No saldrás a despedirte? ¡No seas idiota! —Me regañó y el destello de terror que vi en sus ojos me dijo que estaba pensando en su amada.

Si a KyungSoo le pasaba algo parecido a lo sucedido con Lalisa, y yo lo había dejado marcharse sin despedirme, me arrepentiría toda la vida; me destrozaría. Asentí, salí del auto y caminé junto a ella hacia la puerta, tocando el timbre que estaba seguro despertaría a los menores.

—¡No hay nadie. Vuelva más tarde! —Oímos a JongDae gritar.

Jennie alzó una ceja y yo reí, ese muchacho no dejaba de sorprenderme. La pelinegra volvió a tocar el timbre, esta vez con más insistencia.

—¡Que no hay nadie! —Gritó el compositor asomándose por la ventana con un solo ojo abierto.

—¡Quiero irme a dormir también, mocoso bobo; así que dile a KyungSoo que baje antes de que yo suba y les eche agua a todos! —Amenazó tomando las llaves de mi bolsillo y mostrándoselas.

JongDae nos miró atónito por un momento, su aún alcoholizado cerebro esforzándose el doble para comprender la advertencia, estaba seguro.

—Wi, wi, wi, ya lo mandow —pronunció antes de retroceder y cerrar la ventana.

Minutos después, un despeinado KyungSoo, con los ojos cerrados a pesar de tener puesto sus lentes negros de pasta gruesa y vestido con un pantalón simple de color gris que apostaba alguna vez fue un traje para correr, y un polo enorme de Star Wars que prácticamente le llegaba a las rodillas, mostrando ligeramente la piel lechosa de su hombro, apareció frente a nosotros.

—¡Kyunggie! —Exclamó Jennie emocionada, y se lanzó a abrazarlo.

—¿Qué haces aquí? Es muy temprano —gruñó él rascándose el mentón.

—Buenos días —saludé entonces, disfrutando de su sorpresa y la pincelada de timidez que tintó sus mejillas mientras intentaba esconderse detrás de la puerta.

Entre sombras [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora