Capítulo dieciocho.

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Puse mi codo derecho sobre la mesa redonda, acomodé mi barbilla en mi palma de la mano sintiéndome un poco aburrida. Estaba en una plaza comercial junto con mi hermano Tristan esperando a que unos amigos suyos le entregaran unas cosas que había dejando en casa de estos. Pues se iba a llevar todo con él a su nueva vivienda, ya habían estado arreglando eso que por cierto era una casa muy bonita.

Tristan miraba atento para ver si los encontraba pero estos no estaban por ningún sitio.

—¿Si quedaron a esta hora? -pregunté deslizando un poco mi cuerpo en la silla.

—Si, te lo juro que si. -me miró con cierta preocupación.

Frunci un poco mis labios viendo también a las personas para ver si yo lograba reconocerlos pero tampoco, no había señales de ellos. Moví seguidamente mi pierna inquieta.

—¿En este lugar? -pregunté sin dejar de mirar a las personas.

—Si. -asintió e igual miraba a cada persona que entraba y salía del área de comida.

Volteé directo a la entrada para que no se me pasara de largo nadie, llevé el popote a mis labios bebiendo un poco de mi soda de manzana. Me atragante y golpeé suavemente mi pecho, Tristan me miró confundido. Pues su cuerpo de piel pálida se hizo visible, vistiendo unos pantalones color negro y una sencilla playera blanca. Sí, William. Iba mirando una hoja que llevaba en su mano izquierda. Tristan siguió mi vista dándose cuenta a quien miraba, sólo negó divertido.

Cuando estaba por quitar mis ojos de él, hicimos contacto visual. Bajé rápidamente la mirada a mi bebida e intenté mirarlo de reojo. Mi corazón latía fuertemente y mis manos comenzaron a sudar. El día de ayer no había sabido nada de este, puesto que a propósito me quede en casa, siendo sincera me daba bastante pena cuando teníamos esos acercamientos, sí, hablo de cuando me besa de esa manera. Aunque para él era lo más normal del mundo no podía simplemente verlo al rostro.

Giré un poco descarada a este sin importar si me estaba viendo o no, por suerte seguía viendo esa hoja. Llegó a una mesa que estaba ocupada por un tipo, de todos los asientos disponibles eligió el que le dejaba vista hacia mí y como supuse volteó a verme. Este aún con la mirada en mí comenzó a hablar con ese tipo. Dejé de mirarlo cuando no soporté más el peso que era hacer contacto visual con él.

—Tristan. -llamé agotada. —¿Esperáremos por más tiempo? -me senté derecha en el asiento jugando con mis dedos sobre la mesa.

—Diez minutos más, por favor. -hizo un leve puchero mirando el enorme reloj del establecimiento.

Asentí con mi cabeza lamiendo mis labios. Volteé nuevamente para con William y como si supiera, este levantó la mirada de la hoja viéndome fijamente, entre cerró un poco sus ojos, cuando dejó de hablar noté como apretó su mandíbula ya que se le marcó demasiado.

—¡Ahí están! -alzó un poco la voz mi hermano, los busqué y sí, por fin habían aparecido.

Tristan se levantó casi corriendo hacia ellos, yo terminé primero mi bebida para luego levantarme e ir detrás de este, en el camino tiré el vaso ya solo. Pasé mis manos por detrás de mi falda por si esta estuviese desacomodada. Me puse a unos metros de mi hermano y sus amigos esperando a que terminaran de saludarse y contar un poco sobre cosas que hacían.

Una vez que estuvieron satisfechos con su plática le entregaron todas las cosas a mi hermano, eran bastantes. Se despidieron cabizbajos y tomaron camino a la salida del lugar. Ayudé a acomodar las cosas para poder con ellas ya que sino sería una misión imposible. Cuando las sujete en manera de abrazo sentí el gran peso, no sé que tanto traían estas mochilas pero su peso si era muy considerable.

Malédiction Violette. // William Afton. [hombre morado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora