Capítulo tres.

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Bipolaridad. Trastorno que provoca altibajos emocionales, que van desde trastornos de depresión hasta episodios maníacos.

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El reloj de la sala marcaba las 5:37p.m. mientras yo paciente me encontraba sentada en el sofá. Faltaban solo ocho minutos para que mamá llegara de la comisaría y me explicara que había sido eso de la llamada de la noche pasada. Comencé a jugar con mis dedos mientras veía como las manecillas del reloj avanzaban. Vamos, vamos. Mi pierna se movía inquieta, tienen que darnos al menos una buena respuesta, por favor. La perilla de la puerta se escuchó y de una me puse de píe, la puerta se abrió dejando ver a mi mamá. Trague saliva duro y le implore con los ojos que hablara, ella solo soltó un suspiró cansado y negó con la cabeza. Apreté fuertemente mis dientes y salí molesta de casa. Cómo puede ser posible que no. Pareciera que solo nos toman de broma.

Caminé unas calles más abajo de la mía y me detuve en un árbol, puse mis palmas de las manos en este con la cabeza agachada, le pegué suave al árbol unas cuantas veces. Por qué.

—¿Se puede saber qué pasa? -escuché la voz de Michael a un costado mío.

—¡Qué mierdas te importa! -solté molesta y caminé fuera de ahí.

—¿A dónde vas con tanta furia? -me siguió tomando su distancia.

—¡Iré a esa estúpida pizzería! -mis pasos firmes resonaban por toda la calle.

—¿Qué? ¿Acaso estás loca? No puedes entrar ahí. -me agarró bruscamente del brazo y me dio la vuelta. Quedamos a centímetros de uno al otro. —Solo tranquilizate.

—No me pidas eso. -dije entre dientes. —Dejame en paz. -este soltó de poco a poco su agarre hasta que me dejó.

—Si me explicas qué está pasando me ofrezco a ayudarte, de la manera que pueda. -sonó bastante honesto. —Iré contigo a ese lugar si no resolvemos esto de otra manera. Lo prometo.

Detuve mi paso en seco y me lo pensé por un momento, di media vuelta mirándole ya mucho más tranquila.

—¿Por qué tendría que confiar en un desconocido? -alce una de mis cejas.

—¿Y por qué no? -imitó mi gesto.

Extendió su mano hacia mí, rodé los ojos aceptando su propuesta, sujeté su mano y comenzamos a caminar. Me dijo que iríamos a un lugar tranquilo a hablar de todo lo que me estaba ocurriendo en esos momentos y que para no sentirme abrumada él también me contaría pequeñas cosas de su corta vida.

Pasó rápido por su bicicleta en el garaje de su casa y fuimos en ella hasta un lugar bastante retirado, era en un pequeño lago artificial, nos sentamos bajo la sombra de un árbol gigante y ahí comenzamos a hablar.

Me contó que él estaba aquí en Hurricane por vacaciones, que en realidad vive con su madre que es de otra ciudad. Me contó la relación con sus padres, dijo que con su papá no se lleva del todo bien, que en realidad desde siempre, nunca fueron unidos y que ahora están intentando hacerlo pero es todo un fracaso, para finalizar dijo que era dos años menor que yo por una parte escuchar eso me hizo soltar una pequeña risa.

Malédiction Violette. // William Afton. [hombre morado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora