Capítulo veinte.

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De regreso al infierno.

Puse una de las correas de mi mochila en mi hombro, cerré bien la puerta principal y comencé con mi camino al colegio.

Mis ojos pesaban demasiado, muy apenas pude dormir algo ya que los nervios no me querían dejar tranquila. También tenía miedo de que nuevamente esos hombres aparecieran, pero al recordar las palabras de William diciendo que yo era su única oportunidad para obtener lo que querían, se disminuía, aún así me mantenía un poco alerta.

Me hubiera gustado que papá me haya llevado al colegio, pero entiendo que él ahora en estos momentos tiene bastantes ocupaciones.

Miré que las calles estaban menos solitarias que hace unos días, muchos que habían salido de vacaciones habían justo regresado y eso de algún modo me hacía sentir tranquila. Algunos de ellos me saludaban con una simple sonrisa que yo amable les correspondía.

La verdad es que no me disgustaba del todo regresar a clases, la única parte que odiaba era tener que aguantar a algunos compañeros y profesores.
Bostece tapando mi boca mientras luchaba por no caer dormida al suelo, sólo espero que esto sea mejor de lo que tengo en la cabeza.

Después de un camino no muy largo pero sí muy pesado llegué, la multitud de alumnos esperaban afuera para encontrarse con sus compañeros o amigos. Yo entré de una viendo al frente el enorme reloj de manecillas, marcaba las 7:53a.m. sólo faltaban unos minutos para comenzar con la primera clase.

Llegué hasta mi casillero sacando mi horario y ver qué clases tendría, bueno, es un muy buen inicio, ningún profesor de estos me desagradaba en como dan su clase. Saqué los libros llevándolos en manos, ya en el aula los echaría dentro de la mochila, cerré bien y justo cuando di un paso el sonido de inicio de la primera clase sonó. Suspire yendo de una al aula, me tocaba en la segunda planta, en las escaleras pude reconocer a algunos compañeros.

El profesor aún no llegaba así que tranquila entré sentándome en la última fila, justo a mi derecha daba la ventana al estacionamiento, en los anteriores años también elegía este lugar por lo que todos ya estaban acostumbrados y no llegaban nunca a este asiento.

—¡Hola, lucecita de la mañana! -saludó Charles con su ronca voz. Dejó su mochila en el lugar de enfrente mío.

Él era uno de los pocos con los que intercambiaba más palabras, como una vez dije, no me llevo mal con ninguno, sólo que algunos son de sangre más pesada que otros, hacen doler fácilmente la cabeza.

—¿Qué tal? -dije sonriendo de medio lado.

—Increíblemente. -se sentó toscamente de lado, o sea, poniendo su espalda en la pared y parte de la ventana. —Espero con ansias las siguientes de final de año. -puso sus manos por detrás de su cabeza mientras cruzaba sus piernas.

Estaba por hablar cuando una mochila cayó en el asiento libre de mi lado. Ethan, el británico. No pensaba que él seguiría por aquí ya que la última vez había comentado que regresaría a su ciudad de origen, me sorprendió y alegró a la vez verlo una vez más. Él es más serio y frío, comienzo a pensar que los británicos lo traen en la sangre, empezando con William. Aunque eso sí, que él sea así no quiere decir que sea un amargado, siempre encuentra la manera de pasarla bien con su grupo de amigos, con el resto si es más reservado.

Y sacando al tema a William, estos días estuvimos haciendo lo mismo que las últimas veces, pasándola bastante bien, no creí decir esto pero se ha ganado por completo mi cariño. Estos últimos días la pasamos ahora en su casa y la verdad que la confianza ha crecido bastante, sé que hay cosas que aún oculta, sólo espero que con el tiempo me las pueda decir sin miedo. Aún hay bastantes cosas qué hacer, al menos yo para sacarme de dudas del pasado y espero poder resolverlas pronto, un paso a la vez.

Malédiction Violette. // William Afton. [hombre morado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora