Capítulo veintidós.

42 6 31
                                    

La alarma me hizo despertar de golpe, aunque ni siquiera creo haber dormido nada, me sentía entre dormida y despierta, pues toda la noche en mi cabeza hubo ideas muy estúpidas. Estiré mi mano apagando de inmediato ese ruido tan irritante para mis oídos.

Con pereza me levanté para ir directo a la ducha, el agua quema mi sensible piel pero la verdad es que se siente bien, me quedé viendo fijamente a un punto muerto, qué se supone que debería hacer ahora. Aunque quisiera ser una simple estudiante no podía, ahora estaba metida en un sucio juego, desde que llegó William lo estuve. Suspire alejando todas esas ideas e imágenes en mi cabeza, pero estas volvían en seguida. Siempre que intento poner fin entre todo esto no puedo, y ahora creo que será más difícil ya que me he encariñado totalmente de William, sé que quizá es por mi miedo de abandono, por no querer estar sola en la vida, pero igual hay una parte en mí que dice lo contrario, que no puedo alejarme de él porque es tan tentativo, porque es algo nuevo, porque aunque sea un tipo arrogante; dentro de él, tal vez en lo más profundo es distinto. Y claro que me siento tonta al pensar en eso, pero si no arriesgo nunca lo sabré.

Salí del baño con la toalla sobre mi cuerpo, miré el reloj y aún es muy buena hora. Vestí sacando lo primero que combinara con el color negro, una falda con color suave y mis botas que siempre podría llevar a todos lados. Me miré en el espejo mientras cepillo mi desordenado cabello, creo que un cambio en este no vendría mal.

Miré para mi pequeño sofá ya que ahí siempre dejo mi mochila pero llegó a mi la confusión cuando no estaba, mi ceño se frunció tratando de recordar donde la he dejado, bajé a la sala principal buscando en cada lugar pero tampoco. Me tranquilice cerrando mis ojos y recordando donde la he dejado, en casa de Ethan no, oh no, William. Abrí mis ojos maldiciendo por lo bajo, la he olvidado en su coche.

—¡Papá! -llamé rezando por que estuviera aquí y no perder tanto tiempo al ir por mi mochila, pero cuando no hubo contestación supe que estaría jodida.

Tense mis músculos por la frustración que sentía justo ahora.

Como no había de otra fui haciendo camino a mi destino, William. Algunos van ya a mi dirección contraria y eso sólo me hace sentir nerviosa ya que no puedo faltar, me perdería de mil cosas, siempre era así.

Caminé más rápido sintiendo mi respiración agitada, no tanto por mi acción sino también de la tensión que tengo ahora mismo.

Al llegar a su jardín respiré tranquila al ver su coche estacionado, llamé a la puerta y esperé pacientemente. Vamos, William. Volví a llamar pero de nuevo no hubo respuesta, cuando lo necesito nunca está, tal vez esté dormido. Estuve por cinco minutos más llamando desesperadamente pero este no apareció, llevé mi mano a la manija de la puerta y sin siquiera hacer fuerza se abrió, mi ceño se frunció, pues no creo que este la haya dejado así. Abrí lentamente hasta que pude ver claramente a mi al frente, me la pensé en si entrar o no, ya que prometí no ser una entrometida pero realmente necesito mi mochila.

Estando ya dentro cerré la puerta y me adentré primero a la sala. Ya lo siento, pero la vida me da estas oportunidades.

—¿William? -grité mirando para el comedor, me acerqué a este para quedar fuera de la cocina. —¡William! -volví a gritar pero todo está en silencio.

Retorné mi camino para ahora quedar en el inicio de las escaleras, estar aquí me da muchísimo pavor.

—¿William? Por favor, ¿dónde estás? -subí apurada las escaleras, de vez en cuando miraba a mis espaldas. Miré cada una de las puertas, todas se mantienen cerradas. —¿William? -me acerqué a su habitación pero tampoco hubo respuesta.

Lamí mis labios abriendo lentamente la puerta, sin abrirla por completo asomé solamente mi cabeza pero aquí tampoco está. Suspire cerrando la puerta y dando la media vuelta.

Malédiction Violette. // William Afton. [hombre morado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora