CAPÍTULO V

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Parte 1

     Andrea corría por las calles con seguidores pisando sus talones. Trataba de escapar de las personas que trataban de interrogarla, que trataban de saber sobre su verdadera persona. Esa máscara tan feliz y fuerte se había derrumbado en un instante.
     Su pecho subía y bajaba violentamente, sintiendo que el aire ya no pasaba por sus pulmones. Sentía que se asfixiaba ante cada paso más que daba. Cayó de rodillas muchas veces, pero se levantaba con las rodillas raspadas y con sangre para seguir escapando.
     Sentía el dolor de su cabeza, la desesperación que conllevaba su vida a diario y que quiso ocultar con firmeza. Pero no pudo hacerlo. Todos la habían acorralado esta vez, la tenían tirada en el suelo con armas apuntando a su cabeza y pecho.
     Ya no sabía qué hacer. Ahora solamente quedaba escapar, irse corriendo como una cobarde. No había escapatoria, tal vez nunca la hubo realmente. ¿Alguna vez pudo tener opción?, no, nunca la tuvo.
     Llegó al hotel, donde se refugió por largos y eternos minutos. Gritó contra una de las almohadas de la cama, ahogando su ansiedad y desesperación en ella. Tan solo quería apagar aquella sensación de malestar, aquella voz que le susurrabas cruelmente su situación. Era insoportable.
     Rodeó la cama miles de veces, apagando de un lado a otro como un animal inquietos. Era el final, ya no quería saber más nada. Ver su pasado no le agradaba, pero tampoco le agradaba su presente. Aborrecía en lo que se había convertido: en un títere engañoso de ella misma.
     Tomó todas sus cosas, colocando de forma desordenada y caótica sus cosas en las maletas de viaje. Tomó estas para marcharse del hotel mientras nadie miraba, corriendo hacia la salida de emergencia que daba con un pequeño callejón. Ahí corrió de nuevo, sin mirar atrás.
     Sus guantes se habían quedado en aquél lugar. Las manos llenas de marcas, moretones y manchas estaban ahora al descubierto al igual que su rostro. Esa sonrisa en su rostro era un caos... era una crisis.
     Corría y corría, pero sin saber a dónde se dirigía. No tenía ninguna noción del tiempo, no tenía ni idea de a dónde se dirigía. Realmente estaba perdida en su mente, no pensaba en su presente ni en su alrededor. Solo sentía la necesidad de escapar, pero sin marcar un rumbo fijo al cual acudir.
     Las personas a a su alrededor, a pesar de no verla, para ella parecían señalarla y juzgarla. Todos la miraban, todos la señalaban con su dedo índice para señalar a una cobarde y una mentirosa. Entró en pánico. Se veía reflejado en sus ojos oscuros, esa desesperación, esa alteración, esa inquietud ansiosa que tomaba más control en ella a cada paso que daba.
     Se abrazó a sí misma, después sostuvo su rostro con ambas manos. Ya no podía continuar, sentía ese miedo recorrerla. Jamás había sentido tanta asfixia como aquél momento, nunca había sentido tanta crisis en tan poco tiempo. Le dolía, la lastimaba terriblemente.
     Volvió a correr sin detenerse, hasta encontrarse de nuevo de vuelta al hotel. Entró a este con la esperanza de encontrar una respuesta, fue cuando se topó con la puerta de Izzy. Al traer las llaves en su bolsillo pudo entrar sin problemas. Cerró mal la puerta, dejando sus maletas en el suelo y se recostó en la cama.
     Lloraba en silencio, mirando hacia la nada misma cuando volvió a escuchar agetreo fuera del hotel. Estaba convencida de que solo iban a por ella, que solamente querían hacerle daño. Ya no aguantaba más ese escándalo. Era como si un ladrillo arremetiera contra su cabeza una y otra vez. El dolor era continúo, era un dolor tan contundente y tormentoso que solamente quería acabar con él de una vez.
     Tambaleando torpemente hacia el baño buscó algo, pero el ruido era tal que se tuvo que tapar las orejas. Aunque la realidad era otra, y el silencio gobernaba la habitación. ¿Por qué ella podía escuchar todo aquél grito de júbilo que resonaba en su cabeza? No la dejaba en absoluto, ni siquiera por un segundo. Estaba terriblemente arraigada a aquella ansiedad, depresión e inquietud que empezó a hacer cosas sin pensar.
     Golpeó el lavamanos con sus puños cerrados. Estaba harta, cerraba los ojos fuertemente ante los gritos de júbilo y agonía en su propia cabeza. Tomó una de las navajas de afeitar de su pareja, apretando estas con la mano, enterrando el filo en su piel. La fina hoja corto el tejido de la piel, lenta y dolorosamente. Punzaba en dolor, pero no sé asemejaba al dolor que le producía su propia mente.
     La sangre corría por la bañera, donde se metió, adoptando una posición fetal. Cuando fue tan extrema su desesperación, tan terrorífico su propio llanto, entonces decidió acabar con todo. Tomó las navajas con coraje y se cortó en la muñeca, acabando con ese llanto interno que se había apoderado con terror en su ser.
     Ahora todo era silencio.
     La sangre goteaba, manchando el fino mármol de la bañera, gota por gota hasta formar un pequeño y asqueroso charco de sangre. Sentía ese alivio interno, sin embargo, el dolor comenzó a surgir y las lágrimas también. Pero, aún si se hubiera  aterrado por su propia acción, no mencionó palabra o gemido dolorido alguno. Solo de levantó de la bañera con las piernas flaqueando, tomó trozos de papel para limpiarse, dejándolos en el bote de basura. Luego, tranquilamente regresó a la bañera.
     Entonces, entre su mirada negra y esa boca entreabierta, empezaron a surgir preguntas y respuestas. ¿Valdría la pena continuar?, no. ¿Importaba si tuviera talento?, en absoluto, un rotundo no. ¿Servía de algo seguir con vida después de tantos años tratando de avanzar y no hacerlo?... ¿Serviría seguir intentando?
     Estaba cansada. Ya no quería fingir más, ya no quería mantener una imagen que solamente la ahogaba. Había creado su propio alter ego, su Andrea vencedora. Tenía una magnífica y maravillosa mente creadora. Había creado un personaje, lo había armado de pies a cabeza en cada detalle, colocando incluso habilidades y magnificencias en él. Lo había vestido, puesto un rostro, una sonrisa; una corona en la cabeza con vestimenta y destacamiento fenomenal. Lo había creado y lo había actuado, hasta el punto donde la verdadera autora del personaje se quedó en la sombra del superficial.
     ¿Quién era ella realmente?, ¿quién era Andrea? Ya no lo sabía. Había tanto actuado su personaje que perdió la verdadera identidad, abrazando la espectativa. No quería mostrar su verdadero ser porque tenía miedo, ahora pagaba también las consecuencias de ello. Cabe decir que eran peores. Pero así era ella: tan rica en habilidades y en triunfos, pero tan pobre en salud y personalidad que no fuera ficticia. Como si se tratase de un relato.
     Había logrado tantas cosas. Era irónico cómo su mayor problema se convirtió también en su mayor poder. Esa batería había resonado en su cabeza una y otra vez por tanto tiempo. Se volvió en su ayuda, en su amiga de terapia para su ansiedad... Y ahora solo se había vuelto una desconocida. Ya no deseaba tanto ese instrumento como solía hacerlo antes. Ahora le tenía pavor, porque incluso sangraba si tocaba aquella batería acústica.
     Entre el llanto y la debilidad, la puerta se abrió. Sus ojos casi cerrado lograron ver a una figura acercarse rápidamente a ella, elevando su cuerpo para llevarlo a reposar a otro lugar más cómodo. Sintió lágrimas en caer sobre su piel, entonces pudo deslumbrar a ese hombre.
     Sus ojos avellana la registraban del rostro, la analizaban. Su boca hablaba, pero no lograba escucharlo. No sabía lo que quería decirle, solamente pudo ver su propia sangre en su cuello. Frunció el ceño, tratando de permanecer despierta.
     Habló entre sollozos, sin saber lo que ella misma le decía. Lo único que pudo ver bien fue a él irse como veía a todos hacerlo. Entonces, en esa suma tristeza de ser abandonada, finalmente se dejó vencer por su propia voluntad al cerrar los ojos para entregarse a la oscuridad de su mente.

CRISIS DE UNA SONRISA | Fanfic Izzy Stradlin/Mundo RockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora