Capítulo 9

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Maldije una y mil veces luego de dejarla en su casa esa noche. No podía ser tan idiota, no podía seguir comportándome así, pero prefería que ella me odiara a tener que decirle quien fue Jake y todo el mal que le hizo a su vida. No sabía si lo correcto fue dejarla ahí sin una explicación o quizá mentirle habría sido mejor. Pero ese no iba a ser yo, iba a romper la promesa que le hice de decirle la verdad, aunque omitía grandes detalles de su vida.

Simplemente me odié a mí mismo por no saber comportarme con ella, por no saber ser quien ella necesitaba por simples paranoias mías. Sí, me molestó que haya llegado a su casa con el rubio ese que se creía la gran cosa, que riera junto a él y que hablaran como si se conocieran hace demasiado tiempo. Ella podía conocer a quien sea, podía ser amiga de quien quería, pero tenía tanto miedo de perderla de nuevo, de que le hicieran daño y yo no pudiese evitarlo. No todos eran Jake, ninguno iba a ser tan malo como él, pero el simple hecho de recordar los seis meses que estuvo dormida, por su culpa, me volvía loco.

Los días pasaron. Traté de hacer de cuenta que nada me sucedía, que todo estaba bien conmigo, que nada cambiaba en mí. Iba a la universidad y regresaba o si salía simplemente iba a refugiarme en algún café para evitar nuevamente recurrir al alcohol. Los últimos días, la extraña chica, hermana de Agatha, estaba en la mayoría de mis clases y me seguía de cerca. Me acompañó a la cafetería varias veces y aunque sólo hablábamos de las materias y de lo bien que se comportaba el cretino del profesor homofóbico, no me gustaba mucho estar cerca de ella, aunque era la única persona a quien le hablé de Jake sin mencionar a Jenna.

No podía sacarme de la cabeza ese tiempo en el que él se mostraba como el santo que no era, la forma en que actuaba con ella pretendiendo ser correcto, mientras yo sabía lo mierda que podía llegar a ser. Recordaba quien era su padre, lo que su madre le hizo a Jenna, recordé a su detestable hermana y todo el daño que su familia le hacía a la mujer de mi vida. Tenía ganas de gritar cada vez que pensaba en la horrible forma en que la dejé a ella en manos de la persona incorrecta, yo debía ocupar su lugar siempre, yo debía ser esa persona en quien ella debía fijarse primero, porque sólo yo podía hacerla feliz y jamás fallarle. Siempre puse su felicidad antes que la mía y me olvidé que también tenía que poner su bienestar antes que cualquier cosa. El egoísmo no siempre era malo cuando se trataba de proteger a quien amamos. Recibí tarde aquella lección.

Ya ni siquiera me consolaba saber que Jake se suicidó frente a nosotros, se destruyó a sí mismo al saber que estaba acorralado y que quizá en unos buenos años estaría en la cárcel por todo el daño que le hizo a una muchacha inocente. Él no se merecía la gloria de irse sin antes sufrir, él no merecía haber acabado con su miseria porque merecía ser torturado un buen tiempo antes de ponerle un fin a su detestable vida. Sonaba como un completo enfermo, lo sé, pero no podía ser de otra manera, recordarlo me hacía mal y si a mí me afectaba, no quería saber cómo le afectaría a Jenna recordar todo lo que le hizo, todo lo que tuvo que vivir a tan corta edad y sin merecerlo.

Luego de varios días sin verla, salí del café que se convirtió en mi refugio desde que no quería estar en mi casa con las interminables preguntas de mi familia, mi refugio de todo el ruido que había en mi vida. Cantar no era lo mismo para mí cuando encendía el estéreo y ella no estaba ahí para escucharme y sonrojarse cada vez que la miraba al hacer una pausa. Ya no encontraba sentido a mis tardes, no le encontraba sentido a seguir en el mismo lugar, para mí nada estaba teniendo sentido últimamente y menos no tener a nadie con quien hablarlo y que me diera un concejo como lo hacía Leah o Tony que siempre sabían que decir o me sugerían como actuar con ella.

Decidido, tomé mi teléfono viendo la hora, eran las 4 pm cuando marqué al número de Leah, algo debía hacer, algo debía decirme para poder lidiar con tanto. Sonaron los primeros dos pitidos hasta que escuché su voz agradeciéndole a los cielos.

Jenna & LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora