Capítulo 17

8 1 0
                                    

LEE: domingo.

No me iba a detener, nada en mí estaba bien, nadie me comprendía y no necesitaba que nadie me dijera que ya estaba lo suficientemente ebrio como para parar.

Jenna se llevaba mis pensamientos, se llevó la poca cordura que me quedaba. Necesitaba hablarla, saber de ella, que me dijera que entre nosotros todo estaría bien. Pero me estaba convirtiendo en eso que jamás fui, un sujeto tóxico en su vida. La necesitaba y necesitaba decirle lo mucho que sufrió junto a la peor persona que pasó por su vida. Ella tenía que saber su propia historia de una vez por todas. No podía seguir ignorándolo mientras mi mente se consumía por completo.

Nada callaba los pensamientos que golpeaban a mi mente, el alcohol no era el mejor aliado, los cigarrillos ni siquiera tenían un mínimo efecto en mí. Tampoco era tan estúpido como para caer en algo peor ¡mi madre me odiaría! ¡Jenna me odiaría! Y lo único que quería hacer era correr tras ella hacia sus brazos y prometerle que lo nuestro sería como hace un año atrás, donde todo parecía estar perfecto, pocos días en lo que la paz reinó nuestros corazones y la tranquilidad invadió nuestras rutinas. Yo fui feliz, ella también lo fue y al fin sabía que necesitábamos recuperar aquello. Fuese cual fuese el resultado luego, ella necesitaba recuperar sus recuerdos.

Ya era la cuarta vez que uno de mis vecinos llamaba a mi puerta preguntándome si todo estaba bien, de hecho, el cuarto que se preocupaba por salud del hijo del dueño de aquel edificio. Los primeros dos vinieron con reclamos por los vidrios rotos de las primeras horas de la madrugada, luego de que Maggie se fuera y me dijera nuevamente lo idiota que era por no soportar estar un par de horas sin Jenna. Ella no comprendía nada, nunca pasó por algo como lo nuestro, nunca sintió que su corazón dejaba de funcionar cada vez que esa persona se alejaba. Jenna para mí seguía siendo todo, significando más que un simple amor.

Y no me importaba que los vidrios rotos destrozaran mi mano cada vez que los apretaba, el alcohol en mi sangre actuaba como una anestesia, permitiéndome no sentir ese dolor físico, ese mismo que prefería mil veces al dolor que tenía en mi alma. Me sentí roto, sentí que estaba al borde del abismo, porque estaba a punto de arriesgarlo todo por ella. Una vez que escuchara su propia historia, dependería de ella si seguir a mi lado o dejarme por lo idiota que fui al esconderle su verdad. Pero no seguiría siendo egoísta, lo fui todo este tiempo por pretender ser feliz y nada resultó, nada tuvo sentido desde que la vi confiando nuevamente en una persona como Abel, uno que fácilmente podía convertirse en Jake.

Nunca supe si él tenía alguna otra intención con Jenna, todos me decían que el sujeto era lo suficientemente mayor para esos juegos como para estar con una muchacha joven que tenía un perro guardián detrás de ella todo el tiempo. Y podía comportarme como un perro guardián, pero así la mantendría a salvo, así ella no saldría lastimada nuevamente, así ella seguiría con vida y nada ni nadie le quitaría el privilegio que tuvo de seguir en este mundo de mierda.

Mi teléfono sonaba sin parar sobre la mesa del comedor. Las últimas 24 horas estuvo ahí, no quería escuchar regaños de parte de nadie, ni siquiera de mi padre, que a pesar de todo tenía razón cuando me decía que ya debía madurar y enfrentar mis propios retos, sino nunca sabría qué pasaría luego. Me convertí en un cobarde, uno con la necesidad de tirarlo todo por la borda, con la simple excusa de no poder tolerar que su chica se alejara de su lado. Le quité lo que ella necesitaba, lo único que la hacía quien realmente fue y yo no era quien para privarla de su propia vida. Por más que fue un infierno, por más que la tortura fuese aún más grande luego, ella merecía todo lo que podía darle, merecía la verdad, mi completa honestidad y no sólo la cobardía de alejarla de lo que realmente necesitaba.

El dolor en mi cabeza ya era intolerable. No podía ponerme de pie para buscar una aspirina, ni siquiera quise levantarme de ese rincón junto al librero, ese mismo que tenía fotografías de ella adornando mi lugar, dándole color a mis días. Su cámara fotográfica seguía en el lugar de siempre, ese donde la dejé por no saber usarla, porque ella no quería tenerla ¿Por qué reaccionaba así cada vez que la veía? ¿Por qué no toleraba tenerla entre sus manos?

Jenna & LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora