Capítulo 13

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LEE:

Eddie sacó las cajas con mis libros del camión, mientras yo terminaba de ordenar los dos sillones que compré el día anterior y que al fin habían llegado a mi nueva dirección.

¿En qué momento decidí mudarme solo? ¿En qué momento fue una buena idea alejarme de mi casa? En ese preciso momento cuando supe que Agatha estaba mucho mejor luego de su cirugía y que necesitaba mi propio espacio, lejos de tanto drama. No podía ni siquiera con mi propia vida, tampoco iba a poder con la de los demás. No estaba siendo un desagradecido, al contrario, fueron sugerencias de mi padre el ofrecerme vivir en uno de los apartamentos que compró cerca de la universidad de San Diego por si alguno de sus hijos decidía seguir viviendo en la ciudad. Si supiera que el mayor de nosotros andaba recorriendo el mundo, mientras el menor ni siquiera se esforzaba por regresar a la academia de arte como prometió.

Sí, me había convertido en el único "chico bueno" de la familia. Qué asco.

Me gustaba el nuevo espacio, era amplio, a pesar de que sólo yo ocuparía aquel lugar. No quería seguir pensando en que quizá, si todo habría sido diferente, Jenna estaría conmigo en ese preciso momento, acomodando nuestras pertenencias como lo planeamos una vez. Ella jamás se iba de mis pensamientos, a pesar de que le di la distancia que me pidió, seguía rondando muy cerca de mí, todo el tiempo en mi cabeza, en mi corazón. No podía obligarla a quererme, a que sintiera algo mínimo por mí, nunca fui así con ella, mucho menos lo sería en ese momento, que necesitaba toda mi comprensión.

Me costaba pensar que se fue sin mí a ver al idiota de su hermano, sí, no estaba sola, estaba con la persona que más la protegió de todos todo el tiempo, aun así, me costaba aceptar aquello. Hacía dos días que se había marchado con su pequeña familia a Los Ángeles y ella ni siquiera sabía que al fin me decidí a mudarme solo, tal cual ella me dijo que lo hiciera hace un tiempo. Nunca comprendí porque ella insistía en que solo estaría mejor, hasta que esa misma noche, en la tranquilidad de mi sala, lo supe.

El frío de octubre entraba por mi balcón mientras terminaba de acomodar las fotografías que Jenna me dio hace un tiempo, esas mismas que atesoré siempre, esas mismas que adornaban mi estantería junto a los libros que ella leyó una y otra vez, hasta el cansancio. Quería darle pequeños y sutiles detalles que le ayudaran a su memoria, pequeños recuerdos de cuando fuimos felices. Aunque no sabía si algún día los vería, seguirían ahí, esperando por ella.

Puse su cámara fotográfica en una pequeña caja de cristal que la protegería mientras estuviese en mi estantería, hasta el día en que ella quisiera al fin tenerla. Y la observé pensando en las veces que intenté descubrir cómo funcionaba y nunca pude hacerlo, simplemente porque no era lo mío, porque esa cámara no me llamaba la atención si no estaba en las manos de su dueña. Suspiré dejándola ahí, junto a un pequeño ramo de rosas blancas de fantasía, en ese preciso momento que el telefonillo sonó a las 8pm.

— Traje pizza —canturreó la persona a quien menos quería ver esa noche—. No me digas que estás por dormir porque me enojaré y no sé cómo, pero subiré de todos modos.

— Es el 35 B, sube —rodé los ojos, porque no me quedaba de otra.

Maggie era un dolor de cabeza todos los días y no sólo en la universidad, sino día a día, desde que decidió que quería ser mi amiga por sugerencias de Agatha.

Yo no necesitaba la amistad de una chica que cada vez que me volteaba se me quedaba viendo. Conocía sus sentimientos y precisamente por eso es que quería tenerla lejos, aun así, no se daba por vencida, remaba contra la corriente día a día. No negaré que me agradaba demasiado esa actitud suya tan despreocupada, esa misma que parecía ser tan optimista frente a situaciones que lo necesitaban.

Jenna & LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora