Capítulo 4

447 53 8
                                    

Aún faltaban cinco minutos para la hora de salida y yo ya había alistado mis cosas para salir de prisa apenas sonara el timbre. Debía llegar a tiempo a la puerta de entrada donde mis amigas me estarían esperando para acompañar a Hannah a su primera sesión de fotos profesional en colaboración con una marca de moda. Pero antes necesitaba desviarme hacia el extremo contrario. Tomé mi bolso y le envié un mensaje a mis amigas antes de salir apresuradamente del salón.

Las veo en diez.

Caminé rápidamente hacia el pasillo principal hasta llegar a la sala de algebra y disminuí el paso al notar lo agitada que estaba mi respiración. A unos pocos metros pude ver a Olympia acomodando una pila de libros en su casillero. Me detuve un momento para echarme un vistazo en la pantalla de mi teléfono y acomodé mi cabello antes de caminar hasta ella.

—¡Qué bueno que te encuentro Lunsford! —dije intentando controlar mi aún acelerada respiración.

—Presidenta Gilligan —respondió sin mirarme.

—Me llamo Taissa, y bueno, a quien le importa. Vine a entregarte el lápiz que dejaste en mi casa la otra noche.

Olympia cerró su casillero y se volteó hacía mí.

—¿Y corriste una maratón solo por un lápiz? —Levantó la ceja derecha y esbozó una media sonrisa como solía hacer cada vez que lanzaba uno de sus sarcásticos comentarios.

—Em... bueno, es que vi tu apellido grabado en él y me pareció que era importante —expresé—. Además, no me siento cómoda guardando las pertenencias de otras personas en mi casa, y tengo un compromiso así que vine lo más rápido que pude.

Detente, ella no necesita tantas explicaciones.

—Bueno, entonces creo que debo agradecer tu esfuerzo por mantener mi lápiz a salvo las últimas cuarenta y ocho horas.

—Un simple gracias me basta — dije respondiendo a su sarcasmo. Encendí la pantalla de mi teléfono para chequear la hora—. Ahora debo irme.

—Okey, te veo luego —respondió —. Y si era importante el lápiz por cierto, era de mi bisabuelo, por eso el apellido.

—Ya veo —dije y me dispuse a alejarme.

Apenas di un par de pasos cuando escuché el grito entrecortado de una mujer que venía de algún lugar del pasillo. De inmediato reconocí el rítmico sonido de los tacones chocando contra el suelo.

—¡Taissa!.

La Sra. Nickerson intentaba acomodar su alocada cabellera con una mano, mientras sostenía un montón de archivadores con la otra. Era una experta en tecnología espacial y descubrimientos astronómicos, pero aun así prefería respaldar sus conocimientos con lápiz y papel, como en los viejos tiempos.

—Me alegra encontrarlas acá chicas. Acabo de revisar mi correo y me di cuenta que no enviaron las imágenes anexas de su proyecto como lo indiqué en la clase—dijo la Sra. Nickerson.

Me volteé levemente hacia Olympia y sostuvimos la mirada por un largo segundo, como si intentáramos buscar telepáticamente una excusa por no haber enviado las imágenes del proyecto que habíamos entregado hace ya dos días. La profesora Nickerson era de una de las personas más agradables que conocía, pero era muy estricta con respecto a las entregas y no vacilaba en cuanto a bajarte la calificación si no cumplías con todo lo que ella solicitaba.

—Oh lo siento mucho Señora Nickerson, me correspondía a mí enviarlas y lo olvidé por completo —solté al fin —. Lo siento mucho Olympia, no quería perjudicarte.

Todo lo que debes hacer es quedarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora