Capítulo 6

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Al día siguiente de la fiesta, y como era de esperarse, los pasillos de la escuela parecían un foro abierto donde se compartían todos los rumores que habían surgido con la noche anterior. El top tres en la lista de los temas favoritos siempre se mantenía año tras año: quienes se habían copiado el look (y quien lo lucía mejor, claro), quien se había embriagado más de la cuenta, y quienes habían acabado la fiesta en alguna habitación de la casa. Era fácil descubrir si formabas parte de esa lista, ya que al poner un pie en la escuela todos volteaban a mirarte como si tuvieras puesta una flecha luminosa en la frente. De todas formas nadie se atrevía a decirte nada en voz alta, y los rumores se desvanecían en el mismo pasillo donde iniciaban.

Luego del segundo timbre, me acerqué al comedor de la escuela para reunirme con mis amigas. Por lo general almorzábamos junto a un pequeño huerto que se encontraba en el patio trasero y donde habían instalado unas cuantas mesitas de picnic, pero en este momento no parecía ser la mejor de las ideas. El día estaba más frío de lo usual y Becca debía mantenerse en perfectas condiciones para su próxima competencia de natación, sobre todo porque era una de las estrellas del equipo y habría muchos ojos puestos en ella ese día.

Crucé la puerta del comedor y advertí a un grupo de personas reunidas junto a unas mesas viejas que se encontraban apiladas en una esquina. Desvié la mirada y vi a Hannah levantando el brazo para indicarme donde estaban sentadas, a su izquierda había tres chicos del taller de teatro con los que había compartido escenario en la obra pasada. Me acerqué a ellos dirigiendo mi vista nuevamente a lo que estaba sucediendo en el otro extremo del lugar.

—¿Qué está pasando allí? —pregunté acomodando mi almuerzo junto a las cosas de Becca.

—No mucho. Olympia Lunsford haciendo cosas de Olympia Lunsford —respondió uno de los chicos de teatro.

Alisé mi falda con la mano para sentarme, sin quitar la vista de la enigmática esquina. Intenté entender algo de lo que sucedía, pero era difícil escuchar a la distancia que me encontraba.

—Creo que debería ir —dije levantándome del asiento. Noté la cara de duda de Becca—. Soy la presidenta ahora, debo saber lo que pasa en la escuela.

Me acerqué al grupo de chicos que rodeaba a Olympia, quien estaba de pie sobre una de las mesas. Mientras hablaba agitaba levemente unos cuantos papeles arrugados que llevaba en la mano izquierda.

—Esta mañana se aprobó el recorte de presupuesto para el club de lectura y el de fotografía —manifestó en voz alta—. No es la primera vez que la dirección de la escuela excluye a los grupos más pequeños para privilegiar a los clubes deportivos, necesitamos hacer algo para evitar que esto siga pasando.

La multitud murmuraba entre cada pausa que hacía Olympia.

—¿Sabes por qué se hizo este recorte? —preguntó uno de los chicos del grupo.

—Según lo que pude investigar, el equipo de Cheerleader necesita uniformes nuevos para la próxima noche de básquetbol, y ellas no tienen fondos suficiente para cubrir los gastos por sí solas.

—¡No tienes idea de lo que estás hablando! —interrumpió Betty Kisler levantándose de su asiento—. No puedes culparnos a nosotras por las decisiones del director Reagan.

—Quizás no, pero están siendo egoístas al aceptar ese dinero sabiendo que perjudicará a otros clubes.

—¿Los otros clubes?. Nosotras necesitamos ese dinero para las competencias, a la escuela le importan los trofeos, y nuestro club es el que llena la vitrina cada año, por si no te has dado cuenta.

Otros chicos comenzaron a levantarse de sus asientos para involucrarse en la discusión, algunos intentaban enfrentar a Betty, mientras los fanáticos del equipo de Cheerleader la defendían de las acusaciones. En cosa de minutos todo se había transformado en una gran nube de caos que no hacía más que crecer.

Todo lo que debes hacer es quedarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora