CAPÍTULO 9

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- Sí tuve algo con una chica, una vez -confesó de repente-. Cuando iba en la universidad.

- ¿Te enamoraste de ella? -le pregunté.

- Más que nadie, nunca.

Eso sí que no lo esperaba. Resultó que al final yo tenía razón: Laura no era hetero. Ahora todo cobraba un poco más de sentido. Quizás había querido huir de una vida más convencional y venir a Barcelona a vivir libremente lo que realmente deseaba vivir. No podía juzgarla por ello, ni siquiera por haber dejado a su novio en NY. Puede que solo quisiera tener unas buenas amigas con las que sentirse quién era de verdad, y vio en Poché y en mí una posibilidad.

 Con ella también aprendí a tener más estima nuestros valores del sur de Europa. Nada se acercaba, ni por asomo, a la libertad real que vivíamos en España, ni siquiera NY. Sin pretender aparentar nada, nuestra forma de enfrentar las distintas realidades y la diversidad de nuestra sociedad era tan sincera que creí que solo necesitábamos quitarnos los complejos. 

- ¿Y qué paso? -le preguntó Poché.

- Que era un secreto. Ninguna se atrevió a dar el paso de salir del armario. Yo lo dejaba y volvía con Alex intermitentemente, porque con ella nunca podía avanzar.

- ¿Y ella?

- Ella se va a casar... con un hombre. Pero no quiero hablar de eso esta noche. Aquello está superado.

Su voz melancólica. Fue la primera vez que la encontré frágil. Poché alargó el dedo índice de su mano por encima de la mesa, hasta alcanzar la mano de Laura, quien la agarró entre sus dedos.

- Estoy bien, ¿ah? -rio, intentando cambiar el curso de la conversación.

- De acuerdo. ¿Quién quiere una copa? -propuse.

- Pero aquí no.

Laura pagó la cuenta, invitándonos a la cena, tal y como nos había dicho que haría. Cogimos un taxi y nos fuimos a una coctelería en el barrio de Gracia. Era un sitio pequeñito, con algunos sillones aquí y allá, y una única barra al fondo. A Poché y a mí nos encantaba porque era uno de los sitios que frecuentábamos desde el principio de empezar juntas. Si querías sentarte y conversar podías hacerlo porque no había demasiada gente, y si te venías arriba y te tomabas una copa de más podías ponerte a bailar lo que fuera que sonara.

Pedimos tres gin-tonics para no variar, y nos sentamos Laura y yo en uno de los sofás, y Poché en un taburete enfrente.

- Cuéntenme cómo se conocieron.

Esto lo hacía muy bien, no dar pie a que se produjeran silencios incómodos.

- En clase, en la universidad -contestó Poché-. Yo la vi y pensé que era la chica más guapa que había visto nunca, así que tuve que trazar una estrategia para engañarla y que quisiera conocerme.

- En realidad ya me había fijado en ella, pero me hice la tonta -revelé.

- Te gusta que te vengan a cortejar a ti, ¿no? -me preguntó ella.

- Depende. ¿Te parezco una princesa? -le sonreí.

- Físicamente quizás, pero creo que tienes más carácter del que aparentas de primeras -dijo Laura, devolviéndome la sonrisa.

- Créeme que lo tiene -confirmó Poché.

Laura hacía muchas veces eso. Preguntaba algo, pero casi automáticamente giraba la conversación hacia otra cosa que le interesaba más. Otras veces simplemente terminaba hablando ella.

- Entonces, ¿qué más? Se persiguieron la una a la otra hasta que terminaron juntas.

- Algo así. Tuvimos que coincidir en varias fiestas para que, una noche, nos besáramos. Y desde entonces, hasta hoy -dije.

Noté que se me sonrojaban las mejillas. Poché se acercó para besarme. Fue un beso corto, pero suficientemente intenso como para que cerrara los ojos. Cuando los abrí encontré que Laura nos observaba en silencio.

- La verdad es que hacen muy buena pareja. Son muy bonitas las dos.

Lo dijo y bebió un sorbo de su copa. De pronto había dejado de mirarnos.

Poché y yo no dijimos nada. Estábamos giradas hacia ella, y Poché me miró de reojo, sin voltear su cuerpo. Yo conocía lo que pensaba solo con mirarla a los ojos, y supe que se le estaba pasando por la cabeza lo mismo que a mí.

Se levantó y se sentó en el sofá, al otro lado de Laura. Nunca habíamos hecho un trío, ni juntas ni separadas. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza que algún día pudiera verme en una situación así, pero en ese momento entendí que hubiera gente que lo hiciera.

Yo quería a mi novia más que a cualquier otra cosa, pero deseaba a Laura, la deseaba desde casi el primer momento en que la vi. Y no tenía dudas de que Poché la deseaba también. No habíamos tenido tiempo siquiera para pensar en esa posibilidad, ni de hablarlo entre las dos, pero en ese momento que ya me había bebido un par de copas creí que era mucho mejor así. Que sea lo que Dios quiera, pensé.

Si al día siguiente nos queríamos matar, pues ya nos mataríamos. Al menos sabía que ninguna podría reprocharle nada a la otra.

Laura se pegó más a mí en el sofá, dejando suficiente espacio para Poché, y se reclinó hacia atrás para que Poché y yo pudiéramos vernos también. Yo no podía parar de mirarlas juntas y pensar en lo que estaba a punto de pasar. Poché miraba a Laura, como esperando a que esa dijera algo más. Y Laura lo entendió.

- Ahora mismo -Laura vaciló.

- ¿Qué? -le preguntó Poché.

- Nada -respondió-. Olvídalo.

- ¿Qué? -volvió a preguntarle.

Laura giró la cabeza para mirarme. Le sonreí, dándole a entender que todo estaba bien por mi parte. Sabía que fuera lo que fuera lo que iba a decir, si no lo decía era por mí. Ella volvió a girarse hacia Poché.

- ¿Quieres besarme? -le preguntó, entonces.

Poché me miró, pidiéndome permiso, y Laura volvió su cabeza hacia mí, buscando también mi reacción a su pregunta. Ni siquiera me sentí incómoda. No sé de dónde me salió el coraje, pero me acerqué hasta la boca de Laura y pegué suavemente mis labios a los suyos. Me gustó su olor, su tacto, su suavidad. Laura la abrió ligeramente permitiendo que mi lengua se encuentre con la suya. Fue un beso lento, tímido al principio. No nos tocábamos, quizás por miedo a que fuera real. Duró poco más de unos segundos. Yo hubiera seguido besándola, pero creo que ambas reparamos en que Poché seguía allí, y que quizás era momento de parar. Cuando abrí los ojos y me separé de Laura, Poché nos miraba desde su lado del sofá. No supe descifrar cómo se estaba sintiendo, o qué estaba pensando, pero Laura no me dio tiempo a intentar averiguarlo, porque se incorporó y atrajo a Poché hacia ella. 

Por un lado, me encantó verlas tan entregadas la una con la otra, supe que Poché no estaba incómoda. También sentí una pequeña punzada de miedo, pero, sobre todo, me gustó mirar. De pronto Laura, sin separarse de Poché, buscó con su mano mi cara, y me obligó a acercarme a ellas. Me uní a las dos,  besando primero a Poché, luego a Laura, después a Poché de nuevo, y luego las tres a la vez. Ahí aprendí que un beso de tres es muy diferente a cualquier otro beso. Un beso de tres obligaba a todas las partes a buscar dos bocas, otras dos lenguas, a coordinarse de una manera especial. Y era sexy, era realmente sexy.

Me aparté para volver al mundo real, y me di cuenta de que las pocas personas que estaban en el bar también estaban inmersas en nuestro momento. Era demasiado.

- ¿Y si hacemos la última en casa? -pregunté.






Tú y Tú y Yo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora