CAPÍTULO 16

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No supe bien a qué se refería con que aquello era diferente. Tenía los mismos riesgos que cualquier otra aventura. Igual te enamorabas, igual no. Igual la otra persona se enamoraba de ti, igual no. Quitando que en esta ocasión éramos tres, a mí me parecía que debía ser bastante parecido a cualquier otra que hubiera podido tener antes.

- A ti te preocupa que para nosotras sea solo un polvo -afirmó Calle.

- ¿Qué significa polvo?

- Sexo. De una noche.

- ¿Por qué están tan pesadas con lo que me preocupa? ¿Todas las lesbianas son tan intensas en España?

- ¿Es que en Estados Unidos son diferentes? -pregunté

- Yo desde luego, no lo soy.

- Pues tú eres medio europea, en realidad. Y no eres lesbiana.

Volvió a mirarme fijamente durante unos segundos.

- Eso no lo tengo tan claro -confesó. Vi cómo Calle también me miraba, de reojo-. ¿Y no les preocupa ninguna cosa a las dos?

- No te creas, también es un poco complicado para nosotras.

 A Laura le llamó la atención mi respuesta, por lo visto. Yo, en realidad, solo quería hacerla sentir bien, si es que eso tenía sentido en aquel momento. Supuse que debíamos gustarle tanto como ella a nosotras, y que en ese tiempo en el que no nos habíamos visto también habría estado dándole vueltas a toda esta historia. No me hacía gracia que pensara que nos daba exactamente igual su situación, su relación, que nosotras fuéramos pareja y que no hubiera ningún tipo de posibilidad de que aquello fuera a ninguna parte, la verdad.

- ¿Podemos bajar la intensidad? -pidió.

Me levanté a recoger los platos y meterlos en el lavavajillas.

- ¿De qué quieres hablar, entonces? -le preguntó Calle.

- ¿Tienes ginebra?

Era un poco mandona. Me llamaba la atención cómo era capaz de liderar todas las situaciones en las cuales, lo normal, habría sido que ella fuera la persona más cohibida de las tres. Calle y yo, con respecto a ella, habíamos adoptado desde el principio una postura que no solíamos ejercer, más pasiva, menos agresiva. Supongo que, de alguna manera, ambas pensábamos que Laura jugaba en desventaja, que quizás siempre jugaría en desventaja, y que por ello debíamos concederle algunas licencias. Desde luego no podíamos comportarnos como éramos realmente, como seríamos si aquello hubiera sido una relación de una a una, como éramos Calle y yo cuando nos conocimos: intensas, dramáticas, autoritarias. Con Laura es no tenía tanto sentido, ni sería justo, e igualmente nos había conocido en un momento de nuestra relación en el que estábamos más relajadas.

Ya ninguna tenía intención de imponerse, de luchar por su ego, de hacer el ridículo tal y como se suele hacer al comienzo de conocer a alguien.

Recordé la reunión que teníamos al día siguiente en la agencia, la llamada con la empresa de Londres, y que solo estábamos a lunes, pero no tenía ganas de que la noche terminara.

- En ese mueble -le señalé el armario de detrás de la mesa, donde estaban las botellas y las copas.

- Les voy a hacer el mejor gin-tonic que hayan probado nunca -su entusiasmo era contagioso-. ¿Podemos cambiar la música?

Entendí que, si íbamos a tomar copas, es que quizás íbamos con todo. Cambié la playlist que sonaba por otra un poco más sexy, y salí a la terraza para fumarme por fin un cigarro.

Tú y Tú y Yo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora