CAPÍTULO 25

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>¿Cómo estás?< Esta vez fue Daniela. Cuando no era una, era la otra. Lo de salir con una pareja tenía sus cosas buenas y sus cosas malas. Podía hacerme de rogar más de lo que lo haría con una única persona,  porque al ser ellas dos partes de un todo, siempre una de las dos tendía a ceder antes que yo. Por otro lado era doblemente complicado conseguir escapar. Nada más ver su nombre en la pantalla me dio un vuelco en el corazón. Hasta ahora ni siquiera había guardado sus números de teléfono, no sé si por vaguería o por no darle la importancia que no quería que merecieran. Pero ese día, en la playa, Daniela me había obligado a guardar el suyo con un corazón rojo detrás. Y ahora, ahí esta el corazón, tan rojo como el mío.

La llamé por teléfono. A veces, cuando hablábamos por mensaje, terminábamos malentendiéndonos, en parte debido a una barrera con el idioma. Cualquier asunto era más sencillo de tratar si nos escuchábamos la voz.

- ¡Hey!, ¿qué tal?

- Bien, ¿y tú? Has desaparecido del todo -me dijo.

- Desaparecer tampoco. Solo necesitaba un poco de tiempo para pensar -me excusé-. ¿Cómo está María José?

- Bien también, aquí a mi lado. ¿Pongo el altavoz?

- ¿No podemos hablar por una vez solo las dos? -pedí.

Por su voz intuí que le había parecido la petición más extraña del mundo y eso me hizo recordar por qué había decidido escapar. ¿Era tan difícil de entender que quisiera tener intimidad con una y con otra, por separado? A veces sentía que jugábamos a un juego en el que eran dos con una. Tenía que lidiar siempre con dos personas que pensaban lo mismo, que se sentían igual. Cuando habíamos discutido por cualquier cosa, me veía como a una niña pequeña a la que le estuvieran haciendo bullying. Siempre las dos frente a mí. Siempre las dos cuestionándome, recriminándome cosas. no podía más con eso. Solo hacía unos escasos días que había conseguido que entendieran que no quería hablar por un grupo de tres personas todo el tiempo. Para quedar, para contarnos dos tonterías, estaba bien, pero para hablar de cosas serias, para explicarnos cómo nos estábamos sintiendo, ¿era necesario? Yo ya sabía que probablemente las dos estarían sentadas una al lado de la otra, que se leerían las conversaciones en voz alta, que controlarían juntas cada coma o punto que yo escribiera, pero para mí la sensación era completamente diferente, aunque fuera ficticia, aunque me autoengañara pensando que únicamente hablara con una de las dos.

Daniela me gustaba mucho físicamente y supongo que yo a ella también. De hecho me había atraído más de lo que me había atraído la mayoría de gente con la que había tenido algo a lo largo de mi vida. Y también tenía toda una parte dulce, incluso infantil, que me hacía recordar aquellos amores de juventud.

Con María José, sin embargo, pasaba lo contrario. Era una relación más adulta que con Daniela, si es que esa era la palabra. Nos enfadábamos menos, pero cuando lo hacíamos nunca era por una tontería. Con ella hablaba y hablaba, y hablaba. Me resultaba fácil explicarle todo lo que me preocupaba, cómo me sentía; supongo que, de las dos, era la que me hacía sentir más segura. Y eso me parecía rematadamente sexy.

- ¿Puedes entender que es molesto que esto siempre sea las dos, y yo?

- ¿Y qué quieres hacer? ¿Quieres que no nos volvamos hablar? ¿Eso se ha acabado ya? -me contestó.

- Pues no lo sé, pensaba que sí, pero ahora no lo sé -dije-. ¿Qué quieren hacer ustedes?

- ¿Ahora me hablas en plural? -me había pillado. A veces yo misma las trataba como si fuera una única persona.

- ¿Qué quieres hacer tú? -entonces le pregunté.

- Yo quiero verte. No paro de pensar en ti.

Cuando se convierte una relación en algo tóxico, no lo sé. Ni siquiera sé si alguna vez la nuestra lo fue, o si en realidad era más sana de lo que pudiéramos prever. Yo siempre quería irme y cuando me iba, siempre pensaba en volver. Y ellas siempre querían que me quedara, pero cuando estaba les asaltaban todos los miedos.

Tú y Tú y Yo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora