CAPÍTULO 29

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- Mamá, es algo un poco complicado de entender. Y es algo muy moderno.

- No entiendo por donde va.

Un mes más tarde me compré el billete de vuelta. En realidad, era de ida, únicamente. Había decidido dar el paso. Si no me había podido sacar aquella historia de la cabeza en todo este tiempo al menos le debía una oportunidad. Me había dado cuenta que sería más feliz allá. Y a lo peor con ellas no volvería a pasar nada, pero definitivamente si no lo intentaba siempre me quedaría con la duda.

- ¿Te acuerdas de las dos chicas con las que iba siempre? ¿Las que veías fotos? -le pregunté-. Pues ellas son pareja desde hace años.

- ajá.

- Y hace un tiempo paso algo entre nosotras tres.

Mi madre me miró sin decir nada, estaba sentada a tres metros de mí. Durante unos eternos cuatro minutos no dijo nada, no hizo ni siquiera una mueca, solamente miraba su móvil.

- ¿Puedes decir algo? -le increpé.

- ¿Con algo quieres decir que se acostaban las tres?

- Sí. Nos acostábamos, y todo lo demás -le dije.

- ¿Qué es todo lo demás?

- Pues que nos queríamos, mamá.

- ¿Y ahora ya no se quieren? -preguntó.

- Bueno, ahora es que hay un virus letal, no sé si te acuerdas. Y yo estoy aquí y ellas allá.

- Claro, ellas están allá porque son una pareja -yo sabía que eso iba con segundas.

- Sí, y porque son españolas.

- Ya. Y porque son pareja y están juntas. Y usted está acá.

- Sí, mamá. Por eso quiero volver.

- ¿Y no sería mejor que buscaras una persona sola? ¿Por qué una pareja? ¿Por qué no puedes encontrar a alguien con quien  empezar algo desde cero, que le dé todo su amor? -preguntó.

- Ellas me daban todo su amor.

- ¡Pero son pareja!

- Ma, sé que es complicado de entender. Para mí también ha sido complicado de asimilar, pero estoy enamorada de ellas.

- ¿De las dos?

- De las dos -respondí-. Y ellas dos de mí también -esto ya no lo tenía claro.

- ¿Y van estar juntas las tres?

- Eso es lo que me gustaría.

En realidad no había vuelto a saber nada de ellas, pero casi lo prefería así. Ahora que sabía que iba a volver no tenía sentido que estuviéramos hablando todo el tiempo. Si hablábamos había la posibilidad de que surgieran malos entendidos, que discutiéramos, que me contaran cualquier cosa que me volviera a hacer sentir mal y que me empujaran a repensar otra vez todas mis opciones. Mi madre hizo lo mismo que Alex intentar convencerme que era mejor estar con una sola persona, que estuviera al cien por cien disponible para mí.

- Siempre tienes opción de volver -me dijo un día-. Y aún eres joven para soñar.

Supe que esa sería su máxima bendición que me otorgaría y me di por satisfecha. Tampoco le podía pedir más a una señora de casi setenta años. Su hija le iba cuando el mundo estaba patas arriba, detrás de dos mujeres que eran pareja.

Cogí un vuelo vuelo a mitad de junio, cuando las cosas parecían empezar a calmarse con respecto al virus. Finalmente podría quedarme en mi antiguo piso hasta septiembre, así que estaría unos meses cubierta. Podría haberlas avisado de que volvía ya, de que tenía ganas de verlas, de que volvía por ellas, pero me daba tanto miedo el rechazo que decliné esa opción.

Así que cuando llegué mi idea fue esperar un poco, volvería a vivir en Barcelona a mi ritmo. Estar segura de haber vuelto me seguía pareciendo la mejor idea del mundo. Para mí, aquello se me planteaba como todo un reto. No quería ir a buscarlas antes de tiempo, antes de saber con certeza que no me darían ganas de salir corriendo otra vez. ¿Lo estaba posponiendo por ellas o por mí? Estuve dos semanas que sí, que no, hasta que, de casualidad, me las encontré.

Daniela llevaba un top color negro y María José un top color camel. Iban despistadas, como alborotadas. Seguramente irían discutiendo. Las veía caminando hacía mí y notaba cómo me sudaban hasta las rodillas. No estaba preparada. ¿Qué llevaba puesto yo? My god. Podríamos haber quedado en un restaurante con tranquilidad haber ido a cenar, pero yo era idiota y no las había llamado, así que ahora, el karma me lo pagaba así, en la mitad de la calle.

La primera que me vio fue Daniela. Me miró, siguió caminando un par de pasos, volvió a levantar la vista para cerciorarse, y le dio un golpe a María José con el brazo, agarrándole después la muñeca para que le prestara atención. María José se zafó, sin entender nada, y buscó con la mirada qué era lo que Daniela pretendía que viera. Me vio y frenó en seco, abrió la boca como para decir algo, pero solo se sonrió. Yo le devolví la sonrisa. Daniela se acercó decidida y me abrazó. Olía tan a ella que me temblaron las piernas. Quise besarla, pero  ya no sabía si ese beso sería bien recibido. Cuando Daniela se alejó y su olor se alejó lo suficiente, busqué a María José, que seguía un paso atrás de nosotras, sonriendo todavía. Alargué el brazo hasta que con mi mano toqué la suya. Ella me la cogió y yo la atraje hacia mí. La abracé fuerte y ella besó mi mejilla

- ¿Qué haces aquí? -me preguntó cuando nos separamos.

- He vuelto -contesté, sonriendo.

- ¿Para siempre?

- Al menos por ahora, sí.

Intercambiaron una mirada fugaz entre ellas.

- ¿Y cómo no has dicho nada? -me increpó Daniela, en un tono que aún me parecía amigable.

- Iba hacerlo, solo estaba esperando el momento oportuno -confesé.

Volvieron a mirarse. A Daniela se le escapó una media risita.

- ¿Qué tienen que hacer ahora? -les pregunté.

- Cenamos, ¿no?

Tú y Tú y Yo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora