CAPÍTULO 14

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Así que me decidí una mañana en un arrebato mientras tomaba el café. Como no quería tirarme todo el día esperando una respuesta la llamé por teléfono. No me lo cogió, pero a los veinte minutos me devolvió la llamada. En realidad era una buena señal. Se habría sorprendido de que la llamara y habría valorado qué hacer, porque podría perfectamente haberme escrito para preguntarme si era algo importante, evitando tener que hablar, aunque si llamó debía de ser porque aún había algo ahí, o eso pensé yo.

- ¿Qué tal estás? -le pregunté, por decir cualquier cosa.

- Estoy bien, ¿y ustedes?

Al principio me parecía muy considerado que, a pesar de estar hablando con una de las dos, hablara en plural, como para no dar a entender ningún tipo de deferencia por una u otra. Más tarde terminaría odiándolo. Y ella también.

- Estamos bien. -mentí. Esas dos últimas semanas nos habíamos pelado casi cada día, por casi todo. Estábamos irritables, tristes, enfadadas la una con la otra por haber permitido que una tercera persona se introdujera en nuestras vidas-. Pero no hemos sabido nada de ti después de aquella noche y estábamos preocupadas.

Volví a mentir. Dios. Yo nunca mentía y sin embargo, en esa situación me parecía complicadísimo decir lo que de verdad se me estaba pasando por la cabeza. Ya sabía que estaba bien, Laura era como yo unos años antes, imposible que no estuviera bien.

- Lo entiendo. Yo he pensado mucho en las dos.

Me pareció que intentaba entonar una disculpas y quise pensar que quizás estaba arrepentida de haber desaparecido así.

- Ah, ¿sí? -me hice la sorprendida-. ¿crees que podríamos vernos y hablar?

Se tomó unos segundos antes de contestar.

- Ok. ¿Esta noche?

Era lunes y nosotras nunca quedábamos para cenar los lunes. Hacíamos planes casi todos los días después del trabajo, pero justo los lunes nos los dejábamos libres para desintoxicarnos del fin de semana. En cualquier otro contexto habría dicho que no, porque también era un poco maniática con mis rutinas, y no me gustaba que me las cambiaran de un momento a otro, pero obviamente a ella no podía negarme.

- Claro. ¿Vienes a casa? Puedo preparar algo -propuse.

- ¿A las ocho? -preguntó.

- Perfecto.

De repente me sorprendí a mí misma envuelta en una alegría inusual, como ilusionada-y sin el como también-. Hacía tanto tiempo que no me sentía de esa manera, desde que empecé a conocer a Calle, que parecía una niña pequeña con un juguete nuevo.

Las relaciones largas-y sanas- tenían infinidad de cosas buenas : la seguridad, la estabilidad, la intimidad o la confianza. Saber que una persona Te ama tanto que no tienes que preocuparte por nada, ni por nadie más, solo por amarla tú de la misma manera en que ella te ama a ti. Eso siempre me había parecido incomparable a cualquier otra cosa. Al sexo esporádico y vacío. Pero en una relación larga, como en todo, también hay una letra pequeña, que es la renuncia a volver a enamorarte, a sentir esas mariposas, a morirte de amor solo escuchando una canción, o haciendo lo más mínimo, la tontería más grande, junto a esa nueva persona.

Hay adictos al amor, personas que no tejen relaciones duraderas porque desean revivir esas sensaciones una y otra vez, y no podía culparlos. Ahora ya no. Yo había llamado a Laura porque una parte de mí quería saber más de ella, porque apenas se había dejado conocer, porque había algo misterioso en su forma de actuar que había conseguido despertar mi interés. Parecía una adicta. Si no era capaz de dejar de fumar, cómo iba a ser capaz de desengancharme de algo así. Era más fuerte las ganas de verla que todo el miedo que me inundaba, que los riesgos que no estaba segura de querer correr.

Tú y Tú y Yo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora