Extra I

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Desde el día en que tuvo que mentirle a Leo que no sentía nada por él, muchas cosas habían cambiado en el interior de Max. Extrañaba sus besos, su sonrisa, su perfume. Pero aún creía que la decisión que tomó fue la correcta.
La mañana en que estaban por presentar el proyecto, había escuchado a Rena, su jefa, hablar de que la relación entre ambos era bastante sospechosa y desagradable. Aseguró que estaban en la empresa por su eficiencia, pero personalmente si descubría que existía algo entre ellos no dudaría en despedirlos.  Esto había paralizado el corazón de Max. Si está mujer descubría su relación con Leo, de seguro perderían sus trabajos, y quedarían marcados por “desviados”. No permitiría que alguien arruinará el futuro de Leo, sabía que había luchado mucho, por conseguir esa beca en el extranjero. Entonces fue cuando se le ocurrió el dichoso plan de presentar a su amiga como novia para que nadie sospeche. Sabía que esto causaría un problema con su amigo, pero debía hacerlo. Estaba dispuesto a todo por permitirle cumplir sus sueños.
Esa noche cuando vio a Leo pálido, quiso llorar. Lo siguió hasta el baño y quería contarle todo. Pero estaba muy asustado, era preferible que su amigo se decepcionará de él. Porque con una sola mirada tierna hubiera perdido la cordura. Le mintió que solo fue un juego para él, que solo quería burlarse y pasar el rato. Pero la verdad era que sentía todo lo contrario. Cuando llegó a su casa lloró y lloró para aliviarse pero nunca lo había conseguido.
Los meses que siguieron fueron de pura tristeza, se dedicaba a ver las fotos de Leo y añorar el tiempo que estuvieron juntos.
Cuando finalmente se decidió a contarle todo, se tomó el primer avión, lleno de esperanza.
Nunca se imaginó encontrar a su Leo de esa forma. Estaba sentado en la piernas de un tipo y sonreían como tontos. Pero cuando descubrió que era su novio, comenzó a faltarle el aire. Fingió un rato delante de ese estúpido que solo era una visita. Sabía que si exponía todo, jamás se lo perdonaría.
Cuando ese tal Noah Salió por la puerta comprendió que era su oportunidad. Pero se sentía tan culpable, no podía hacerse el tonto. Los ojos de Leo nunca habían brillado tanto como cuando lo vio esa tarde hablando con ese tipo. Max no estaba seguro si algún día, podría presentarlo de esa forma “mi novio”. No. Él no estaba listo. Y no era tan egoísta como para dejar que Leo se perdiera de todas esas cosas que el no podría darle, se merecía toda la felicidad. Decidió no decirle toda la verdad. Ahora era feliz y no lo lastimaría más de lo que ya lo había hecho. Y cuando consiguió su perdón, su corazón se alivió,  aunque dolía, dolía muchísimo saber que ya no podía aspirar al amor de Leo.
Antes de volver a su país, ayudó en la mudanza de los novios. No podía negar que ambos se veían muy felices. Su amigo reía a carcajadas y a cada instante sus ojos destellaban, y a ese estúpido, no se podía negar que miraba a Leo como un loco embelesado.
Aunque fue difícil de aceptar, aprendió muchas cosas de ese dolor. Ahora estaba dispuesto y convencido a que si algún día encontraba a alguien, ya sea hombre o mujer, que lo mirará como lo hacían esos dos. No le dejaría ir por nada en el mundo, sin importar la opinión de los demás.
En los meses siguientes Max se dedicó a disfrutar su vida, en todo sentido. Cuando descubrió lo importante que era sentirse libre llegó a conectar con un gran hombre con el que también aprendió que para el amor no hay edad. Y que en gustos no hay nada escrito.

Simplemente amor BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora