Capítulo VIII

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Luego de besar los labios de su amigo, Leo abrió el cajón de la mesita de luz, sacó una botella de lubricante, y se colocó entre medio de las piernas de Max, quien estaba recostado en medio de la cama y apoyando su cabeza en varias almohadas. Puso el envase a su alcance, abrió el pote y echó abundante líquido en la palma de su mano. Ante el “click" que se escuchó los músculos de Max se tensaron, cosa de la que Leo se dio cuenta en seguida. Entonces se acercó a la boca de su amigo y le dio un suave beso.
- No estés nervioso- dijo tranquilamente- Si en algún momento quieres parar, me lo dices y todo terminará.
El mayor movió la cabeza, en señal de afirmación y Leo siguió con su tarea. Volvió a lamer el pene de su amigo, su lengua hacía movimientos suaves en la punta del miembro. Su mano fue acariciando lentamente entre medio de sus nalgas, sintió que un leve gemido se escapaba de Max, lo que le dio el pie para introducir su dedo anular en el orificio de su amigo, quién se estremeció un poco, empezó a moverse cautelosamente, girar un poco a la izquierda, otro poco a la derecha, dando espacio a su mano, siguió consintiendo el pene con su boca, por lo que su compañero soltaba algunos tenues ruiditos. Cuando sintió más suelto el lugar, el dedo medio acompaño al primero. El joven que sintió la intromisión, largó un suspiro y gimió un poco. Leo siguió realizando los movimientos, ensanchando el sitio. Después cuando logró moverse cómodamente, introdujo uno más. Su amigo parecía bastante tenso, por lo que esta vez subió y depositó muchos besos en los labios de la otra persona, hasta que uno, se tornó muy pasional, ninguno de los dos quería abandonar el contacto de sus lenguas. El menor aprovecho para mover sus dedos en el interior de Max, quién hizo una mueca de dolor. Pero era muy difícil parar, ambos se necesitaban desesperadamente y pronto llegarían las mejores sensaciones. Leo giró levemente sus dedos a la izquierda, encontrando la próstata de su amigo, que dio un fuerte gemido. El sonido lo excitó aún más, por lo que empezó a dar golpecitos en ese lugar. Max había empezado a temblar y jadear más fuerte, expresando de esa forma el placer que lo estaba sacudiendo.
El menor sacó sus dedos de adentro, tomó un condón, se lo puso en su gran y erecto miembro, recogió el lubricante que tenía cerca y se dispuso a esparcirlo por todo el preservativo, se colocó entre medio de las piernas de su amigo, lo miró con deseo.
Alineó su pene con la entrada y lentamente introdujo la punta, la respiración de Max se volvió entrecortada y de a poco, centímetro por centímetro metió toda su longitud, mientras leves quejidos se escapaban del hombre de abajo. Le dio unos minutos para acostumbrarse a la intromisión y dijo:
-Eres increíble - Lo besó- ya pasó lo peor, prometo hacer que te sientas de maravilla.
Leo empezó a moverse suavemente, el sonido de sus cuerpos golpeándose era una sinfonía armoniosa, pero cada vez subía el nivel. Se acomodó para golpear en todo momento la próstata de su amigo. Los gemidos se intensificaron y con el dedo índice dibujo una línea recta imaginaria sobre el pene de Max, llevándolo a la locura. El semen se chorreo por su estómago y sus pequeñas convulsiones, produjeron un gran orgasmo a Leo que segundos después se dejó ir, y solo sintió el agudo placer por todo su cuerpo.

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