CAPÍTULO SEIS.

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De pie junto a su novia, el rizado miraba el tarro lleno de dulces de diversos colores y formas. El dueño del puesto de dulces los veía ansioso, pues Harry y Nancy ya llevaban más de diez minutos viendo los dulces y no daban señales de querer comprar.

La bulla de la gente en el mercado causaba que Harry volteara a los lados cada dos segundos para ver a las personas comprar verduras o alguno que otro dulce. Los pequeños niños corrían empujando a los adultos para abrirse paso. Un grupo de personas estaban amontonadas en una esquina montando una rueda con caballitos, la feria del pueblo estaba dando inicio y todos parecían emocionados.

Era una perfecta mañana de verano, más calurosa de lo normal. El viento frío soplaba causándole leves espasmos a Harry por todo el cuerpo que disfrutaba.

Nancy lo había llevado al pueblo esa mañana para comprar los dulces favoritos de su madre, la pelirroja había dicho que quería llevarle un regalo a Silvy. A Harry le pareció una gran idea así que se ofreció a llevarla al pueblo, al principio Nancy se había negado, luego aceptó gustosa.

—¿Cuáles te gustan? —le preguntó Nancy alzando un poco la voz.

—Uh. —Harry pareció pensarlo un momento antes de señalar los dulces verdes en forma de sombrilla. —Esos. —dijo.

—Dos bolsas de esos, por favor.—le dijo Nancy al vendedor. El señor les sonrió satisfecho y le entregó dos pequeñas bolsas de dulces.

Harry había estado muy distraído viendo al grupo de personas montar la rueda, y cuando una pequeña niña lo pasó empujando se sobresaltó. Nancy rió a su lado y lo tomó de la mano para después comenzar a caminar entre la multitud.

Lograron pasar y salir del mercado, caminaron despacio aún tomados de la mano y llegaron a la calle donde estaba estacionada la furgoneta del rizado. Frente a la calle había una heladería de concepto abierto, Harry arrastró a Nancy hacía la heladería, el calor estaba siendo insoportable.

El rizado pidió dos conos de wafle con relleno de chocolate y crema de fresa. Se sentaron en las mesas de la calle, la sombrilla los protegían del sol y los mantenía frescos. Los autos transitaban por la calle y las personas regresaban del mercado con las compras.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Harry a su novia, la chica había estado muy callada desde que regresó de la ciudad.

—Si. —Nancy asintió. —Sólo que estoy preocupada por mi madre. Y estoy muy estresada por tantas cosas.

—Debes relajarte. —la aconsejó. —Los doctores ya confirmaron que Silvy se pondrá bien. Sólo debemos esperar a que despierte.

—¡Dios! No sólo es eso. —las personas sentadas en las otras mesas volvieron la cabeza hacia la pareja, atraídas por el elevado tono de Nancy.

—¿Entonces qué es? —Harry siguió hablando con calma. —Puedes contarme lo que te suceda, ¿dónde quedó la confianza?

—Estoy cansada. Es mejor que volvamos. Mañana debo partir a Doncaster. —Nancy se levantó un tanto brusca. Harry suspiró antes de ponerse en pie e ir a pagar los dos helados. Vio un bote de basura y tiró su helado, ya no deseaba comer nada.

Nancy ya había cruzado la calle y estaba subiendo a la furgoneta. Harry vio a los lados antes de cruzar la calle y sacar las llaves de su auto, subió al asiento del conductor y vio de reojo a Nancy.

—¿Me dirás que sucede? —cuestionó Harry sin atreverse a mirar a Nancy.

—¡Sólo vámonos Harry! —gritó exasperada.

—Como quieras. —murmuró y arrancó el auto. El viento entraba por la ventanilla pegándole junto en su rostro pálido.

Los cinco minutos de camino a la playa la pasaron en silencio, ambos iban absortos en sus pensamientos. Al llegar tampoco compartieron palabras, fue cuando bajaron del auto y Harry vio las dos motos estacionadas y supo que Louis y Liam habían llegado.

Colapso. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora