CAPÍTULO TRES.

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Ese día Harry se despertó más temprano de lo común. Lo primero que hizo fue darse una ducha y cambiarse con ropa cómoda. Tomó su celular de la mesita de noche y marcó el número de Nancy, no respondió. Hizo tres llamadas las cuales lo enviaron a buzón, suspiró rendido y salió al balcón a respirar el aire fresco.

Se apoyó del barandal y contempló la vista frente a sus ojos. El sol se alzaba en el cielo azul adornado de nubes blancas como el algodón, Harry siempre había querido tocar una nube para comprobar su teoría.

La brisa fresca causó que el cabello rizado de Harry se ondeara a su ritmo. El graznido de las gaviotas se escuchaba a lo lejos y el cálido sol le propinaba de su calor. El sonido de las olas logró relajarlo.

Sin embargo, recordó a Nancy y toda la calma que sentía se esfumó, estaba preocupado por ella y por su madre. No podía apoyarla si ella no respondía las llamadas ni los mensajes, probablemente su teléfono se había quedado sin pila. Eso debía de ser.

A lo lejos, en la playa, divisó a dos personas corriendo hacía la dirección de la casa. Cuando se acercaron más logró reconocer a Fizzy y a Mark, ellos no lo vieron. Harry entró a la habitación y decidiéndo que ya era hora de bajar a desayunar se encaminó a la puerta, antes de llegar su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó de inmediato creyendo que era Nancy, sin embargo el nombre en la pantalla desmentía su creencia.

-¿Si? -contestó al aparato.

-Dime que no estás de mal humor. -la voz de Ed sonó al otro lado de la línea.

-Lo estoy. -Harry resopló de mala gana.

-Déjame adivinar. -Harry imaginó a Ed sonriendo. -Nancy. -dijo dando justo en el blanco.

-No me responde las llamadas desde ayer por la tarde. -le explicó Harry. -Le dejé un ciento de mensajes y nada. Estoy preocupado.

-Harry Harry. -la voz calmada de Ed le hizo rodar los ojos. -Sé que acabas de rodar los ojos pequeño imbécil. -¡Dios! Lo conocía tan bien.

-Imbécil tú. -atacó Harry.

-Esto va enserio Harold. -lo riñó Ed. -Te he dicho un millón de veces lo que tienes que hacer. Pero no me entrometo más en tus porquerías.

-¡No voy a terminar con Nancy, Ed! -exclamó tirándose en la suave cama.

-No la quieres.

-La quiero. -era cierto.

-Pero no estás enamorado.

-La quiero. -pero no estaba enamorado.

-Querer no es suficiente si no estás enamorado. Las parejas se enamoran, no sólo se quieren. -un suspiro se escuchó. -Escucha Harry, sé que la quieres y que no tengo derecho de entrometerme, ahora lo estoy haciendo pero es por un buen fin. Te he dicho muchas veces que deberías terminar con ella, además sabes que el carácter de Nancy es muy fuerte. Si se entera que no la quieres como ella quiere que la quieras, te mata.

-No seas un exagerado, hombre. -claro, todas las personas tienen su carácter y Harry ya había conocido el bendito carácter de Nancy. Como aquella vez en su cumpleaños, cuando la pelirroja cumplió veintidós años y Harry no pudo asistir por cuestiones de trabajo. Bueno pues...Le hizo una escena en dónde no pudo controlar su temperamento y terminaron peleando, no se hablaron durante dos días.

Harry no conocía ese lado de Nancy, ella siempre solía ser tranquila y amable, cariñosa y tierna. Pero todos tienen dos lados.

-¿Yo soy el exagerando? Te equivocaste de persona. La exagerada es Nancy.

-¿Me lo recordarás otra vez? ¡Por Dios! -Harry quería borrar ese día de su vida, esa vez cuando Nancy lo celó con su compañera de trabajo y montó una escena frente a muchas personas. El único delito de Harry fue saludar a la chica con un beso en la mejilla.

Colapso. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora